Cuando el ministro de Exteriores del gobierno de Pedro Sánchez decide estrechar la mano de un esbirro de Nicolás Maduro, poco puede analizarse sin invitar a la náusea. Es evidente, desde hace rato, que al Gobierno de Sánchez y sus aliados les importa muy poco eso de aparecer retratados con los peores. Mucho más cuando puede afirmarse sin apelación que las vinculaciones directas del socialismo español con el chavismo no son ni nuevas ni superficiales. La profundidad del vínculo ata a ambas partes política y económicamente.
Es el problema de vender el alma al diablo. Cuando aquellos pobres diablos acostumbrados a vivir del dinero de las universidades se encontraron con la petrochequera chavista en su camino, nació una impúdica relación poco importaron los principios, la ética o la defensa de los Derechos Humanos y otras minucias. Con dinero venezolano dispuesto por el chavismo para comprar lealtades, era evidente que se harían los ciegos y los sordomudos en críticas todos esos Monederos, Errejones o Iglesias cuando se tratara de las crueldades del régimen chavista.
Por tanto, los retratos con sonrisas que brindaron Albares y el canciller de Maduro, no son más que una confirmación, quizás un epílogo.
El poder de una foto
En medio de la ronda anual de discursos que ante el pleno de la ONU brindarán jefes de estados miembros del organismo multilateral, normalmente pueden darse encuentros casuales u organizados para afianzar las relaciones bilaterales. Es normal también que se emitan informes pormenorizados sobre temas de interés global, sea seguridad, ambiente, alimentación o Derechos Humanos. Es el caso que en el marco de la jornada anual del organismo, se emite desde el Consejo de Derechos Humanos, un documento de más de un centenar de páginas dedicado a Venezuela que nada más en su título deja las cosas claras: “Crímenes de lesa humanidad cometidos a través de los servicios de inteligencia del Estado: estructuras y personas involucradas en la implementación de un plan para reprimir la oposición al gobierno”.
El documento, más que una explicación es una condena. Los detalles de casos, gravedad de los elementos probatorios y delimitación de responsabilidades, muestran que no hay razón alguna para considerar legítimo o legal la permanencia en el poder del chavismo en Venezuela. Los detalles que el informe muestra, son de una gravedad tan alarmante, que termina siendo inexplicable que el mundo consienta la presencia de Maduro en cualquier escenario internacional, directa o indirectamente.
Y el mismo día que se emite la condena, el mismo día que se le dice al mundo que hay una estructura criminal que en Venezuela aplica de forma sistemática la tortura y los tratos crueles y degradantes, el asesinato, la persecución y la cárcel política como herramientas para sojuzgar al pueblo, ese mismo día, con apenas unas horas de diferencia, el ministro Albares se reúne con el canciller del régimen torturador y sonríe frente a las cámaras, inmortalizando el momento.
¿Con quién compararlos? El socialismo español cada vez que quiere sacudir el pasado para justificar su presente, echa en cara las fotos de Franco con Hitler. ¿Qué los diferencia hoy de aquello? ¿Cómo podrá justificar ante la historia el socialismo español, que mientras cientos de venezolanos permanecen en los calabozos del régimen, mientras millones de venezolanos han sido expulsados de su país, mientras miles atestiguan las secuelas de las torturas y maltratos recibidos, mientras cientos de familias lloran aún la ausencia de sus seres queridos caídos en protestas reprimidas por el chavismo, han preferido retratarse con los victimarios?
¿Quién explicará esa infamia y que argumentos utilizará?
Las fotos necesarias
Es infame y no hay que dudarlo. El socialismo español ha decidido estar en la foto sonriente y sin moverse con el chavismo victimario y no con las víctimas del chavismo. Los comunicados oficiales dan una idea del por qué. El ministerio de Albares ha indicado que en el encuentro se trataron temas vinculados a las relaciones entre ambos países y en especial el tema energético. Seguramente con las sonrisas, se habló de las ventajas que tendría Repsol en la Venezuela sojuzgada por el chavismo. Quizás, con sonrisas y alguna carcajada, hablarían los dos ministros de la participación de Telefónica en las redes de control telefónico que ejercen los oscuros organismos de inteligencia en Venezuela.
O del interés de Meliá en mantener el Gran Meliá Caracas como hasta ahora, sede segura usada por el régimen para sus huéspedes ilustres y reuniones discretas sin ningún tipo de molestia de curiosos. Se lamentarían ambos seguramente del destino del ex embajador socialista en Caracas Raúl Morodo, enredado en una buena cantidad de problemas junto a su hijo por negocios con la estatal petrolera. Tantas cosas de las cuales hablar, tantas cosas por las cuales sonreír, frente a las cámaras.
Pero visto en perspectiva, la foto es útil. Porque las sonrisas frente a una cámara, no podrán ser negadas el día de mañana cuando el implacable juicio de la historia lleve al banquillo y al cadalso a quienes hoy sonríen mientras torturan. Nos debe complacer que sean tan desfachatados, porque nos ayudarán en el futuro a dejar claro donde estaban ellos cuando sus contertulios eran torturadores. No podrán decir que no sabían, ni negar su connivencia.
Todas esas fotos serán pruebas. Todos esos encuentros serán testimonios. Y todas las condenas que el régimen chavista y sus personeros recibirán tendrán al gobierno de Sánchez y sus aliados, como colaboradores necesarios del horror que se instauró en Venezuela y que más temprano que tarde veremos caer.
Porque caerán, tarde o temprano. Y con ellos, caerán sus aliados sonrientes.