HUGHES,
Elon Musk, que hace naves espaciales, se fue donde Meloni a decir cosas de sentido común y pudiendo hacerse una foto con Sánchez se la hizo con Abascal. Musk no sabe lo que ha hecho con esto. Puede acelerar el elonicidio porque ha enfadado a los de El País, que han empezado a hacer lo que hace El País cuando se enfada con alguien: llamarle ultraderechista, extremista o incluso posfascista, lo cual no tiene mucha ciencia; es más, ya lo explicó hace unos días su Defensora del lector: no tiene ninguna ciencia. Ellos siguen el Libro de Estilo, «nuestra Constitución» (quizás también la nuestra) y ahí dice que ultra es «extremista de derechas». ¿Y qué es extremista? Pues ahora mismo, decir que hay que «tener hijos».
Si solo hubiera enfadado a los progres españoles no sería tan grave, pero Musk ha enfadado también a los jerarcas europeos. Ha salido una persona muy parecida a la Defensora del Lector, el comisario Thierry Breton, para anunciar la apertura de un expediente comunitario al X de Musk, nuestro Twitter (gracias al cual sabemos al menos la cara que tiene Thierry Breton), por «desinformación, contenido ilegal y diseño engañoso».
Breton es como esta Europa: suavísimo de primeras, temible si se le observa bien. Para expedientar a Musk se valen de la Ley de Servicios Digitales, la institucionalización de la censura regulatoria en Europa. Ya no hay un entrañable censor, sino un sistema entero que nace de arriba, pero se manifiesta como una arborescencia. A medida que los medios de información se vayan arruinando, irán pasando al negocio de la verificación y el control de la desinformación. El viejo esquema medios-consumidores será sustituido por verificadores-emisores. Todos seremos fake news hasta que se demuestre lo contrario y esto se hará en el nombre de grandes palabras: Verdad, Democracia, Europa y Liberalismo, sea lo que sea ya eso.
El socialismo y el Estado transformaron el liberalismo y no sabemos qué podrá ser en manos o en boca de un poder supranacional y lejanísimo (solo Sánchez, que sabe inglés, puede regalarle patucos a Von der Leyen) movido por una ideología verdewoke.
Europa es un caniche americano, sus élites incluso tienen aspecto de caniches perversos que se han erguido y lo que vemos lo hemos visto o entrevisto antes en EE.UU. No hace tanto desenchufaban de las redes sociales a un candidato presidencial en plena campaña electoral y a muchos les parecía bien. Los liberales del Estado pequeñito acudieron al proviso de Locke para justificarlo y los del Estado grandecito no se inmutaron porque les parecía bien un Ministerio de la Verdad (verdad de la buena).
¿No te gusta Twitter? —decían— pues monta otra red social o cómprate una. Entonces te la compras, la llamas X y te abre expediente Thierry Breton porque no le han puesto el sello en la ventanilla verificadora correspondiente. El discurso europeo tiene que estar limpio como el oxígeno europeo, y el mecanismo regulador es parecido: sustituir los discursos fósiles (tener hijos, ser soberano, controlar la frontera…) por un discurso no contaminante. El papel de los científicos y su consenso lo harán los técnicos de la información, es decir, los viejos medios arruinados a los que nadie hace ya caso. Su consenso (sin clientes) se impondrá administrativamente. El Libro de Estilo regirá.