Sonia Schott,
El Partido Republicano nunca se había mostrado, al menos en público, tan vulnerable por tantas divisiones, que, al final, demostraron que más allá de la negociación política en busca de un consenso, el proceso fue casi una capitulación de la mayoría ante una minoría que demostró estar decidida a ejercer más influencia e imponer sus puntos de vista.
Habiendo obtenido el control mínimo de la Cámara de Representantes en las elecciones intermedias, la elección debía haber sido un momento de triunfo para todos los republicanos. Sin embargo, aunque el congresista, Kevin McCarthy de California, finalmente ganó los votos para ser el próximo líder de la Cámara Baja, no le fue fácil.
Después de acceder a las demandas de 20 rebeldes conservadores de extrema derecha que se le opusieron, queda por ver si su desesperado acuerdo será beneficioso para todos.
Los demócratas, que habían apoyado lealmente a su líder elegido en la Cámara Baja, Hakeem Jeffries, habían dejado a los republicanos arreglar su enredo, pero ese golpe político no era del interés de nadie.
Para que el gobierno funcione, la Cámara Baja necesita un portavoz que goce del respeto bipartidista, pero, mientras McCarthy luchaba por encontrar una salida, todo se había estancado.
Incluso las sesiones informativas clasificadas para altos miembros de la Cámara por parte del Pentágono y los servicios de inteligencia, tuvieron que suspenderse porque no había autoridad legal para que se llevaran a cabo.
El caos reinante también fue percibido por los aliados de Estados Unidos que, de alguna manera, dependen de la aprobación del Congreso para acuerdos bilaterales cruciales, especialmente países como Polonia y las naciones bálticas que necesitan el respaldo legislativo de Washington para enfrentar la agresión de Rusia.
El presidente Joe Biden, por su parte, dijo que la batalla por el “presidente de la Cámara Baja no es mi problema”. Si bien, técnicamente la opinión del mandatario fue correcta, las repercusiones en el Congreso inevitablemente tienen un impacto en su programa gubernamental particularmente cuando llegue el momento de discutir el límite de la deuda nacional.
Quizás una de las consecuencias más significativas de la prolongada lucha entre republicanos parece revelar las futuras posibilidades presidenciales de Donald Trump.
El exmandatario, anteriormente considerado como la figura más poderosa del Partido Republicano, hizo un llamado a los disidentes de la Cámara Baja para que votaran por McCarthy, pero pareció ser ignorado en un principio, aunque el entonces aspirante a dirigir el cónclave legislativo, en su discurso de aceptación, no perdió la oportunidad para decir «no creo que nadie deba dudar de su influencia», refiriéndose a Trump.
Con esta frase, pareciera estar confirmando un Quid Pro Quo para apoyar a Trump durante la campaña presidencial para regresar a La Casa Blanca en 2024.
De igual manera, el flamante líder de la mayoría republicana busca cubrirse las espaldas ante las exigencias de los 20 rebeldes republicanos que abogan por la promesa de instalar conservadores de extrema derecha en los comités clave de la Cámara Baja y una nueva regla que permite que un solo legislador puede tener el poder de pedir la destitución del presidente de la Cámara Baja.
Esto podría significar problemas en el futuro para McCarthy, aunque el liderazgo republicano de Trump envía señales mixtas para ser considerado un as bajo la manga.
Todavía se tiene presente, que durante las elecciones de mitad de mandato el impulso de Trump no fue suficiente, ya que los demócratas mantuvieron el Senado y los republicanos obtuvieron solo una pequeña mayoría para tomar el control de la Cámara.
El hecho de que 20 republicanos estuvieran preparados para resistir los pedidos iniciales del expresidente parecería indicar que ya no tiene tanto control.
Sin duda, esa es una mala noticia para el expresidente y posiblemente alentadora para Ron DeSantis, gobernador de Florida, quien parece ser su rival más probable para la nominación presidencial republicana en 2024, si es que se decide.
De cara al futuro, McCarthy no tendrá la influencia política de la que disfrutó la demócrata Nancy Pelosi y, de hecho, el ala de extrema derecha del Partido Republicano dominará la Cámara Baja.
De cualquier manera, esto no es un buen resultado para la minoría demócrata. Tales divisiones dentro del partido mayoritario de la Cámara Baja podrían hacer insoportable la vida en el Congreso e imposibilitar la misión de legislar.