DAVID UZCÁTEGUI,
El horizonte político de Venezuela se encuentra una vez más en la encrucijada. Estamos a la vuelta de la esquina del año 2024, el cual marcará un punto de inflexión definitivo en la historia de nuestra nación, ya que se celebrarán las impostergables elecciones presidenciales.
Sí, es cierto que estamos ante un escenario político de máxima complejidad, porque los desafíos económicos y sociales son innumerables. No es el momento de ponerse a inventar el agua tibia, porque el peso que arrastramos es nada menos que la responsabilidad con nuestro futuro. Y más que el nuestro, el de las generaciones que nos sucederán.
Pero también es verdad que, una vez más, se está presentando la confluencia de circunstancias que nos coloca ante la oportunidad de dar un giro de 180 grados al rumbo del país, en función de encaminarnos hacia la dignidad y el bienestar que son nuestros derechos.
No podremos llegar hasta ese punto de giro, que aspiramos sea histórico, si no transitamos antes por el paso crucial y determinante que serán las elecciones primarias.
Y aquí queremos hacer una reflexión urgente. Es fundamental entender que este no es simplemente un paso intermedio hacia el objetivo final. El 22 de octubre es una oportunidad única para tomar control de nuestro destino.
Hemos transitado 25 largos años que han terminado conduciéndonos a un callejón sin salida. Durante este tiempo, hemos sido testigos de una prolongada crisis política, económica y humanitaria que ha afectado profundamente a nuestra nación y a su gente. El pueblo venezolano ha sufrido enormemente.
Por eso, no podemos perder de vista que el 22 de octubre representa una oportunidad que es obligatorio aprovechar. No se trata de elegir al líder de la oposición, sino de algo que va mucho más allá: seleccionar al candidato presidencial que pueda liderar un proceso de cambio real.
El 80% de los venezolanos desea otro rumbo político. No podemos subestimar la importancia de esta cifra abrumadora, una expresión contundente de que llegó la hora de pasar la página y entrar a la nueva etapa histórica que nos espera.
Es por ello que debemos afrontar esa elección primaria como los accionistas que somos de esta empresa llamada Venezuela, que necesita un presidente de su Junta Directiva. Vamos a entrevistar a un grupo de aspirantes, a evaluar su desempeño, sus hojas curriculares, a escucharlos, a tomar notas y llegar a conclusiones.
No se trata de elegir al candidato más simpático o a quien nos caiga mejor, sino al aplicante mejor preparado para el puesto, como los jefes que somos. Vamos a ponerlo de esta manera: aquí nos estamos jugando los ahorros de nuestra vida y una decisión equivocada podría dejarnos en bancarrota y sin futuro.
No nos podemos dejar confundir, ni es hora de jugar o apostar a la confusión para sacar ganancias miopes y mediocres que pongan en juego esta oportunidad de oro. Ciertamente, antes hemos tenido otras oportunidades y las hemos perdido por errores de distinta naturaleza y calibre. Este no puede ser el caso de hoy.
Una vez más, los venezolanos recurriremos al ejercicio democrático de sufragar para expresar nuestra voluntad el 22 de octubre. Ha sido el medio a través del cual se han alcanzado los mayores logros de nuestra historia, y al mismo tiempo, se trata del instrumento idóneo para enmendar errores pasados.
La capacidad de elegir a quienes representan los intereses del votante y la posibilidad de decidir el rumbo del país serán las fuerzas para levantar nuevamente los pilares de esta nación a partir de ese día.
Por ello, mantengamos presente que, en los años recientes, hemos sufrido las consecuencias de equivocaciones como la polarización, la miopía política o el cortoplacismo. Los errores del pasado no deben ser olvidados ni subestimados. Ignorar el fin último del bienestar colectivo en favor de intereses particulares ha tenido un alto costo para esta tierra. Las lecciones aprendidas deben ser el motor que nos impulse, hacia un futuro construido a través del voto. Un futuro que comienza el 22 de octubre.
Los ciudadanos tienen la responsabilidad de informarse, participar activamente en el proceso electoral y ejercer su derecho al voto de manera consciente. Además, los líderes políticos deben comprometerse con la voluntad del voto y asumir con gallardía los resultados electorales, independientemente de cuales sean.
Si hacemos la tarea correctamente, la alternancia democrática será uno de tantos entre los beneficios que conquistaremos y se abrirá un espectro político donde cabrán todos los que trabajen por la superación nacional.
Pa’ atrás ni para coger impulso, como señala la popular frase. Venezuela debe avanzar con determinación hacia un futuro donde el voto sea el faro que guía el camino hacia el bienestar y la reconciliación.