MANUEL AGUILERA,
No es una broma. La de China en Latinoamérica es una invasión silenciosa que busca la hegemonía en el ámbito económico pero también en el político e incluso en el militar.
La mancha de aceite china se extiende además en la región borrando la huella de la otrora poderosa huella de los EEUU. Aunque, Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de toda la región por su relación preferente con el vecino mexicano, pero si miramos el dato sólo de América del Sur, la cosa cambia. China lidera la relación con estos países. El intercambio comercial entre China y Latinoamérica alcanzó los 495.000 millones en 2022, cuando en 2000 apenas alcanzaba los 12.000 millones de dólares. De seguir este ritmo, algunos expertos estiman que para el 2035, este comercio podría superar los 700.000 millones de dólares, según datos de Oxford Business Group.
La consultora británica se basa en estadísticas de la Administración General de Aduanas de China, las cuales revelan que en 2022 China fue el principal socio comercial de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. Se espera que Brasil, Chile y Perú le destinen más de 40% de sus exportaciones en 2035.
Esta semana nos enterábamos por el Financial Times que Estados Unidos había expresado a Perú su preocupación porque China se está haciendo con el control total de partes críticas de la infraestructura del país sudamericano. Este control incluye el suministro de electricidad de la capital, Lima, y un nuevo megapuerto en la costa del Pacífico.
“En los grandes temas geoestratégicos, el gobierno peruano no está suficientemente concentrado en analizar los beneficios y amenazas para el país”, dijo un alto funcionario estadounidense al Financial Times bajo condición de anonimato.
En abril, la empresa energética italiana Enel anunció la venta de su negocio eléctrico peruano, que suministra energía al norte de Lima, a China Southern Power Grid International por 2.900 millones de dólares. El resto del suministro eléctrico de Lima se vendió a otra empresa china, Three Gorges Corporation, en 2020. Three Gorges también es propietaria de Chaglla, una de las represas hidroeléctricas más grandes de Perú. Si la venta de Enel se concreta, podría llegarse a una concentración del 100 por ciento del mercado de distribución de electricidad de Lima en manos de la República Popular China.
La sorpresa y el regaño al gobierno peruano de la administración norteamericana por la escalada china en el país sudamericano me recuerda a una escena de la mítica película Casablanca. Aquella en la que el capitán Renault grita haciéndose el sorprendido en el casino, “qué escándalo aquí se juega” e inmediatamente un empleado le entrega un sobre con sus ganancias. Tanto sabía el capitán Renault que allí se jugaba ilegalmente como hoy en día el gobierno de Biden que China es cada vez más poderosa en América Latina.
Y encima el problema no acaba en China y su influencia en Perú. Hay otros ejemplos de gobiernos del lado oscuro de la fuerza y su expansión en la región. Al mismo tiempo que China financia la construcción de reactores nucleares en Argentina, Rusia fortalece su presencia en Bolivia con un proyecto de central nuclear, y en Venezuela, donde en 1999, EEUU contaba con 11 activos de petróleo y gas, ahora tiene sólo 6, mientras que China, Rusia, Bielorrusia y Cuba tienen 14. Irán, por su parte, renovará el complejo más grande de refinería del país gobernado por Maduro. Mientras, desde Washington miran hacia otros problemas y lugares del mundo que le parecen más urgentes de resolver.
No sé si como reza el titular de este artículo, en América Latina acabarán hablando en chino en lugar de en español pero lo que es seguro es que si la administración de Estados Unidos -ya sea demócrata o republicana- no despierta a tiempo va a tener un conflicto irresoluble con sus vecinos del sur.