El sistema electoral de Estados Unidos es una caja de sorpresas sin fin. No sólo se permite votar por correo y en urna semanas antes del día de las elecciones o la recogida de votos por empleados de ONG casa por casa, sino que, además, la fidelidad del votante a su partido es tan débil como la del político al ciudadano… o eso parece.
El caso más sorprendente es la desaparición de decenas de miles de votantes de la candidatura de Donald Trump a las candidaturas de los senadores republicanos a los que él apoyaba. Aparte del presidente, el vicepresidente y los 435 diputados de la Cámara de Representantes, se elegían 34 escaños del Senado, cada uno en un estado.
En esta última elección, de la que dependía el control de la Cámara que confirma nombramientos hechos por el presidente, incluidos los magistrados del Tribunal Supremo, hemos visto sobresaltos estadísticos como los que ocurrieron en las elecciones de 2020.
Los siete estados bisagra de este año electoral elegían un senador, salvo Georgia y Carolina del Norte, y de los cinco en todos ganó el candidato demócrata, salvo en Pensilvania, en el cual la separación es tan pequeña (unos 18.000 votos en favor del republicano), que por ley tiene que realizarse un segundo recuento.
Llama la atención que el tirón de Trump no beneficiase a ninguno de estos candidatos. Todos los republicanos quedaron por debajo del número de papeletas recogida por su ‘»jefe». En Wisconsin fue un 3,1% menos; en Pensilvania y Michigan, un 4% menos; y en Arizona y Nevada, casi un 10%.
En cambio, los candidatos demócratas al Senado han mantenido las votaciones de Kamala Harris o la han superado, como en Arizona, con un aumento de un 5%. Casi todos esos estados, salvo Arizona, están controlados por demócratas.
En Wisconsin, el candidato republicano al Senado, Eric Hovde, encabezó la carrera hasta que en la madrugada (como ocurrió en 2020) ingresó en los centros de votación de Milwaukee, la ciudad más poblada del estado, un paquete de 109.000 papeletas, de las que el 83% eran favorables de los demócratas. A partir de ese momento, el demócrata Tammy Baldwin se puso el primero y acabó renovando su escaño por menos de 28.000 votos.
En Pensilvania, la ley estatal obliga a un recuento cuando la diferencia entre los candidatos es inferior a un 0,5%, que es el caso de la carrera entre el republicano David McCormick y el demócrata Bob Casey. El primer recuento concluyó con una ventaja de menos de 20.000 votos para McCormick. Y para asegurar la reelección de Casey, las autoridades oficiales de cuatro condados, todas ellas demócratas, han empezado a abrir y a incorporar a las tablas las papeletas de voto por correo que llegaron a los centros sin fecha o con fecha incorrecta.
Esta conducta supone una rebelión contra una sentencia del Tribunal Supremo estatal, dictada semanas antes del 5 de noviembre, por la que prohibía incluir estas papeletas. Los demócratas responden que ellos desean «contar todos los votos», que es su consigna habitual cuando aparecen papeletas o sobres con datos de identificación incompletos o erróneos.
En el distrito que elige el diputado federal número 45 de California ha ocurrido otra sorpresa similar. La Navidad se ha adelantado para el demócrata Derek Tran. Desde que comenzó el recuento el 5 de noviembre por la noche, la candidata republicana Michelle Steel se colocó en cabeza, pero a medida que transcurrían los días la distancia se reducía, hasta que el sábado 16 de noviembre Tran le adelantó por unos 50 votos. ¡Y aún queda casi un 10% por contar!
Los republicanos resumen esta situación con la siguiente frase: «Los demócratas pueden estar contando votos hasta que sus candidatos ganen».
Cuando se instale el nuevo Gobierno federal, a partir del 20 de enero próximo, sus partidarios le reclamarán que tome medidas contra los fraudes electorales y obligue a depurar los censos electorales, así como castigue a los autores de los pucherazos. Pero es muy difícil debido a las amplias competencias de los estados y a la renuencia del Tribunal Supremo nacional a intervenir en estas disputas.
Gracias a esta lentitud en los estados de la costa del Pacífico y la violación descarada de las leyes y las sentencias, los republicanos pierden algunos escaños y, no menos importante a efectos propagandísticos, Trump bajará el 50% del porcentaje de voto popular.