El reclamo por un cambio del rumbo político, económico y social ha movilizado a los chilenos, particularmente desde la revuelta social de octubre de 2019. Desde entonces se instaló el lema «no eran 30 pesos, eran 30 años», en referencia a que no fue el aumento del pasaje del metro el detonante de las protestas, sino las tres décadas en las que la desigualdad social ha aumentado de la mano del crecimiento económico.
Pero en la campaña para el balotaje ocurrió lo que Morales calificó irónicamente de «milagro». Ambos candidatos tuvieron que «modificar sus programas de gobierno, llevándolos incluso a ambos a valorar los últimos 30 años de gobiernos democráticos».
La mitad de los electores chilenos se dice indeciso de cara al balotaje, prácticamente el mismo porcentaje (53%) de personas que no ejercieron en la primera vuelta su derecho a voto, voluntario desde 2012.
«Esto hace que esa sea la gran incógnita para el próximo domingo. Cuántos indecisos que no votaron en la primera vuelta van a salir esta vez. Eso hace que estemos ante un final imprevisible», advierte Claudio Fuentes, politólogo y profesor de la Universidad Diego Portales.
Desencantados y asustados
El desencanto con los políticos y sus partidos en Chile es un reflejo más del derrumbe de la confianza en todas sus instituciones, factor que ha alejado a los electores.
Pero además, según apuntan líderes de opinión y sociólogos, la elección del domingo resucitó un clima de plebiscito similar al de 1988, cuando la ciudadanía tuvo que votar Sí o No a la continuidad del dictador Augusto Pinochet (1973-1990).
Kast fue parte visible del Sí; la familia Boric, hizo campaña por el no. La ciudadanía votó por librarse del régimen militar.
«Una participación muy baja (como la actual) también refleja una especie de desencanto o disgusto con la política y las opciones disponibles», apuntó a la AFP Michael Shifter, Presidente Diálogo Interamericano, en Washington.
«La gente no está tan polarizada como las dos opciones políticas», agrega Shifter, al enumerar los temas que mueven a una mayoría: extender derechos sociales y hacer reformas para mejorar la educación y la salud, «pero también quieren orden y lidiar con la delincuencia».
El analista considera que «no son ideas contradictorias», pero los dos candidatos impulsaron estas propuestas como si fueran temas de un bando u otro.
«Hay mucha desinformación, muchas exageraciones, como que Boric es otro Chávez (…) al final la mayoría de los chilenos que voten el 19 de diciembre lo hará por miedo al otro. Porque no quieren un Chile más derechista o porque tienen miedo de que Boric vaya a ser controlado por el partido comunista y se convierta en otra Venezuela», dijo.
En esta segunda vuelta el tema de «la paz y el orden» caló hondo en la opinión pública y reprocharon a Boric haber apoyado una ley para indultar a los detenidos durante los disturbios de 2019, a los que la izquierda considera «presos políticos», pese al vandalismo perpetrado.
Kast, del Frente Social Cristiano, ganó en noviembre con 27,91% de los votos; Boric, del Pacto Apruebo Dignidad, del que forma parte el Partido Comunista, obtuvo 25,83%.
Pero ante el hecho de que solo el 47% de los 15 millones de electores acudieran a las urnas, ambos optaron por virar hacia el centro y cambiar los puntos más radicales de sus programas en política fiscal, fondos de pensiones e igualdad de género.
La prohibición de encuestas 15 días antes de las elecciones abrió la puerta a las especulaciones sobre el resultado de los comicios.
En los últimos días, se han disparado los ataques personales contra los candidatos.
Fuente: Diario las Américas