MIAMI- De gigante a gigante, en 2021, China se reafirmó como el principal inyector de capital de Brasil dada su estrategia hegemónica mundial y su particular interés en la zona de las Américas, rica en recursos naturales, hogar del 25% de los bosques y las tierras cultivables del orbe, así como del 30% de los recursos hídricos del planeta.
Con un crecimiento del 208% en sus inversiones, el triple de las reportadas en 2020, Pekín se anota otro punto con Brasilia en sus operaciones comerciales, consolidando de ese modo su presencia en nuevas empresas, diversas firmas de tecnología financiera y grandes petroleras, como Petróleos de Brasil (Petrobras).
La inyección de capital chino
Estadísticas dadas a conocer por un reporte del diario brasileño Folha de S. Paulo revelaron que «la inversión de empresas chinas en Brasil se triplicó en 2021 y regeresó a los niveles anteriores a la pandemia del COVID-19, convirtiendo al país en el principal destino del capital chino el año pasado».
La fuente explicó que, «tras un tibio 2020, las inversiones de Tencent aumentaron en fintechs y ‘start-ups’, como Nubank, QuintoAndar y Cora». Cabe mencionar que Tencent Holdings Limited es una multinacional tecnológica china especializada en servicios de Internet, inteligencia artificial y publicidad.
Otras operaciones que sobresalieron fueron las multimillonarias inversiones en la Cuenca de Santos por parte de dos grandes petroleras del país asiático: la Compañía Nacional de Exploración y Desarrollo del Petróleo y Gas de China, y la Corporación Nacional de Petróleo Marino de China, ambas firmantes de un acuerdo con Petrobras.
La compra de la empresa estatal brasileña de transmisión eléctrica, Río Grande Energía, por parte del grupo chino State Grid, y la adquisición de la planta de Mercedes-Benz de Iracemápolis por parte del fabricante de autos chinos Great Wall Motors, igualmente contribuyeron al auge comercial de China en la nación sudamericana.
Según el Consejo Empresarial Brasil-China (CEBC), citado por la misma fuente, la inversión del país asiático en el sudamericano creció en 5.900 millones de dólares en 2021, máximo valor alcanzado en cuatro años y objeto de controversia de cara a las próximas elecciones presidenciales de Brasil, previstas para el próximo 30 de octubre en su segunda vuelta.
La toma de Brasil por China
Recientemente, «el ministro Paulo Guedes (Economía) aseguró que no quería que los chinos entraran, “destrozando nuestras fábricas, nuestras industrias”, [mientras que] el expresidente Lula [da Silva], para quien China “está tomando Brasil”, manifestó su preocupación por el avance del país asiático en el sector industrial», de acuerdo con el mismo reporte de Folha de S. Paulo.
Datos suministrados por el CEBC, citados por BNamericas, revelaron que el año pasado, los chinos impulsaron 28 proyectos en la nación sudamericana y, en lo que concierne a términos de valor, el 85% de sus inversiones tuvieron como destino el sector del petróleo y el gas mediante dos proyectos de exploración en la Cuenca de Santos y en el campo Búzios.
«Respecto al número de transacciones, en el sector de energía eléctrica se efectuaron 13 operaciones, casi la mitad de todo el volumen registrado, mientras que la inversión en el segmento de TI [tecnología de la información] se destinó a 10 proyectos», especificó la citada plataforma de inteligencia de negocios.
Adicionalmente, puntualizó que en el período de 2007 a 2021, los «actores chinos inyectaron 70.300 millones de dólares en 202 proyectos en Brasil», mientras que los principales destinatarios de las inversiones fueron los sectores eléctrico (45,5% del total) y el petrolero (30,9%).
La importancia de Brasil para China
Un reciente análisis del portal Diálogo Chino indicó que «la región amazónica [mayormente ocupada por Brasil] es importante para China por sus recursos naturales, su agricultura y su comercio», así como también «por su papel en el control del calentamiento global».
El doble rasero de los chinos comunistas en este sentido es muy visible, toda vez que sus emisiones de dióxido de carbono representan el 27% de las expulsiones globales del gas, casi el triple de las emitidas por Estados Unidos.
Según la fuente antes dicha, «la presencia china en la Amazonia comenzó con el comercio a través de la compra de productos básicos producidos en la región; [luego], se profundizó con la inversión en grandes proyectos de infraestructura, y ahora avanza con la elaboración de normas globales sobre el control del cambio climático y el monitoreo de las cadenas de suministro para combatir la deforestación ilegal».
El propio reporte detalló que, «en 2005, se plantaron 1,14 millones de hectáreas de soja en la Amazonia [y]; en 2018, esa cifra se había más que cuadruplicado hasta alcanzar los cinco millones». Añadió que «gran parte de ese crecimiento fue impulsado por la creciente demanda de China, [pues] alrededor del 70% de la producción de soja de Brasil se exporta ahora a la nación asiática».
De acuerdo con el mismo material, otro recurso natural que interesa a los inversores chinos es el agua. Básicamente, las principales inversiones de China en la región se centran en la generación y transmisión de electricidad a través de la citada firma State Grid y China Three Gorges, que han invertido en centrales hidroeléctricas en las cuencas del río Tapajós y el río Xingu.
«Además de las centrales eléctricas, las inversiones de China también provienen de proyectos de infraestructura, como los ferrocarriles. En general, se trata de iniciativas dedicadas a facilitar y reducir los costos de las exportaciones de materias primas a Asia, conectando minas, plantaciones de soja y campos con puertos fluviales», especificó el reporte.
Asimismo, remarcó que, «en sus diversas manifestaciones, la creciente presencia china en la región amazónica es un signo de una zona más integrada a la economía global, principalmente a través de la extracción de sus recursos naturales, y con Asia como principal mercado externo para muchas de sus principales materias primas. Se trata, [por supuesto], de una geopolítica amazónica en desarrollo».
Aparte de las alarmas lanzadas por Guedes y da Silva, el mismo informe indicó que «estas obras de infraestructura [también] han provocado conflictos socioambientales, especialmente con las comunidades tradicionales —como las indígenas, ribereñas y quilombolas— afectadas por las construcciones».
El Acuerdo de Reconocimiento Mutuo
Firmado en 2019, el Acuerdo de Reconocimiento Mutuo (ARM) entre el Programa de Gestión de Acreditación Comercial de China y el programa de Operador Económico Autorizado (OEA) de Brasil ha llevado, entre otras cosas, a que el gigante asiático sea el mayor socio comercial de su par sudamericano.
Por medio de dicho ARM, instrumento de facilitación del comercio entre países socios, ambas naciones pretenden facilitar el reconocimiento de certificaciones del OEA, el manejo de cargas y la reducción de costos asociados con el almacenamiento, el compromiso recíproco con la provisión de beneficios comparables, la previsibilidad de transacciones y el mejoramiento de la competitividad, según un reporte de ICEX.
El mismo texto señaló que hace cuatro años unas 3.600 empresas chinas ya hacían negocios en Brasil por un valor de 63.930 millones de dólares, situación que no hizo más que “mejorar” el año pasado, cuando firmas existentes, como esas, expandieron su presencia en el país al tiempo que nuevos actores se incorporaban.
Un reporte de la agencia de noticias Xinhua citado por People’s Daily indicó que, pese a un escenario de inestabilidad global, las compañías chinas implementaron grandes proyectos en Brasil el año pasado, «retomando el ritmo de crecimiento iniciado en 2016 e interrumpido en 2019 con la pandemia».
Para la economista y miembro del Consejo Empresarial Brasil-China, Tatiana Rosito, ambas naciones recogen ahora «los frutos de una relación de muchos años», motivo por el cual «las empresas chinas hacen apuestas de largo plazo en Brasil».
Además del citado acuerdo, los gigantes chino y sudamericano reafirmaron en mayo el compromiso de colaboración bilateral y el estímulo recíproco a las inversiones, a través de la Comisión de Alto Nivel Sino-Brasileña de Cooperación, principal mecanismo de diálogo entre ambos países existente desde 2004.
Según trascendió en su momento, los vicepresidentes de Brasil, Hamilton Mourao, y de China, Wang Qishan, presidieron la cuarta reunión del organismo en la que, una vez más, ambas naciones reafirmaron su intención de expandir y diversificar tanto los flujos comerciales como las inversiones que impulsan en común.
Naturalmente, el presidente de China, Xi Jinping, está muy contento con todo esto. Hace poco, a propósito del 200 aniversario de la independencia de Brasil, el líder comunista le envió un mensaje de felicitación al mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, y, como era de esperarse, no se cortó ni un pelo en ensalzar el tipo de nexos que mantienen.
Tal como difundió la propia página web del Ministerio de Relaciones Exteriores de la RPC, «Jinping enfatizó que en los últimos años, gracias a los esfuerzos conjuntos de ambas partes, las relaciones entre China y Brasil se han desarrollado de manera estable, con una cooperación práctica que ha dado resultados fructíferos».
Paralelamente, otorgó una «gran importancia al desarrollo de las relaciones chino-brasileñas, y expresó su voluntad de esforzarse, junto con su homólogo brasileño, para impulsar el desarrollo continuo y profundo de la asociación estratégica integral entre China y Brasil, en beneficio de ambos países y sus pueblos».
Con su recién reelección como presidente de China hasta 2028 —en el marco del XX Congreso del Partido Comunista Chino, que sesiona en Pekín hasta el día 22— es de suponer que, en lo adelante, no sólo tratará de seguir cosechando los frutos que ya obtiene de Brasil, sino que también se las arreglará para ganar más terreno en aquellas ramas que le resulten provechosas de cara a sus objetivos hegemónicos globales.