Hugo Marcelo Balderrama,
Los panegiristas del “Socialismo del siglo XXI” han sido muy eficientes tergiversando conceptos y palabras. Algunos términos sirven para conquistar terreno para su causa, por ejemplo, tolerancia, pero otros sirven como dragones de ataque a los adversarios, entre ellas, homofóbico, racista, machista y especulador, últimamente muy usado por la dictadura de Bolivia.
Tanto llenó el agua al cántaro, que incluso muchos opositores se ponen sensibles al escuchar especulación, como si fuera algo aberrante per se. No obstante, especular no es malo, o por lo menos, no es exclusivamente malo. Veamos.
Verbigracia, cuando un fabricante de chocolates lanza un nuevo producto al mercado está especulando con, al menos, dos variables: 1) precio del producto y 2) presentación. El escenario perfecto se daría cuando el consumidor acepte precio y presentación, sin embargo, eso no siempre sucede. Muchas veces puede ser aceptable el precio, pero no la presentación. En otras ocasiones, puede darse lo contrario. Que no gusten ni el precio ni la presentación sería el peor de los mundos para nuestro emprendedor, aunque usted no lo crea, suele ser muy común que eso pase. De hecho, cuando uno escucha testimonios de los hombres de negocios cae en cuenta que su camino al éxito fue saltar de metida de pata en metida de pata.
No existe acción humana que no sea especulativa. El que se acuesta a la noche, si no es un suicida, está especulando con amanecer con vida. El que se matricula a la universidad especula con recibir el título. El que asalta un banco está especulando con que le salga bien el atraco. Yo, escribiendo este artículo, estoy especulando con que resulte claro para ustedes.
En síntesis, ladrar y vociferar contra la especulación es lo mismo que oponerse a la acción humana, ya que, como bien ha dicho el gran Ludwig von Mises, «los especuladores asumen riesgos y mejoran la eficiencia al adelantarse a los acontecimientos».
Ergo, la causa de la crisis económica nacional no es la especulación, sino que Bolivia es rehén de un grupo delictivo llamado Movimiento Al Socialismo, que, desde el 2006, ha puesto al país en la ruta de la miseria.
La profundidad y gravedad de la crisis se reflejan en indicadores como Riesgo país, que para finales de junio había alcanzado 2102 puntos. En palabras simples, si queremos créditos tenemos que pagar una tasa mucho más cara, en concreto, 21% más en comparación con los países decentes.
Aunque el gobierno ha anunciado grandes «logros» en materia económica, por ejemplo, la adhesión de Bolivia al Mercosur, la visita del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva con una delegación de empresarios interesados en invertir, y los anuncios de importantes descubrimientos de hidrocarburos en el área de Mayaya, estos no han pasado de ser cortinas de humo o simples charlatanerías.
El desafío que Arce Catacora tiene es enorme, pues los bolivianos son quienes sufren la inflación, la ausencia de combustibles y la falta de alimentos. Sin embargo, a diferencia de muchos, yo no espero que el gobierno solucione esos problemas, por una sencilla razón: El problema es el gobierno.
Sucede que, desde el plano conceptual, Arce Catacora, simplemente, está aplicando las cosas que durante décadas él y sus colegas docentes enseñan en la universidad, en realidad, esas nefastas ideas se imparten en el 99% de las aulas universitarias.
Pero peor aún, son los intereses geopolíticos que se juegan en Bolivia, ya que a las dictaduras de China, Rusia e Irán les resulta muy rentable contar con una administración títere en el corazón de América Latina, y la única manera de tenerla es apoyando la permanencia de sus delfines en el poder.
En conclusión, la agenda de Arce Catacora y sus secuaces es totalmente diferente a las necesidades de los bolivianos. A ver si nos vamos dando cuenta, señores de la oposición y analistas.