Desde que asumió el Frente de Todos de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa, el Gobierno argentino fue víctima de sus contradicciones. Las mismas se manifestaron en la falta de rumbo. Sin embargo, dado los planes conocidos del kirchnerismo, esto era lo menos malo que le podía pasar a la Argentina. Pero desde hace ya algún tiempo, el albertismo que nunca pudo ser ni consolidarse, vino perdiendo todos los lugares a manos del espacio de CFK.
Primero ocurrió el cambio de cabeza en el ministerio de Justicia. La salida de Marcela Losardo, amiga personal del presidente y miembro de la “familia judicial” argentina, generó la llegada de un Martín Soria, hecho a medida de Cristina. Luego tuvo lugar la salida de Ginés González García de la cartera de Salud. Para muchos, la “confesión” radial de Horacio Verbitsky que se llevó puesta al ministro, no fue más que una burda operación al servicio de la vicepresidente.
Después, y más recientemente, el escándalo del subsecretario de Energía también pegó durísimo lo poco que queda del albertismo frustrado. Ni el presidente, su jefe de Gabinete o siquiera su ministro de Economía, pudieron hacer que se vaya un funcionario de segunda línea del kirchnerismo duro, que insiste con la política de subsidios defendida por el Instituto Patria.
Además del trío golpeado, que no pudo consolidar el poder político para despedir a un subsecretario, el espacio que responde directamente al presidente tiene otro funcionario importante: el canciller Felipe Solá. El ministro de Relaciones Exteriores, hasta el momento era de los de la línea interna en el Gobierno que no negaban las atrocidades de la dictadura chavista. Cosa que, lógicamente, ponía los pelos de punta al kirchnerismo chavista.
Por las declaraciones de ayer de Solá, no queda más que comprender que la interna del Gobierno argentino ya terminó y la ganó Cristina Kirchner por Knock-Out. Mejor dicho, desde el rincón albertista, abandonaron. Ya tiraron la toalla.
“Los cambios en Venezuela no van a ser pronto. Y van a ser lentos. Entonces, Venezuela nos puede ocupar mucho tiempo, cuando los cambios van a ser lentos”, le reconoció el canciller a un grupo de periodistas, confirmando que el tema de la dictadura chavista no será tratado en la gira europea del presidente.
“Venezuela termina siendo un tema tóxico. Dejás de hablar de temas de integración, de cooperación y de política regional. Y afuera las sociedades internas juzgan a sus países por sus posiciones sobre Venezuela”, dijo el bochorno de canciller que no habla ni siquiera inglés.
Lo único “tóxico” aquí es el enfoque del Gobierno argentino, que le da la espalda a las violaciones a los Derechos Humanos bajo el yugo de la dictadura chavista. Esta actitud perversa menosprecia y equipara la cuestión a una inconveniente discusión, como si fuera de religión, fútbol o política, en una mesa familiar. Una vergüenza desde donde se mire.
Fuente: PanamPost