Adversarios políticos, la prensa libre, organizaciones y ahora el lenguaje. El dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, ha ido aniquilando lo que considera obstáculos para asegurarse su permanencia en el poder y tal parece que nada lo frena, ni siquiera 94 años de historia.
Por eso en un nuevo episodio de autoritarismo decidió eliminar la Academia Nicaragüense de la Lengua fundada en 1928. Una institución que junto a otras 22 organizaciones de la región conformaba la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), a su vez adscrita a la Real Academia Española (RAE) creada hace más de 300 años. Es en sí misma, una medida autoritaria que desvanece la figura encargada de proteger el lenguaje y de preservar la cultura.
Aunque la decisión se conoció días atrás, no fue sino hasta este 31 de mayo que 75 diputados sandinistas votaron a favor de aniquilar la institución frente a 16 legisladores que se abstuvieron, confirmando que el sandinismo olvidó hace rato las formas en todos los aspectos de la sociedad.
Atentado contra la cultura
Lejos de las críticas contra la RAE y sus academias por parte de colectivos que pretenden imponer modas transitorias del lenguaje —como el inclusivo— estas figuras se convierten en instancias que organizan las costumbres y establecen un modo de enseñanza que pueda ser entendido y transmitido por todos. Porque tal como citan expertos, “si cada uno va a hablar como quiere, corremos el riesgo de no entendernos». Se trata entonces, de un elemento de organización y de arraigo cultural.
La decisión sandinista ha generado reacciones. Por ejemplo, la de Sergio Ramírez, escritor nicaragüense en el exilio acusado de «incitar al odio y la violencia» desde la dictadura de Ortega. «Es una institución que goza del respeto de todo el mundo. Esto solo se puede entender por la política del régimen de no dejar ningún espacio para ninguna organización, ya sea cultural o de promoción de los derechos humanos», dijo a ABC. Un argumento similar al que comunicó la RAE en su sitio web.
La decisión está sacada del manual del autoritarismo para adoctrinar a la población. Lo hizo el dictador libio Muamar el Gadafi borrando cualquier estímulo que anulara el pensamiento crítico. Impuso su propio sistema educativo y eliminó cualquier precedente histórico por fuera de su modelo totalitario. Nicaragua, bajo el mando de Daniel Ortega, parece ir por el mismo rumbo.
Sociedad al servicio del dictador
La Academia Nicaragüense de la Lengua no es la única que sufre las arbitrariedades de Daniel Ortega. El parlamento también ordenó con un plumazo cancelar la personería jurídica a 83 organizaciones independientes bajo el argumento de que «no se inscribieron según como corresponde la Ley de Regulación de Agentes Extranjeros». La misma excusa que usó anteriormente para eliminar el Festival Internacional de Poesía, uno de los eventos culturales más importantes de la región.
En total van 344 organizaciones ilegalizadas por Daniel Ortega desde 2018, de acuerdo con el conteo del grupo de derechos humanos «Nicaragua Nunca +».
Pero no hay remordimientos de parte del régimen. Filiberto Rodríguez es un diputado sandinista apodado como «el verdugo de las ONG’s». Él fue quien introdujo la iniciativa que ahora padece la Academia Nicaragüense de la Lengua. «Es terrible, sin escrúpulos y capaz de todo», advirtió en febrero pasado el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
La Asociación de Publicadores Católicos (Publica) también fue despojada recientemente de su personería jurídica. Como consecuencia, el periódico Voz Católica dejará de publicarse. De manera que se ataca la cultura, la educación, la libre expresión y la religión en la construcción de una sociedad al servicio de su dictador.
Fuente: Panampost