Jorge Enrique Gómez Pardo,
El centrista dentro del espacio del centro-derecha español, Alberto Núñez Feijóo, ganó las elecciones. El Partido Popular (PP) obtuvo el mayor número de votos y el mayor número de escaños. Contra cualquier otro candidato del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ello significaría que sería el nuevo presidente de Gobierno, sin mayores dificultades. Desde que España es una democracia, la lista más votada ha gobernado tal como Feijóo lo señaló en varias oportunidades durante la campaña y lo reiteró en su discurso de anoche en el famoso balcón de Génova 13, en la sede del Partido Popular en Madrid.
Sin embargo, ayer la sensación era que el PSOE y los comunistas de Sumar, herederos de los comunistas de Podemos –no es una exageración, Yolanda Díaz, la candidata de Sumar, es afiliada al Partido Comunista– habían ganado. Vimos por YouTube en sus sedes bailes, risas y alegría. Por el contrario, en el PP, no obstante la música y la gente en frente de Génova, la sensación no era exactamente de júbilo.
¿Cuál es la razón si a todas luces y bajo cualquier criterio Feijóo y el PP ganaron? Básicamente son dos.
La primera, que por las características de Sánchez, presidente del Gobierno actual y candidato del PSOE, la victoria de Feijóo no le dará el gobierno. En ese marco y dentro de las complejidades de los sistemas parlamentarios con las que no estamos familiarizados en los sistemas presidenciales, ello significa que la investidura de Feijóo, no solo es improbable, sino que puede haber un bloqueo que lleve a repetir las elecciones en diciembre, e incluso que lleve a Sánchez a la investidura si el separatista prófugo de la justicia Carles Puigdemont así lo decide. Sánchez es presidente del Gobierno precisamente porque se ha aliado con todos los extremistas que hagan falta, comenzando por los comunistas de Sumar-Podemos y los separatistas. Sánchez entonces no solo se salvó sino que incluso quedó con posibilidades de, en últimas, ganar.
Pero además de ello existe desazón dentro de la centroderecha como resultado de las grandes expectativas que se habían generado. Y no sin razón. Todas las encuestas serias indicaban que la victoria sería arrolladora por parte del PP y hace solo dos meses el PP logró lo que los expertos dicen fueron sus mejores resultados regionales de su historia. Entre otras, no solo logrando la mayoría absoluta en Madrid de la mano de la liberal Isabel Díaz Ayuso, sino consiguiendo la mayoría absoluta en Andalucía con Juanma Moreno. Hasta las elecciones autonómicas anteriores Andalucía había sido siempre territorio PSOE desde que España es democracia. Nada mal entonces para un partido que hasta solo hace un año y medio estaba bajo la peor crisis de su historia cuando Alberto Núñez Feijóo tomó las riendas.
Feijóo, además, llegó a la presidencia del PP precedido de un aura de seriedad e imbatibilidad electoral. Había sido un muy destacado alto directivo nacional en varias de las más importantes empresas públicas y en su tierra Galicia había sido también consejero (equivalente a ministro). Venía también de haber ganado cuatro mayorías absolutas para ser presidente (equivalente a gobernador) de Galicia. Ganar por mayoría absoluta es como ganar en primera vuelta en un sistema de dos vueltas como el colombiano.
Y a ello hay que sumarle que no parecían estar confiados. Feijóo hizo una gran campaña, con algunos pequeños errores como todas, en la que incluso barrió con Sánchez en el debate en televisión que tuvieron los dos. Y ya en las últimas entrevistas se le sentía la voz golpeada por dar tantos discursos.
¿Qué pasó entonces? Difícil saberlo. Jorge Bustos en El Mundo explicó esta mañana que las claves pudieron estar en Cataluña y en el miedo a Vox.
Dice Bustos que “básicamente porque Cataluña, que introduce una enorme distorsión en la sociología electoral del país, valía mucho más que un cara a cara en [el debate en] televisión. A Sánchez le han premiado la sumisión a los privilegios exigidos por los nacionalistas: su sigla ha recibido la gratitud de una sociedad que vincula mayormente la bandera constitucional de España al fascismo”. Si bien el PP avanzó al pasar de 2 a 6 escaños en Cataluña, el PSOE pasó de 12 a 19. Arrasó.
Respecto al miedo a Vox, dice Bustos “que volvió a operar como elemento de movilización afectiva de la izquierda en la recta final”. Y agrega que “quede a la consideración de los líderes de ese partido hasta qué punto su selección de personal y su retórica de campaña compromete la posibilidad misma de la alternancia al sanchismo. Abascal y los suyos podían haber optado por suavizar sus aristas –como ha hecho Meloni, de hecho–, pero decidieron afilarlas aún más, mientras la extrema izquierda se deshacía inteligentemente de Pablo Iglesias e Irene Montero”.
¿Cómo aplica esto a Colombia? Si bien las circunstancias y el modelo institucional es distinto, aplica en el sentido que debemos ser muy cautos con las expectativas en las elecciones territoriales. Esto a efectos de que la previsible derrota de los aliados de Gustavo Petro no termine fortaleciéndolo y a su agenda radical, por no ser una derrota arrolladora.
Me explico: todo indica que los populistas de izquierda que ayudaron a llegar a Petro a la presidencia: en Bogotá, Claudia López; en Medellín, Daniel Quintero y en Cali, Jorge Iván Ospina, serán derrotados en octubre. Ello como resultado de sus pésimas y divisivas administraciones y porque después de sus alcaldías y del pésimo gobierno de Petro la gente quiere volver a la normalidad. Es decir, que con sus defectos, quiere volver a tener gobernantes serios, que procuren unir, que procuren construir sobre lo construido y que les garanticen la seguridad.
Así, y teniendo en cuenta que todo lo que debilite a Petro –en el marco del respeto de los principios y de las instituciones de la democracia liberal– es útil para el país porque debilita su agenda radical, y por lo tanto también la extremista, se debe tener cuidado que un resultado no tan malo como el esperado para Petro resulte fortaleciéndolo en el relato como resultado de las expectativas de los sectores moderados. El desempeño de los candidatos, por supuesto, también será clave. Se debe tener cuidado, en suma, que una previsible derrota de Petro no termine fortaleciéndolo.