sábado, noviembre 23, 2024
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El patrimonio de la humanidad en manos de la izquierda

Escritor Invitado,

La idea de identificar una serie de lugares que por su belleza o historia merezcan preservarse para futuras generaciones, es indiscutiblemente buena. Esto es lo que decidió hacer la ONU a través de una de sus organizaciones, la UNESCO, allá por 1977, posiblemente con el objetivo de proteger algunos monumentos egipcios que amenazaban quedar anegados bajo la presa de Aswan.

Desde entonces ha llovido mucho, y la lista de lugares Patrimonio de la Unesco representa una verdadera guía turística para quien quiera conocer el mundo. De tal lista forman parte la Gran Muralla china, el Taj Mahal, Capadocia en Turquía, las iglesias rupestres de Lalibela, la Alhambra de Granada, Machu Picchu o el Gran Cañón del Colorado, por citar unos pocos lugares de los que la gran mayoría de la gente habrá oído hablar y le parecerían dignos de preservarse.

Burocratización y captación
Desgraciadamente, el proceso de selección esta lista, que es pretendidamente objetivo, está en manos de funcionarios y políticos, por lo que hay un gran riesgo de que se corrompa, como siempre ocurre con las buenas ideas cuando las implementan los Estados. Ya ocurrió con el dinero y las leyes, no va a ocurrir con el Patrimonio de la Humanidad. Es difícil identificar en qué momento habrá empezado el proceso de corrupción, y seguramente no merezca la pena. Baste avisar a quien inspeccione la lista, de que se fíe más de los lugares inscritos en los primeros años, y sea más crítico con tal inscripción conforme avance el tiempo.

El uso político de la lista de la UNESCO no es algo nuevo. Hace unos años, por ejemplo, Israel y los EEUU se salieron de la UNESCO tras decidir ésta que los sitios declarados en Palestina estaban en peligro, precisamente por el conflicto con Israel. Dicho de otra forma, que Israel representaba un peligro para, entre otros monumentos, la basílica de la Natividad de Belén.

ESMA
Sin embargo, lo que me impulsa a escribir estas líneas es la reciente inclusión en la lista del “Museo y Sitio de la Memoria de la ESMA”, en Buenos Aires. ESMA son las siglas de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, y es uno de los lugares donde se produjeron atrocidades durante la represión militar argentina de finales de los 70.

En la justificación que hace la UNESCO se habla de la “cooperación entre las dictaduras del Cono Sur de América para combatir la oposición armada y no armada de izquierda y comunista”. O sea, que la UNESCO considera que la humanidad no debe olvidar la persecución que se hizo en determinados países de las ideologías izquierdistas y comunistas. Ninguna referencia se hace a por qué se tuvo que acudir a dichos métodos y qué opinaba la población que estaba sujeta a la acción de dichas milicias izquierdistas, eso no merece la pena recordarse.

Como tampoco merece la pena recordar ninguna de las burradas que han hecho los seguidores de las ideologías “de izquierda y comunista” en países como Rusia y las antiguas repúblicas socialistas soviéticas, Camboya, Etiopia o, ¿me atreveré a decirlo?, China. Repase el lector interesado los sitios designados como históricos por la UNESCO a ver si encuentra algo que recuerde al Gulag o entidades similares en los otros países citados.

Represiones políticas buenas y malas
La situación llama más la atención al contrastarse con el otro gran régimen totalitario, la Alemania Nazi. Las acciones del régimen Nacional-Socialista[1] sí se han considerado dignas de pasar al recuerdo de la humanidad, mediante la declaración de los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau como Patrimonio de la Humanidad.

La asimetría es evidente: la UNESCO considera que la humanidad no debe de olvidar las barbaridades que perpetran los Nazis o los enemigos ideológicos de la izquierda, pero se puede correr un tupido velo sobre lo que hagan los comunistas y socialistas en pro de sus ideales. Quien se guíe por la lista de la UNESCO, en unos años pensará que la izquierda no ha hecho nunca nada malo digno de recordarse, mientras que (lo que la izquierda llama) la derecha, ha protagonizado lamentables episodios en la historia de la humanidad.

Mención especial merece un sitio Patrimonio de la Humanidad situado en Cuba, el Parque Natural Desembarco del Granma. Este sitio no ha sido declarado por su importancia histórica, sino por sus valores naturales, como es también el caso de las cataratas de Iguazu o del Coto de Doñana. No soy experto como para poder apreciar dichos valores, pero sí que he estado en algún otro parque natural, y este no ofrece nada medianamente comparable a otros que he visitado. Ni siquiera se puede comparar con el otro parque natural declarado Patrimonio de la Humanidad en Cuba, el de Alexander Humboldt. Está situado al otro lado de la isla.

Exaltación de Granma
Lo que sí encontrará el visitante nada más entrar al parque es una reproducción a tamaño natural del Granma, el barco con el que Fidel Castro llegó a la costa cubana en 1956 para empezar la fase de lucha armada de su revolución. Quien busqué algún sendero que hacer para familiarizarse con los valores naturales del parque, se encontrará con dos: uno pare recorrer el camino de los revolucionarios desde que desembarcaron hasta que llegaron a la costa, y otro para hacer otro tanto hasta la aldea de la Alegría del Pío, donde tuvieron las primeras escaramuzas con las fuerzas de Batista.

Es obvio para cualquier visitante al parque que lo que se trata de preservar para la humanidad no son los nada obvios valores naturales que pueda tener, sino la gesta y primeras andanzas de Fidel Castro y sus secuaces, que tanto daño llevan causando al pueblo cubano. Y que la única forma que tenían de incluirlo en la memoria de la humanidad es colarlo como parque natural. Otra opción no hubiera sido aceptada por muchos países miembros de la convención.

Pero la conclusión es la buscada: perpetuar en la memoria de la humanidad la gesta con la que dio comienzo una revolución comunista, olvidando sus terribles consecuencias. Si alguien de la ideología contraria tratara de hacer lo propio, no sé, imaginemos, con la sede del periódico “El faro de Ceuta”, seguro que encontraría barreras técnicas y burocráticas insalvables, aunque se tratara de colar como parque natural, muchas de ellas identificadas por los mismos funcionarios que han aceptado declarar el parque del Desembarco del Granma como Patrimonio de la Humanidad.

Corrupción ideológica de los burócratas
¿Qué lecciones se pueden sacar de todo esto que he contado? Yo creo que dos son las principales.

En primer lugar, ni siquiera ideas como el Patrimonio de la Humanidad, de naturaleza global y cuya implementación parece residir naturalmente en organizaciones estatales supranacionales, conviene dejarlas en manos del Estado. Su burocratización hace que tiendan a corromperse, y con ello arrojar dudas sobre las razones por las que se han incluido todos los elementos en la lista. Al final, es mejor fiarse de organizaciones privadas, con o sin ánimo de lucro, como es el caso de Lonely Planet.

Y en segundo lugar, esa corrupción no tiende a ser ideológicamente neutra, sino que normalmente acaba en las manos de políticos y burócratas de sesgo izquierdista, enemigos de la libertad. La lista del Patrimonio de la Humanidad se transforma así en un arma más de la izquierda contra la sociedad, como ya les ha ocurrido a tantas otras buenas ideas.

Este artículo fue publicado inicialmente en el Instituto Juan de Mariana.

Fuente: Panampost

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