TONI CANTÓ,
Yolanda Díaz habla. Sube el pan y bajan las acciones de Aena. 650 millones ha costado su salida del tiesto. La señora y los suyos se enfadan si se les pregunta por la contradicción entre los vuelos cortos que quiere prohibir y el gusto que le han pillado al Falcon. Su equipo, entre los que está Pisarello, ese espécimen que vino huyendo de Argentina para hacer de España otra Argentina, dice que ella es una jefa de estado —no saben ni qué es eso—, y que va muy liada. Deben creer que los demás nos tocamos la birola.
Pam hace pucheritos y denuncia los ataques que recibe por su físico. Yo niego la mayor. No los recibe por eso. Pero pongamos que Pam tiene razón, que no la atacan por su ley del sí es sí, por su chulería, por su burlas a los efectos de su ley suelta-violadores. En ese caso bastaría tirar de hemeroteca y recordar cómo llamaba Pam a una compañera: «Puta coja». ¡Vaya! La frase lo tiene todo. En cualquier caso, habría que recordarle bajo qué circunstancias practican política algunas mujeres de derechas. ¡Incluso algunos hombres! Que te llamen gorda es una estupidez. Envuélvete en una bandera española, date una vuelta por el País Vasco y que los pro etarras te hagan un paseíllo de insultos y escupitajos, vete a Cataluña y mira cómo desinfectan una plaza donde has hecho un acto con escolta, acude a una manifestación del colectivo LGTBI o sal del congreso cuando lo rodea Podemos bajo una lluvia de insultos, mecheros y latas de cerveza… Eso sí son emociones fuertes, Pam.
Irene Montero se queja de que no hubiera mujeres entre los redactores de nuestra constitución. Se refiere a mujeres de izquierdas, ojo. Las de derechas no cuentan. Las mujeres de izquierdas son las que, entre otras cosas, redactaron la ley del sí es sí. Imagina la Constitución de Irene, Pam y Vicky Rosell. De la Pepa a la Charo. Sólo con el lenguaje inclusivo nos hubiéramos echado unas risas. Ellas han conseguido que pasemos del puesto cinco al veintisiete en la lista de los países con mayor bienestar para las mujeres. En sólo cinco años. Veintidós puestos menos. Todo un récord. Y siguen dándonos lecciones.
Acabaremos tocando fondo. Pero todavía queda. En Argentina son capaces de votar al que los ha hundido en la miseria. Aquí también. El síndrome de Estocolmo. Ahora seguirán vendiéndonos la pobreza como algo positivo. Hay que decrecer, el medio ambiente lo merece. No salir de casa durante el fin de semana rebaja la ansiedad e ilumina la mente. Las maravillas del coliving, cómo volver a compartir piso. Staycation: quedarse en casa en agosto es cada vez más cool. Treintañeros adolescentes sin casa pero con humor. Friganismo, la última dieta hipster: coger comida de la basura. Sundring: el tender de toda la vida. Upcycling: cómo darle una oportunidad a ese objeto que te sobra. El sharing, compartir porque no nos llega. Coduching, así, como suena.
Sólo son capaces de crear pobreza. Y nos la venden desde el Falcon.