MIAMI.- Aunque los resultados definitivos no se han dado aún, los republicanos podrían lograr el control de la Cámara de Representantes en Washington, mientras se mantiene la disputa por el Senado, luego de los comicios de medio mandato.
«Si bien en cierto modo las elecciones del 8 de noviembre fueron algo decepcionantes, desde mi perspectiva personal fue una gran victoria: 219 triunfos y 16 derrotas», dijo el expresidente Donald Trump.
A pesar de que todos los sondeos vaticinaron una ola roja en el país, el pronóstico sí se cumplió en Florida y en el condado Miami-Dade, que dejó de ser demócrata tras dos décadas de dominio azul.
El impacto
Y como ya se ha hecho un hábito o adicción, los grandes medios de izquierda dentro y fuera de Estados Unidos cazan cualquier oportunidad para desacreditar el liderazgo de Trump. Ahora utilizan el contundente respaldo al gobernador Ron DeSantis para opacar el papel del exmandatario, crear fricciones, divisiones y presentar a DeSantis como el verdadero líder nacional republicano. Un argumento que tomaría bastante tiempo y espacio en desmadejar.
Lo cierto es que [los republicanos ganaron terreno] y les servirá para frenar los nuevos proyectos de la Casa Blanca en los dos años de mandato que le restan a Joe Biden.
El impacto del control republicano de la Cámara Baja en Washington cobra connotación histórica en momentos en que intentaba afianzarse -por primera vez- una ambiciosa agenda de extrema izquierda (socialista) dentro del poder legislativo, que ha puesto en peligro la democracia y la supremacía estadounidenses; además de abrazar y difundir el odio divisivo anticonservador como premisa fundamental.
En política, las divisiones se agudizaron con la forma de gobierno de los [nuevos demócratas] empujados por los mal llamados “progresistas”, que exigieron como parte de su alianza con Biden la marginación de los conservadores y republicanos. Se empeñaron además en demonizar al expresidente Donald Trump (algo insólito en la historia de EEUU) y a sus seguidores, siempre con la complicidad de los grandes medios izquierdistas dentro y fuera del país.
La marginación
Los [nuevos demócratas] aprobaron legislaciones sin el voto republicano mediante una Ley de Emergencia bajo el pretexto de la pandemia de COVID-19.
El presidente Joe Biden y la extrema izquierda se empecinaron en aprobar un [innecesario paquete] de estimulación económica por 1,9 billones, que contribuyó a generar la inflación. Más tarde, presentó su irresponsable proyecto de ley social e infraestructura de 6 billones de dólares, que recibió por suerte el freno de varios senadores demócratas moderados y de los republicanos.
Finalmente se aprobaron por separado la Ley de Infraestructura de 1,2 billones de dólares y la denominada Ley de Reducción de la Inflación por 1,7 billones, que lo menos que hará es reducir los niveles inflacionarios, sino incrementarlos.
La ley destina cuantiosos fondos para impulsar la industria de vehículos eléctricos mediante grandes subsidios que pagan los contribuyentes: 350,000 millones de dólares. Esas subvenciones son ahora la gran disputa entre la Unión Europea y EEUU.
Europa acusa a Biden de atentar contra las normas del comercio internacional al ofrecer una [extraordinaria ayuda financiera] que pone en gran desventaja la fabricación en Europa de los vehículos eléctricos. Entre las razones del diferendo está la de otorgar un crédito fiscal de hasta 7.500 dólares a quienes compran un vehículo eléctrico fabricado en EEUU.
Ante la barrera republicana por las graves consecuencias que traerían la aprobación de los proyectos iniciales de la Casa Blanca, el presidente Joe Biden dijo: “No necesitamos para nada a los republicanos. Haremos todo lo que sea necesario para lograr nuestros objetivos y planes”.
Desde el primer día de su gestión, Biden firmó decenas de ordenes ejecutivas con el propósito de aniquilar casi todo el trabajo económico y sociopolítico de su predecesor, Donald Trump. Una postura antagónica que refutó las promesas azules de unidad nacional.
“La nueva era”
Entre los mandatos, abrió fuego contra las petroleras estadounidenses, las acusó de contaminar el planeta, regresó al país a la dependencia de los precios internacionales del crudo y emprendió lo que llamó el comienzo de una nueva era: la transición de los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón y derivados) hacia las nombradas energías limpias (solar, eléctrica, eólica, entre otras) sin siquiera un plan concebido.
Biden, además, canceló la terminación del oleoducto desde Canadá Keystone XL y cerró la línea 5 del Enbridge en Michigan. Ambos bajo un acuerdo firmado para beneficio de los precios del combustible en EEUU por el gobierno de Trump y como parte de la independencia energética lograda en el 2019.
El exceso de gastos para financiar organizaciones extranjeras sin relevancia ni prioridad para los estadounidenses ha caracterizado la política exterior del actual gobierno, muy similar a la administración de Barack Obama.
Con estas acciones y otras, el gobierno de Biden provocó la peor escalada de precios en los últimos 50 años, que se agudizó con la incitada guerra entre Rusia y Ucrania a finales de febrero del 2021. Antes de ese conflicto bélico, los precios del petróleo rondaban los 100 dólares el barril en EEUU y en Europa superaban a diario esa cifra.
Ahora, los republicanos buscan revocar gran parte las nefastas políticas económicas de la izquierda y la extrema izquierda que han hundido al país en una recesión, luego de la sorprendente recuperación emprendida tras los peores picos de pandemia en el 2020. Al salir de la Casa Blanca, Trump dejó la inflación en 1,4%. En mayo de 2021, en el cuarto mes de mandato de Biden, la inflación ya se había disparado al 5%. En marzo del 2022 llegó a 9,1%
Las prioridades
Como prioridades, el actual gobierno se centró en política exterior, abrir la frontera sur con un enorme caos humanitario y de seguridad nacional, la desastrosa salida de las tropas de Afganistán, la cacería política contra Trump y sus seguidores por los controversiales sucesos del 6 de enero en el Capitolio, la imposición de medidas contraproducentes sobre el COVID-19, el cambio climático con la aceleración de las llamadas energías limpias y los intentos de pasar en el Congreso los puntos cruciales de una agenda de extrema izquierda. Por supuesto, dejó a un lado la inflación y los verdaderos problemas de la mayoría de los estadounidenses, que tras la peor pandemia en la era moderna se enfrentaron a otra: el alto costo de vida causado por la administración Biden.
El plan de los republicanos es revertir o al menos detener la plataforma “progresista” en Washington.
“Desde el punto de vista político, tendríamos más efectividad en las cosas que realmente interesan al país. Hay una cantidad enorme de problemas por resolver en las áreas económica, migratoria y de seguridad”, indicó Jaime Florez, director de Comunicaciones para hispanos del Comité Nacional Republicano en una reciente entrevista a DIARIO LAS AMERICAS.
Kevin McCarthy, el líder republicano en la Cámara de Representantes y quien debe sustituir a Nancy Pelosi tras la derrota demócrata, presentó un extenso plan que incluye la frontera sur, la alarmante inflación, la energía, los excesivos gastos del gobierno de Biden, la crisis de semiconductores, seguridad nacional, los constantes cheques a Ucrania, la deuda pública de EEUU; el abuso de poder en la Oficina Oval, entre muchos otros puntos.
Aunque los demócratas y la extrema izquierda no reconozcan públicamente que de cualquier manera una ola roja les viene encima, ya se preparan para eso. Los detalles irán acompañados de cada batalla que surja a partir de ahora en el Congreso.
La definición concisa de los pilares que conforman el plan republicano, la ofreció Florez: “El propósito de la agenda es lograr una economía fuerte, una nación segura, EEUU libre y un gobierno responsable”.