lunes, noviembre 18, 2024
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El ecocida mayor habla de conservación

Hay que contenerse para no reaccionar airadamente ante el discurso de Nicolás Maduro en Egipto. “Salvemos nuestra Pachamama”, dijo el principal responsable de la quinta deforestación más grande de planeta, la del Amazonas venezolano.

La Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ha terminado siendo un ejercicio de cinismo con calistenia de mentiras donde organismos internacionales han lavado la cara a regímenes autoritarios, comenzando por el anfitrión Egipto, país cuestionado por la restricción de la democracia y de los derechos civiles. Por esa razón a ONG´s como Human Rights Watch y Amnistía Internacional y a respetados organismos internacionales les fue bloqueada su asistencia.

La cumbre de la COP27 que arrancó el pasado domingo para discutir las consecuencias del cambio climático y evaluar decisiones sobre los problemas energéticos le ha facilitado coartadas a los interesados en sacar provecho económico de una crisis ambiental cuyos verdaderos responsables han intervenido dándose golpes de pecho, entre ellos Maduro, dedicado, además, a interceptar a mandatarios de países democráticos para lograr fotos y videos que lo legitimen, tal como hizo con el enviado presidencial de Estados Unidos para el clima John Kerry, lo que obligó al Departamento de Estado a aclarar que Kerry había sido interrumpido en una reunión. Réplica de esta situación incómoda se planteó con el presidente de Francia, Emmanuel Macron y otros mandatarios europeos.

Las reacciones a la presencia de Maduro en esta Convención y a su discurso no se hicieron esperar: ¡Que riñones hablando de defender el ambiente mientras con el arco minero del Orinoco destruye manantiales, morichales, hábitat de comunidades autóctonas!”, expresó Andrés Velásquez.

“Por cierto, la destrucción de la Amazonia también es causa de migración forzosa de nuestros pueblos indígenas”, recordó David Smolansky, comisionado de la secretaría general de la Organización de Estados Americanos.

Horacio Medina, presidente de la junta administradora Ad Hoc de Pdvsa precisó que “el régimen de Maduro desconoce todos los protocolos ambientales en la explotación petrolera”.

La Misión para la Determinación de los Hechos de la ONU sobre Venezuela también ha señalado al régimen de Maduro no solo por violaciones flagrantes de los Derechos Humanos, sino como responsable del mayor ecocidio en la región.

Son nueve años en los cuales Maduro ha venido arrasando la Amazonia venezolana y abusando de los pueblos indígenas.

“Revertir todos los procesos de destrucción del Amazonas como gran pulmón del mundo, así se lo hemos propuesto a Petro y Lula para que otros países se comprometan a financiar la recuperación del Amazonas”, dijo Maduro en Egipto, revelando -sin querer- que el verdadero objetivo no es la conservación, sino el dinero.

El ecocidio al sur del Orinoco ha sido sólidamente documentado junto a decenas de delitos que ya le van costando muy caro a la humanidad. Y no es exageración.

La organización “SOS Orinoco” produjo un sólido documental que demuestra de manera desgarradora la devastación ecológica y cultural que viene ejecutando la tiranía en Venezuela con alto riesgo para la región.

Como se ha venido denunciando, en los 112 mil kilómetros del Arco Minero los delitos se cometen en connivencia con las guerrillas del ELN y la disidencia de la FARC, junto a los pranes de las peores bandas delictivas del país bajo la protección y complicidad de la Fuerza Armada venezolana. Todo bajo el manto protector que abraza el delito desde Miraflores, donde está el socio mayoritario en las ganancias de la venta de los minerales.

El documental de “SOS Orinoco” titulado “Arco minero ¿ecocidio o suicidio?”, detalla la destrucción continua del ecosistema en la búsqueda desesperada de minerales, así como el proceso que va dejando aguas y tierras muertas, eliminando vegetación, alterando los suelos, en fin, devastando el ecosistema. Así, los suelos más antiguos del planeta van quedando aniquilados, la fauna y la flora extinguidas. La acción criminal se extiende hacia los humanos. 27 pueblos indígenas son reducidos a trabajos forzados, incluso como esclavos, son maltratados, perseguidos, mutilados, con la consecuente destrucción de 20 mil años de cultura indígena. Además, están expuestos -al igual que la fauna- a contaminación de mercurio.

Una acción criminal imperdonable. Menos de 20 minutos de ese documental de “SOS Orinoco” es tiempo suficiente para ser testigos del arrase de selvas, sabanas, ríos, y escuchar el testimonio de víctimas y expertos que desenmascaran a los depredadores de la Amazonia venezolana. Mientras Maduro se frota las manos al hablar de una nueva humanidad reconciliada con la naturaleza. El chiste se cuenta solo.

Fuente: Diario las Américas

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