HUGHES,
La revelación de los amigos de Jeffrey Epstein no está provocando en España, país feminista, «grande polvareda», sino más bien la justita. Dar la información es una mínima concesión del establishment a la llamada ultraderecha, casi una derrota en la que no van a demorarse mucho. Ser ultraderecha ahora es estar más allá de los medios. Creo que, de significar algo, ultraderecha ahora significa eso: «Allende los medios».
Yo me debí dar cuenta hace unos años, cuando tras haber osado criticar al New York Times, un veterano periodista se acercó a mi lugar en el periódico y con tono de sincera preocupación me llamó la atención por dudar de un diario tan serio. Estaba mirando por la salvación de mi alma…
Lo haría yo a cuenta de algún asunto de Trump, que fue el parteaguas de muchas cosas. Trump era el asunto y sigue siendo el asunto. Es El Hombre, es la cuestión.
Trump no tenía ni tiene nada «iliberal». Era un neoyorquino televisivo que cabía en un episodio de El Príncipe de Bel Air. ¿Cómo va el fascismo a aparecer junto a Carlton Banks? Trump defendía la Constitución de la gran y única democracia mundial, aumentó los salarios reales de todo el mundo, minorías y mujeres incluidas, defendía la vida y posaba con una bandera gay, y ofrecía una política internacional tendente al pacifismo y el diálogo. Nada había de tremebundo en eso, así que el esfuerzo por pintarlo de Mussolini fue tan colosal como aberrante. Siete, ocho años después de su irrupción política, los suavísimos cuatreros informativos y académicos que realizaron ese trabajo de «fascistización» siguen donde estaban. Su medro cotizó al alza y no paró.
La labor de desacreditar a Trump por haber salido a hacer de Rudiger contra el globalismo tomó varios caminos y todos resultaron falsos. Uno fue la trama rusa, otro el feminismo. Trump era considerado un agresor sexual y un machista estepario frente a la empoderadora Hillary. Por entonces, ya por 2016, la primera campaña, se sabía lo de los vuelos de Bill Clinton al falansterio menorero de Epstein pero todo era considerado parloteo de extrema derecha, algo que decidieron invalidar llamándolo «fake news». En esto, el papel de los peperoides, centristas, y racionales que ahora nos dan lucrativas clases fue principal. Epstein quedó como seña conspiranoica y la actitud ante su muerte separó también dos mundos: el de la credulidad conforme y el de la, digamos, rebeldía epistemológica, por decirlo como lo diría un phd, senior analyst o similar.
Pero la mayor parte de la gente ni sabía quién era Epstein. Se le ha dedicado poco tiempo y ahora que salen las revelaciones no lo van a remediar. Pase p’a un lao, pase p’a otro lao, estocazo y a otra cosa. Dan la noticia porque no darla sería quizás demasiado, pero la dan sin profundidad, sin ira y sin consternación. «Asunto poco trascendente», dijo un eunuco duopólico el otro día. Hombre, lo es y mucho. Que en la Monarquía Leticiesca, o sea, la casi República Federal Asimétrica Feminista haya que explicarlo… Así que estos medios que no se cansan de mentir decidieron hacer algo peor que mentir, mezclar verdad y mentira, metiendo a Trump entre los contactos de Epstein, en la misma frase que Clinton o el Príncipe Andrés. Hay amigos, conocidos y saludados y Trump prohibió el paso a Epstein en Mar-a-Lago por alguna razón. En Trump está todo, ahí se juega la partida. Todo lo demás son formulaciones exóticas derechistas. Todo lo demás ya es, en realidad, salirse del tablero. Perder. Trump en realidad les disputa la ortodoxia constitucional y el recto liberalismo. Son ellos, los otros, los que han descarrilado.
Sobre la red de Epstein irán saliendo cosas. No diremos que «helarán la sangre» porque aquí sólo hiela la sangre un beso a Jenni (de Rubi hetero) o un papelazo (a Rubi gay) y es probable que lo que salga sirva para no llegar al fondo del asunto. Dejarlo estar. Esos hilos turbios, ¿quién los tensaba? ¿Sólo el vicio? El caso Epstein tiene algo de límite. ¿El poder se obtiene para el sexo o es el sexo el que sirve a otro poder? ¿Qué hay en la cúspide, al final? Esto podría explicarlo este caso estrepitoso que los midia han decidido no «jennificar».