CARMEN ÁLVAREZ VELA,
«Ni custodia, ni régimen de visitas y con una orden de alejamiento: el peor castigo a la madre que se lanzó al vacío con su hija en Avilés». La Sexta dixit. El peor castigo… Así a bote pronto, no suena a castigo, queridos periodistas o lo que sea que sean ustedes de La Sexta, suena más a defensa de una niña que poco antes de ser cogida en brazos por su madre y ser tirada por la ventana desde un quinto piso con objeto de matarla, hecho que jamás olvidará por más años que viva, gritaba «mamá, no me tires». Querrá La Sexta que por ser mujer la madre –sonará esto a obviedad, pero recuerden que ya nada es obvio– le den un premio o les pongan juntas en la misma habitación del hospital frente a un ventanal. No, esto no es un castigo, son medidas de defensa absolutamente lógicas sobre la menor.
No fue sólo La Sexta, ayer varios medios parecían sorprendidos e indignados por la retirada de la tutela a la madre y hacían especial hincapié en que el padre había tenido una pelea con su exsuegro horas antes. Vamos, que quedándose uno con los titulares se hacía la idea de que ahí había un carajal de padre y muy señor mío que, por supuesto, había llevado a la madre en su desesperación a hacer lo que hizo y, encima, la justicia heteropatriarcal y fascista le quitaba la custodia a la pobre madre. Sólo leyendo varias piezas de aquí y de allá, se enteraba el lector muy interesado de que el exsuegro –sobre el que pesaba una orden de alejamiento del exyerno– había ido pertrechado de un cuchillo y un martillo a hacer una visita al padre de la niña. Lo normal. Piriodismo de calidá.
Más allá de titulares abyectos, que han sido muchísimos, nuestras políticas de la cosa –las de Igualdad– no han hablado de este penosísimo hecho, del que damos gracias a Dios porque la menor está fuera de peligro. En particular, no han dicho ni pío sobre violencia vicaria, porque todo el mundo sabe que las mujeres –algo que ha resultado tan fácil ser de la noche a la mañana– no somos capaces de albergar deseos de venganza contra nuestras parejas ejerciendo violencia sobre nuestros hijos. Jamás ha sucedido ni sucederá esto por imposibilidad biológica –esto de biológico ya no lo tengo tan claro– manifiesta. Estos terribles sentimientos sólo pueden crecer y cimentarse en los hombres, no en nosotras, seres de luz.
Ni Irene Montero, ni Ione Belarra, ni Pam, ni el Ministerio de Igualdad han hecho referencia a este intento de homicidio de una madre sobre su hija en sus redes sociales y me sorprende muchísimo porque la menor es ¡mujer! ¿Ni por eso merece una mención? Es curioso porque son muy activas en las redes. Cuando se produce la muerte de una mujer presuntamente a manos de su pareja varón siempre retuitean los mensajes de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género que rezan así:
Como verán, más que una comunicación parece una celebración y también una contradicción: confirman un asesinato –tipo delictivo que sólo se puede dilucidar en un juzgado– y luego hablan de presunta violencia de género. Es absurdo. Y este chiringuito lo dirige una presunta juez, Victoria Rosell, que tiene el vuelo de su toga tan sucio del contacto con el camino que ya se tiene de pie solo.
Por fortuna, todavía quedan jueces que ponen las cosas en su lugar como en esta ocasión, a pesar de la indignación de la opinión publicada y de los ministerios ideologizados, que serán los que juzguen los hechos no para aplicar el peor castigo ni sentencias ejemplarizantes ni cosas de este tipo de los que el Derecho con mayúsculas jamás ha entendido, sino la sentencia más justa conforme a la ley.