sábado, noviembre 23, 2024
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El odio como factor de lucha

NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN,

El terrorismo es el mismo a pesar del lenguaje o el punto geográfico donde se practique. Es siempre la crueldad inspirada en el odio llevada a la máxima degeneración. Lo confirmó un argentino llamado Che Guevara que desafortunadamente llegó a Cuba a derramar sangre.

“El odio como factor de lucha, el odio intransigente al enemigo que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar”.

Esta frase fue una de las incluidas en el mensaje a la OSPAAL, Organización de Solidaridad con los pueblos de Asia, África y América Latina en 1966 en la conferencia Tricontinental en La Habana donde se reunieron las principales organizaciones terroristas del planeta, incluyendo las del Medio Oriente. También más adelante figuraba en los carnés de los soldados enviados por Cuba como mercenarios a pelear en Angola.

La frase se abrió camino y llegó al Manual de la Guerrilla para los marxistas-leninistas con ínfulas de dominar al mundo. Secuestros, combates y sabotaje son algunas de las violentas tácticas que enseña el manual, cortesía de la revolución cubana. Enfundado en el odio del Che Guevara, la predica con la que mandaron a morir a tantos jóvenes latinoamericanos en estériles guerrillas, fue todo lo contrario a lo que hizo el fatídico guerrillero en el momento de su captura. El mito que el verdadero revolucionario muere por su causa se vino abajo en Bolivia: “No disparen! Soy el Che Guevara y valgo más vivo que muerto”, dijo cuando se vio con un rifle apuntándole a su cabeza.

El odio es un sentimiento malévolo y es la base para poder convertirse en un terrorista. Ellos lo saben y lo utilizan, adoctrinando a niños para convertirlos en lo que vimos con el criminal asalto de Hamás a Israel. Las crueldades desplegadas en el ataque del 7 de octubre van más allá de lo imaginado. Seres humanos quemados vivos, niños entre ellos. Hombres a quienes cortaron sus miembros y se los introdujeron en sus bocas. Mujeres violadas, paseadas en un camión mientras los operativos de Hamás escupían sus cadáveres. Cuerpos degollados, familias enteras masacradas, torturas indescriptibles, mutilaciones impensables. ¿Uno se pregunta quién puede defender semejantes atrocidades?

Ciertamente una organización como Hamás, que en su manifiesto en 1988 dejó claro el principal objetivo: “Israel solo existirá y continuará existiendo hasta que el islam lo logre obliterar como ha obliterado a otros anteriormente”. Las fuerzas israelíes han encontrado copias del manual que llevaban los terroristas de Hamás que tiene sus raíces en la doctrina de odio predicada por el Che Guevara y fomentada por Fidel Castro. El panfleto de Hamás les explica a las tropas de choque cómo matar efectivamente con un simple cuchillo y donde la puñalada puede ser más efectiva. Todo en 14 páginas cargadas de destrucción metódica. Me imagino que las tácticas como las que vimos de un hombre con una guataca, despiadadamente golpeando el cuello de otro hombre con vida, una y otra vez para degollarlo, van implícitas en el odio enseñado. El del Che Guevara, el que lleva al paroxismo.

En la contra portada del manual de Hamás aparece una foto del sheik palestino Abdulla Azzam, mentor de Osama Bin Laden. El venenoso folleto contenía las instrucciones que acabaron con los residentes de los kibbutz y pequeños poblados, de los participantes al festival de la paz y data sobre el potencial de respuesta de Israel. También de cómo cortar la electricidad y dónde depositar los explosivos que lanzaron en los refugios para que nadie pudiese escapar.

Pero por detalladas que fueran las instrucciones, nada fue más efectivo que el factor del odio con el que han adoctrinado a palestinos en Gaza. El que enseña Hamás a niños en las escuelas. El odio que convierte a un ser humano en una “fría máquina de matar” tal como insistía el Che Guevara que tenían que ser los soldados y como lo practicó él en vida, fusilando despiadadamente sin juicio y por el malévolo placer que le producía matar. Todavía hoy, en las escuelas en Cuba, los niños son obligados a jurar a diario: “Pioneros por el Comunismo, seremos como el Che”.

El mismo odio que se sembró en La Habana en la conferencia Tricontinental y que han adoptado todas las organizaciones terroristas del planeta. No busquen más lejos. Desde esa desafortunada isla en el Caribe secuestrada desde 1959, hasta la franja de Gaza en el Medio Oriente hoy por Hamás, la doctrina es la misma. La que Fidel Castro aprendió de Adolfo Hitler y su libro de cabecera, Mi Lucha, del cual plagio la frase: “La historia me absolverá”. ¿Dónde lo aprendió Che Guevara? Quizás su instinto criminal lo hubiese convertido en un asesino en serie, pero encontró una revolución apoyada y glorificada por la izquierda mundial. Desde la Sierra Maestra, donde comenzó la pesadilla, le escribió una carta a su padre después de haber fusilado al primer campesino:

“Tengo que confesarte, papá, que en ese momento descubrí que realmente me gusta matar”.

En las guerras no hay vencedores ni vencidos, hay víctimas. Pero no olvidemos en este conflicto quién agredió y quién fue el agredido. La paz nunca será sólida cuando se llega a acuerdos con los terroristas. Pero el terror termina cuando desaparecen las organizaciones que lo practican. También cuando desaparezcan, una vez y por todas, quienes predican el odio que lo hace posible.

Solo un odio así pudo permitir que Hitler exterminara 6 millones de judíos y que Hamás llevase a cabo un ataque tan cruel e inhumano. Pero no es solo el odio. Tampoco podemos olvidar la indolencia o el interés económico de un mundo que lo permitió entonces y tristemente lo permite hoy aún.

Por: Ninoska Pérez Castellón, periodista y escritora.

Fuente: Diario Las Américas

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