La hegemonía comunicacional creada en las últimas dos décadas por el régimen chavista para mantenerse en el poder con una apariencia de democracia de nada sirvió. Los tiempos cambiaron. Pese a haber sacado de circulación a una larga lista de medios independientes de línea crítica y haber comprado mediante testaferros o con el chantaje de la publicidad oficial a los que quedan en el país, la oposición derrotó al oficialismo en todos los estados con una austera campaña reducida a las redes sociales, según los únicos resultados desagregados que se conocen de la elección presidencial del pasado 28 de julio. Esto lo saben en Miraflores. Así como también saben que su intento por imponer una verdad orwelliana en las plataformas digitales con sus influencers, bots y analistas tarifados fue un fracaso. Por ello ya no hay apariencias que guardar. Nicolás Maduro le ha declarado la guerra a las redes sociales para llevar la censura a niveles que ya muchos comparan con los del régimen norcoreano.
El bloqueo por diez días a la plataforma X fue el inicio de esta arremetida. Ahora, luego de haber intentado posicionarse –sin éxito– con una guerra de encuestas y una campaña de desinformación previo a los comicios, el chavismo califica a las redes sociales como “el mayor peligro que existe contra la libertad del ser humano”, según palabras del presidente de la Asamblea Nacional chavista, Jorge Rodríguez, como preámbulo para empezar a legislar en esta materia con la mirada puesta en la censura total. Todo esto enmarcado dentro de la insólita Ley contra el Fascismo, Neofascimo y Expresiones Similares –aprobada en abril en primera discusión–, y que desde este martes se incluye en la orden del día para darle el visto bueno en segunda instancia para su sanción definitiva, mientras colectivos chavistas hacen gala del verdadero fascismo en los barrios de Venezuela marcando con una “X” las viviendas de las personas identificadas como opositoras, al mejor estilo de la Alemania nazi.
El fracaso de Maduro con las redes sociales
Pero poco o nada le importa al régimen “la libertad del ser humano” o “la paz del planeta”. A la cúpula chavista solo le preocupa su permanencia en el poder. Y es que mediante las redes sociales la oposición no solo logró llevar su mensaje a todos los rincones del país sino que también son hoy su única herramienta de comunicación para la convocatoria de actividades de calle contra el fraude del 28 de julio o para enviar mensajes a la comunidad internacional y a las fuerzas armadas y policiales, como han venido haciendo Edmundo González y María Corina Machado. Es por esta razón que se han convertido en un dolor de cabeza para la dictadura. Así, en esta guerra del oficialismo contra las redes sociales no solo se ha visto afectada X (antes Twitter) sino que también ha habido amenazas contra las plataformas que forman parte del conglomerado Meta, de Mark Zuckerberg, como Facebook, Instagram y WhatsApp. Incluso hasta empresas de entretenimiento como Disney+ y HBO Max han sido restringidas.
Y no conforme con controlar casi la totalidad de los medios tradicionales y pretender bloquear las redes sociales, Nicolás Maduro sobrepasó todos sus delirios al acusar a TikTok de “querer la guerra civil en Venezuela” y “apoyar el fascismo en América Latina y el mundo”, de lo cual responsabilizó directamente a los “directores y dueños” de la compañía, olvidando que esta plataforma pertenece a la empresa china ByteDance, que responde a los intereses del Partido Comunista de China (PCCh), razón por la cual ha estado por varios años en el centro de la polémica en Estados Unidos por sospechas de usarse para espionaje chino en ese país. Por tal motivo, los señalamientos de Maduro contra TikTok no solo carecen de fundamento desde todo punto de vista sino que además resultan contradictorios y ridículos.
El efecto búmeran
El enfado radica en el hecho de que Maduro incursionó recientemente en TikTok para intentar llegar al público de esta red social –que es mayoritariamente joven– tratando de mostrarse como un personaje “cool“, pero acaba de recibir una cucharada de su propia medicina. “TikTok me sacó del aire y me suspendió la posibilidad de transmitir hasta el 19 de agosto”, denunció Maduro. Es decir, quien ha iniciado una guerra contra las redes sociales para que los venezolanos no puedan usarlas, se enfurece si las redes sociales no le permiten a él hacer uso de estos medios de expresión.
Y el efecto búmeran se extiende. De esta manera, mientras Maduro impone una mayor censura que ya llega a las redes sociales, la plataforma de reproducción de videos YouTube ha suspendido varios canales vinculados al chavismo como el de Venezolana de Televisión (VTV) y el del programa de Diosdado Cabello Con el Mazo dando.
También ha sido contraproducente para el oficialismo el bloque de X en Venezuela, anunciado por diez días, ya que ni sus seguidores han acatado la orden y, como se puede verificar, no se han resistido a “burlar la censura”. Con el uso de VPNs o gracias a los millones de venezolanos que se encuentran en el exterior, el debate sobre el fraude del 28 de julio y la negativa del régimen a mostrar las actas sigue generando una matriz de opinión en esta plataforma, donde el chavismo quedaría huérfano si quienes defienden su postura guardan silencio. Y como guinda del pastel no se puede olvidar la entrevista en directo en el canal argentino TN a un seguidor de Maduro, quien mientras decía estar de acuerdo con el llamado de su presidente a desinstalar WhatsApp le entraba una llamada por esta plataforma de mensajería.