El expresidente de argentino Eduardo Duhalde, timonel a la recuperación que en 2002 siguió a la peor crisis económica y social de la historia Argentina, ha desempolvado los fantasmas del golpismo. El lunes por la noche, durante una entrevista televisiva, puso en duda la celebración de las elecciones legislativas del año que viene y advirtió que la deriva de la crisis que acompaña a la pandemia puede terminar en una asonada militar. “No va a haber elecciones, porque Argentina es la campeona de las dictaduras militares: 14 en 50 años. Argentina corre el riesgo de un golpe de Estado”, dijo, ante el estupor de los periodistas que lo escuchaban en el canal América. Sus declaraciones lograron unir en el repudio a oficialistas y opositores.
Duhalde asumió el poder el 2 de enero de 2002, cuando Argentina se derrumbaba. La imposibilidad de cumplir con la sucesión constitucional lo puso en la Casa Rosada con el apoyo del peronismo y de la oposición de la UCR, liderada entonces por el expresidente Raúl Alfonsín (1983-1989). Su presidencia terminó abruptamente en 2003, tras la muerte en manos de la policía de dos manifestantes que participaban de una protesta. El hombre que había elegido para la sucesión, Néstor Kirchner, ganó las elecciones y se convirtió en presidente. La relación entre Duhalde y Kirchner se deterioró con rapidez y el expresidente se refugió en la retaguardia del peronismo. Desde entonces, limita sus apariciones públicas. La última lo mostró en una foto con el presidente Alberto Fernández, a quien le recomendó “dedicar dos o tres horas por día a sí mismo para no volverse loco”. Ahora volvió para encender todas las alarmas.
“Argentina corre el riesgo de un golpe de Estado, porque la verdad que esto es un desastre tan grande que no puede llegar a pasar nada bueno. La gente se va a rebelar. Se puede generar un peor clima al que se vayan todos”, dijo, en referencia al lema de las revueltas populares que terminaron con el Gobierno de Fernando de la Rúa en diciembre de 2001. Habló incluso de la posibilidad de una guerra civil y advirtió que el clima regional no ayuda a las democracias que están bajo presión. El militarismo, dijo “se está poniendo de pie nuevamente en América Latina”. Y nombró a Brasil, al que consideró gobernado por una coalición cívico militar, también a Venezuela y a Bolivia.
El martes, en otra entrevista, insistió con el diagnóstico. “Por el deterioro social llega una anarquía con olor a sangre. Si no nos juntamos, estamos perdidos. Hay deterioro social, no todos comen todos los días, la gente está desesperada; se van a matar no por una bicicleta, sino por un bizcocho”, dijo.
Las declaraciones de Duhalde cosecharon repudios generalizados. El presidente Fernández dejó la respuesta del Gobierno en manos del ministro de Defensa, Agustín Rossi, un kirchnerista purasangre que lidia cada día con los militares. “Tengo un trato diario con la realidad militar y diría que es imposible que un escenario de esas características tenga lugar en la Argentina de hoy. Las Fuerzas Armadas están absolutamente integradas al sistema democrático, quizás como ninguna otra fuerza del continente”, dijo Rossi a Radio Rivadavia.
Desde la cuenta oficial en Twitter de las Fuerzas Armadas, el jefe del Estado Mayor, Juan Martín Paleo, dijo que las expresiones de Duhalde eran “comentarios fuera de época”. Desde Juntos por el Cambio, la alianza del expresidente Mauricio Macri, calificaron de “irresponsables, graves y repudiables” las declaraciones de Duhalde.
Argentina ha perdido el temor a sus Fuerzas Armadas en un lento proceso que se inició en 1983, con el juicio por delitos de lesa humanidad a la Junta militar. Hoy, no existe una figura castrense que pueda siquiera aspirar a tener un sitio en la discusión pública, en un país donde reivindicar el pasado de la dictadura puede ser el final de cualquier carrera política. Duhalde advierte, sin embargo, que la amenaza está ahí, cabalgando sobre el deterioro de la situación social y la imposibilidad de los políticos para acordar soluciones. Sus declaraciones lograron unir a todos en un mismo rechazo.