José Gregorio Martínez,
Con el comunicado divulgado este lunes por Edmundo González Urrutia todo parece indicar que ya él llegó “hasta el final”. Aunque María Corina Machado diga lo contrario e insista en que el exdiplomático de 75 años es el presidente electo –tal como lo demuestran las únicas actas publicadas–, el exilio en España parece tener condiciones que ponen a ambos en caminos distintos: el retiro y la resistencia.
Es evidente que la salida de González del país no obedece a una estrategia política sino más bien a una decisión personal que toma un camino distinto al proyecto de liberación de Venezuela liderado desde el comienzo por la indiscutible ganadora de las primarias, quien era la candidata natural para enfrentar a Nicolás Maduro en las urnas. Sin embargo, ante la ratificación de su inconstitucional inhabilitación y el bloqueo a la postulación de Corina Yoris –la representante de confianza de Machado para sustituirla en el tarjetón electoral– el apoyo de última hora al llamado “candidato tapa” (inscrito inicialmente solo para preservar el puesto) fue tan improvisado como el exilio. ¿Fue un error entonces apoyarlo? No. La improvisación muchas veces obedece a las circunstancias. Y si bien no conduce inevitablemente al fracaso sí implica un alto riesgo en el camino al éxito.
Sin duda el destemplado comunicado de Edmundo González desalienta a más de uno. Y es que no hace tanto ruido lo que dice como lo que omite. Después de haber manifestado en un escueto audio al llegar a Madrid que su salida del país estuvo rodeada de “presiones, coacciones y amenazas” y que continuaría su “lucha por la libertad y la democracia en Venezuela”, ahora baja el tono para abogar por una “política del diálogo” y resaltar su incompatibilidad con el “resentimiento”, limitándose a expresar su “gratitud infinita” a quienes lo han apoyado “en Venezuela y el mundo”, sin dejar de “reivindicar el trabajo y el esfuerzo de María Corina Machado quien lideró este proceso electoral”. Un mensaje que para muchos tiene un amargo sabor a despedida, justamente por las evidentes omisiones. En ninguna parte de esta carta hace referencia al hecho de que él es el presidente electo, según lo demuestran las actas, y tampoco ratifica la indiscutible realidad de que el 28 de julio se cometió un fraude electoral en Venezuela.
Además, son muchas las explicaciones que le debe al país. El medio español El Debate publicó este domingo detalles de las presuntas condiciones que le habría puesto la dictadura chavista para dejarlo salir de Venezuela, entre estas apartarse de la política. Con el comunicado publicado este lunes bien se podría presumir que Edmundo González estaría cumpliendo con el compromiso firmado con el régimen para retirarse al exilio. Ese mismo régimen que incumple los documentos firmados con la oposición en presencia de mediadores internacionales, siendo el Acuerdo de Barbados la última de tantas negociaciones inútiles.
También han surgido versiones que indican que solo se le habría permitido emigrar junto con su esposa, pero no con su hija, quien seguiría en Venezuela como rehén del régimen para garantizar que cumpla con lo acordado. Adicionalmente, el Gobierno español le tendría prohibido a González dar declaraciones de carácter político. Y aquí surgen varias preguntas válidas: ¿Por qué no sacó a su familia de Venezuela antes de las elecciones para evitar ponerle rehenes al chavismo en bandeja de plata? ¿Por qué asilarse en un país gobernado por un socialista como Pedro Sánchez y no en la Argentina de Javier Milei? ¿Realmente está actuando en coordinación con María Corina Machado?
Presión en las calles, de Caracas a Madrid
La respuesta a esta última pregunta está cerca. En cuestión de horas se sabrá si –como parece evidente– quedará solo en manos de María Corina Machado liderar esta nueva etapa de resistencia en la lucha contra el fraude cometido por el régimen chavista. Por el momento, las declaraciones que ofreció Machado poco después de divulgado el comunicado de González muestran dos realidades distintas. De hecho, la convocatoria de la líder de la oposición a concentrarse este martes todos los venezolanos que se encuentren en Madrid frente al Congreso de los Diputados, donde se estará debatiendo una propuesta para reconocer a Edmundo González como presidente electo, parece más una presión al exdiplomático para que no se aparte de sus lineamientos que una protesta contra el fraude.
Sin duda, Machado está dejando claro que no se rendirá, pero además está presionando a González para que tampoco se rinda, no solo insistiendo en que él se juramentará el 10 de enero como jefe de Estado sino trasladando la presión en las calles a Madrid, aprovechando la enorme diáspora de venezolanos que en manifestaciones pasadas ha demostrado ser una de las más activas en el mundo. Si esta presión no tiene efecto y él opta por el retiro, la resistencia que encabeza María Corina sufrirá un revés importante. Si bien es cierto que ella es la líder política que encarna el movimiento popular en el país y quien tiene conexión con la gente, en el tablero internacional es González Urrutia quien puede aglutinar apoyo institucional por haber sido en la formalidad el candidato que derrotó a Maduro en las urnas y el único que está en capacidad de cobrar el triunfo electoral.
Un respiro interno sin apoyo externo
Hasta el momento, el régimen de Nicolás Maduro se anota una victoria en esta batalla que trasciende el terreno electoral, pese a haber quedado desnudo ante el mundo por el descarado fraude cometido el 28 de julio que no ha logrado legitimar. Ni con la írrita sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a su servicio ni con el absurdo adelanto de la celebración de la Navidad ha conseguido pasar la página. La salida de Edmundo González del país es, sin duda, el mejor movimiento con el menor costo político que ha logrado para sus intereses; sin embargo, su talante autoritario ante el mundo sigue siendo inocultable y la presión de la comunidad internacional no cesará, aunque en este momento pueda estar un poco desorientada.
Por este motivo, el secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, expresó la disposición de su gobierno a mantener la presión para “no permitir que Maduro y sus representantes se aferren al poder por la fuerza”, tras ratificar que “el candidato ganador Edmundo González sigue siendo la mejor esperanza para la democracia”, pese a su exilio.
El giro en los acontecimientos que ha significado la salida de Edmundo González de Venezuela y su comunicado –desalentador para mucho– muestra otra improvisación de la oposición, pero sin olvidar que su candidatura también fue producto de una decisión improvisada de última hora ante los obstáculos puestos en el camino por el régimen y, pese a no haber logrado cobrar hasta el momento, el objetivo de ganar y demostrar la victoria con las actas se consiguió.
María Corina Machado sabía que apoyar a Edmundo González era una aventura incierta. Sin embargo, no había otra opción. Por un lado, asumía el riesgo de perder todo lo conseguido con su gesta heroica de desafiar a una dictadura aceptando sus reglas si algo salía mal. Pero, por el otro lado, respaldar a un outsider que no era de su círculo cercano le sirvió para consolidar su liderazgo ante el evidente desprendimiento que significó hacer a un lado sus intereses personales en pro del bienestar nacional. Esto fue lo que permitió no solo endosar todo su caudal de votos al nuevo candidato sino además unir a una fragmentada oposición, conformando una coalición donde coincidieron distintos partidos y dirigentes políticos, incluso muchos que han sido detractores de la exdiputada liberal.
Ahora, avanzar con una eventual juramentación de Edmundo González el 10 de enero es un movimiento mucho más arriesgado y hasta podría ser calificado de delirante, sobre todo porque él no parece –hasta el momento– estar en sintonía con esta decisión. Pero tampoco hay que olvidar que el proceso ha esta plagado de improvisaciones y giros inesperados de lado y lado, pues aunque el régimen parecía tener el control de la situación hasta el día de la elección, es evidente que la derrota por una diferencia de casi 40 puntos, el anuncio de un resultado apresurado con errores matemáticos básicos y no poder convencer ni a sus aliados históricos ni a los escasos observadores internacionales acreditados de su supuesto triunfo no estaba en los planes de un oficialismo obligado también a improvisar y cometer errores que no ha podido tapar ni con el uso de la fuerza que lo sostiene en el poder.