Luis Zúñiga,
MIAMI.- La libre expresión es un principio básico de todos los seres humanos y por muy distorsionada que sea una opinión, debe ser respetada. Sin embargo, los argumentos que se usen sí son debatibles, especialmente cuando promueven un peligroso grado de confusión o desaliento en el exilio. Por esa razón, voy a discrepar de un artículo publicado en los medios sociales titulado: ¿Es imposible la unidad en el exilio cubano?
No se puede confundir “unidad” con “unanimidad”. Tampoco se debe confundir la lucha patriótica del exilio cubano con la lucha política norteamericana. Son objetivos diferentes y con estrategias diferentes.
No debemos enclaustrar la causa de Cuba a un partido político específico, por muchas coincidencias que individualmente tengamos con uno de ellos. El exilio se privilegia de tener importantes figuras políticas cubanoamericanas en ambos partidos que luchan, defienden y promueven la libertad de Cuba con pasión y dedicación. La opinión expresada en el artículo en cuestión, de atar la causa de Cuba a un partido político, es un grave error estratégico.
La lucha por la libertad de Cuba ha tenido siempre el privilegio de contar con la más importante unidad que es la “unidad de objetivos”. Por esa razón indiscutible, podemos afirmar que la mayoría abrumadora de las organizaciones del exilio ha estado siempre unida en los objetivos de una Cuba libre y democrática. Esa unidad ha sido más abarcadora y mayoritaria que la que existió en tiempos de José Martí cuando los objetivos de la independencia confrontaron fuerte competencia de la autonomía y el anexionismo.
En esa misma línea de razones, no se puede calificar como “desunión” o “incapacidad” que existan diferencias de estrategia en cuanto a las vías para lograr el objetivo. En la década de los 60’s la forma prevaleciente de lograr el objetivo era la vía armada y el exilio tuvo el privilegio de contar con hombres que ofrendaron sus vidas o que pagaron con largos años de prisión su compromiso con Cuba.
Hoy, prevalece otra estrategia de lucha y el exilio la ha abrazado con fuerza y pasión a través de la Asamblea de la Resistencia Cubana (ARC) que, no sé por qué razón, el artículo en cuestión ni siquiera la menciona.
La ARC es la coalición más amplia que ha existido en la historia del exilio: 54 organizaciones dentro y fuera de Cuba. La ARC reunió a expertos de diversos países que, junto a delegados de todas las organizaciones de la Asamblea, participaron en la elaboración de un importante Plan de Salvación Nacional para Cuba. El plan incluye las 4 etapas que conducen al objetivo de una Cuba libre y democrática: La liberación, la transición, la democratización y la reconstrucción. De esa forma, la ARC le ha ofrecido al pueblo cubano un camino claro y específico hacia el futuro, asegurándole que no habrá improvisaciones y que se le devolverá la soberanía que debe ser suya.
Es increíble que alguien califique al exilio cubano de “fragmentado”, “dividido” y “débil”, y que piense que “la tiranía está unida en un bunker partidista y con una trinchera de ideas”. No ha existido en la historia de la humanidad un conglomerado humano como el exilio cubano que, después de 65 años de dictadura, tiene una extensa cantidad de organizaciones y personas participando en la lucha por la libertad de su Patria.
Que la dictadura envíe agentes y chantajee cubanos que quieren o necesitan viajar a la isla, es usual. Es la típica estrategia que los regímenes comunistas han usado en el mundo. Plantear que las organizaciones del exilio tengan que “mandar” en las alcaldías, la policía, los bancos, las corporaciones, etc., es una concepción equivocada del propósito del exilio y sus organizaciones.
El artículo en cuestión dice: “El que crea que puede ser presidente de Cuba, aspirando desde la enemiga fragmentación y la banderita mediática, que ni lo sueñe”. La frase, así de impersonal, no se sabe a quién se refiere, pero es oportuno recordarle que una táctica descalificadora que tradicionalmente ha usado la dictadura castrista contra diversos líderes del exilio cubano (pretendiendo presentarlos como “ambiciosos”) ha sido precisamente esa, una supuesta aspiración a la presidencia de Cuba. La usaron contra Tony de Varona, contra Jorge Más Canosa y contra Carlos Alberto Montaner, por solo mencionar los ya fallecidos. Debe quedar claro que ningún cubano que luche, dentro o fuera de la isla, debe estar descalificado para ser presidente o para la posición que desee.
Tampoco tiene validez la afirmación de que “cada vez el exilio tiene menos acceso a la radio, la TV y la prensa”. Eso no es cierto. El que vea las conferencias de prensa frecuentes que convoca la ARC, podrá ver la extensa cobertura que reciben.
Otro punto esencial que aclarar es la afirmación de que el exilio “no tiene representatividad” porque ninguna organización fue invitada a la Conferencia Anual Conservadora (CPAC) el pasado 24 de febrero. Aquí debo mencionar, a modo informativo, que la ARC ha sido invitada y ha hablado ante numerosísimos congresos y parlamentos de todo el mundo en los últimos 12 meses. Por ejemplo: El Parlamento Europeo, el Parlamento de Suecia, el Congreso de Perú, la Asamblea Legislativa de Costa Rica, el Senado de Chile, el Parlamento de Canadá, por solo mencionar los más recientes.
Pero, más importante aún en cuanto a representatividad, es que la Asamblea de la Resistencia Cubana ha sido aceptada como miembro pleno de UPLA (Unión de Partidos Políticos de América Latina) que es una organización de partidos y movimientos políticos creada hace 30 años para promover y defender la democracia y la libertad en los países de América Latina. UPLA tiene 30 partidos miembros de 19 países. La Asamblea fue invitada, habló y participó en el último Congreso de UPLA celebrado en Asunción, Paraguay, el pasado mes de noviembre con la participación del presidente de Paraguay y todo su gabinete de gobierno. El tema central del Congreso lo ocupó el tema cubano. La sección femenina de UPLA, compuesta por mujeres congresistas o activistas políticas en sus países, han tomado como madrinas a la mayoría de las presas políticas cubanas.