viernes, octubre 18, 2024
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El problema son los buenos

HUGHES,

Como el Festival de San Sebastián no muestra por su cine el interés que sí brindará a Évole y Ternera, Iñaki Arteta ofreció en Internet la posibilidad de ver Bajo el silencio (2020), un documental que desarregla el cuerpo.

Bajo el silencio lleva el documentalismo y la entrevista al lugar que Évole no alcanzará. Es lo de Évole pero de verdad. Con honradez. No hay falsa impertinencia, ni fingimiento estético. El claroscuro es natural, la soledad de la cocina es cierta. Entonces, ¿por qué España encumbra a Évole y olvida a Arteta?

Porque Arteta nos muestra la realidad, y la realidad se parece mucho a lo que dice, en la película, el hijo de Ulayar, alcalde asesinado por ETA: el problema no son los malos, el problema son los buenos: «Nos traicionaron los nuestros».

El documental revela la realidad actual del «entorno de ETA». Va a por ellos, con preguntas. «Yo era uno y ahora soy otro», balbucea alguien para no tener que ajustar cuentas con su pasado. Las preguntas de Felipe Larach, tímidas al principio, van penetrando en las ‘razones’ de ETA y los rostros se demudan. Se revela la monstruosidad de esa gente, la miseria de la sociedad que los apoya. Pero al hacerlo llegamos a un incómodo punto. Mostrándonos a los monstruos, Arteta acaba rasgando el velo de la sociedad española. Nos preguntamos, atónitos, luego iracundos, cómo fue posible. Cómo es posible.

El problema son «los buenos». Quienes en Madrid aceptaron e hicieron por aceptar el «fin del conflicto». ETA no se retracta, ni renuncia a los efectos de su violencia, y tras el silencio del plomo se extiende otro, que no deja de ser acobardante. Les molesta que se les pregunte, que se indague. «Estoy incómodo con esta entrevista». No se puede hablar de ETA. Las preguntas les ponen enfermos. Les violenta (esas caras, esos ojos) que se vea su horror moral, que se perciba su indigencia intelectual. ¡Solo quieren disfrutar tranquilos de su odio! Quizás algún día se nos prohíba también hablar de ETA. Lo correcto será no tocar ese asunto.

Enfrentados a una mínima resistencia (preguntas y verdades), etarras y ‘entorno’ sacan todo lo que llevan dentro y Arteta demuestra que no hay arrepentimiento, ni reconocimiento, ni renuncia política alguna, y a medida que el monstruo revela su cara, la que nos han maquillado, sentimos que algo nos interroga y nos retrata, que algo habla ya de nosotros, de la sociedad española que consintió y ahora transige y hasta celebra su «naturalización». España no reacciona y en el mejor de los casos se refugia en una sensación de superioridad moral, la de las víctimas, que el español hace suya. «Somos mejores». Esa es otra ‘utilidad’ de las víctimas. Quedarse en eso. En la viuda que no quiere educar en el odio, que solo pide «que se estudie y sepa lo que hizo ETA». No pide mucho. Pero hasta eso le quitan y a esa viuda España le responde con olvido y desfiguración.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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