Por: Víctor Ito Bisonó, publicado originalmente en el Listín Diario.
Quien quiere saber el estado de un país no debe mirar a sus líderes, sino observar a sus ciudadanos. Así como “lo esencial es invisible a los ojos”, lo verdadero es visible aún para un ciego.
Venezuela, patria elegida por nuestro padre fundador al batallar la injusta opresión, oasis de refugio para cientos de jóvenes dominicanos subyugados ante el régimen que oscureció nuestro país hace unas 8 décadas, albergue elegido por mi suegro cuando decidió enfrentar la dictadura de Trujillo y desde donde conoció al amor de su vida. Esa misma Venezuela, que no obstante ostentar una de las más grandes opulencias de recursos naturales del mundo conserva su mayor riqueza en su cultura y su gente, ha librado una guerra de 2 décadas con la mayor peste del siglo XXI: el Chavismo.
En estos días he visto videos de ancianos venezolanos dispuestos a dejar la poca comodidad que tienen para esperar en largas filas al sol con carteles que dicen “ya no lo hago por mi, lo hago por ti”. Observo un niño que interrumpe una caravana para, entre llantos, pedirle a Maria Corina Machado que le permita que su padre regrese a su país. Veo una niña de apenas 4 años pedirle a una reportera que la ponga en cámara solo para, sollozando, expresar su deseo de querer regresar a su país del cual no conoce nada, pero extraña todo.
Historias sobran que cuentan de familias divididas forzosamente, un futuro arrebatado, una miseria que abunda junto a corazones huérfanos de esperanza, y un sentido de que se le ha arrebatado su país y que los han desterrado de su tierra de origen. Una gran mayoría siendo vulnerable ante una minoría que resiste.
Por tanto tiempo no era posible ver la luz, y este proceso la revivió aun de forma tenue. Pero el estar en oscuridad por tanto tiempo hizo que esa pequeña luz ostentase un rol de faro, indicándole a miles de embarcaciones a la deriva que hay tierra a la vista.
Se sentía cerca, se sentía posible. La expectativa hizo de rol de villano, que a su vez arroja gasolina al fuego de la frustración.
Victor Frankl, psicólogo que sobrevivió los brutales campos de concentración Nazi, que fue víctima de la mayor bajeza que ser humano pueda experimentar, escribió magistralmente en su obra “El Hombre en Busca de Sentido” que “A un hombre se le puede quitar todo menos una cosa: la última de las libertades humanas: elegir su actitud en cualquier conjunto de circunstancias, elegir su propio camino”.
Ya es admitible que el régimen les ha quitado todo lo que ha podido. Es imposible arrebatarles eso que el verdadero venezolano tiene dentro: que continúen eligiendo la actitud correcta frente a lo peor de la naturaleza humana. De frente, y con valor. Como lo dice María Corina, Ya no más! Vamos hasta el final!