jueves, noviembre 14, 2024
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Escurriendo el bulto

Andrés Villota Gómez,

Juana Afanador, una de las principales ideólogas de la extrema izquierda colombiana que pertenece al selecto grupo de intelectuales y de grandes librepensadores comunistas contemporáneos —al lado de Susana Boreal, María Fernanda Carrascal, Agmeth Escaf, Cielo Rusinque y Laura Sarabia— desde su óptica radical de fundamentalista de extrema izquierda, dijo en su cuenta en X (Twitter): “No mk (sic) el ELN parece aliado del CD y de la derecha guerrerista que, lo último que le interesa, es la defensa de la vida. No hay derecho, liberen al papá de Lucho Díaz…”.

Al margen de la contradicción que supone para una líder del movimiento abortero colombiano, hablar de la defensa de la vida, lo que muestra la opinadora es una práctica común entre el comunismo, que consiste en desmarcarse de los crímenes y actos vergonzantes perpetrados por otros comunistas iguales a ellos y ubicarlos en sus antípodas del espectro político. La extrema izquierda convierte a sus miembros, militantes y amigos cercanos, en sus enemigos, diciendo que pertenecen a la extrema derecha.

Sin importar el poder de influir en la sociedad colombiana, que pueda tener una persona que opina en un medio de comunicación tradicional, que perdió la gran mayoría de su audiencia, lo relevante, es la aplicación de una estrategia que, con el tiempo, va a convertir a un “movimiento nacional socialista obrero”, como el Ejército Nacional de Liberación (ELN), en un grupo perteneciente a la extrema derecha al que la extrema izquierda debe combatir para proteger al pueblo.

La socióloga opinadora no se inventó esa estrategia. Tampoco es una creación de Sebastián Guanumen. Simplemente, se trata de retomar los principios de la simplificación y de la transposición, que ya se los había inventado Joseph Goebels, Ministro de Ilustración y Propaganda del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NAZI).

El principio de simplificación consiste en fabricar a un enemigo sencillo de identificar y de definir como una potente amenaza para la sociedad en su conjunto y son ellos, los que tienen el monopolio para combatir a ese gran enemigo común.

Focalizan su odio en ese enemigo artificial. En Colombia, el enemigo común, son los herederos de los ejércitos privados del Cártel de Medellín que se disputan el monopolio del negocio del narcotráfico y del tráfico de niños, con las FARC y el ELN, por eso, para la extrema izquierda colombiana, el enemigo a combatir son los que bautizaron como paramilitares, simplificado en “paracos”.

El principio de transposición culpa de todos los crímenes y desgracias propias a sus oponentes. Los nazis y sus herederos comunistas, frente al Holocausto judío y todos los crímenes de guerra perpetrados durante la Segunda Guerra Mundial, ubicaron a los autores del crimen en la “extrema derecha”.

También se inventaron que Hitler era de “extrema derecha” porque las monarquías y la iglesia católica siempre apoyaron a los nazis y su esquema de dominación suprema. Es imposible que una monarquía sea de derecha porque su esencia (la de la monarquía) es de carácter totalitario, dictatorial. Un dictador comunista es un rey si corona.

¿O a algún rey lo han elegido de manera democrática? ¿O el expolio a gran escala disfrazado de impuestos, de los que se alimenta una monarquía, son propios de regímenes de derecha que se basan en el libre mercado?

Américo Carnicelli en su libro, “Historia de la masonería colombiana” (1833-1940) habla de la unión, confederación y ayuda mutua entre los masones y la iglesia católica. ¿O es democrática la elección de un obispo? ¿O se puede decir que las ideas comunistas del líder supremo de la iglesia católica, el papa Francisco, son propias de un miembro de la extrema derecha?

En el momento que los comunistas empezaron a escurrir el bulto frente a sus amigos y copartidarios del Nacional Socialismo Obrero Alemán, después de haberlos aclamado y recibido con vítores cuando invadían a sus países, la sociedad era lo suficientemente instruida, estructurada y con criterio, como para no creer que un partido comunista como el nazi era de extrema derecha, por eso les tocó esconder y prohibir que la gente leyera el libro “Mi Lucha” escrito por Hitler porque ahí dice que él es comunista.

Sin embargo, después de 70 años, el deterioro en la calidad de la formación académica y la aparición de la inteligencia artificial ha permitido que una sociedad sin criterio y que dejó de pensar porque una máquina piensa por ellos, crea que un partido socialista obrero es de extrema derecha. Entonces, la extrema derecha es mala porque está integrada por gente muy mala porque los nazis de la “extrema derecha” cometieron unos crímenes imperdonables.

Además, para los comunistas, sus oponentes son malos porque promueven la libertad y, en lo económico y en lo político, la extrema derecha promueve la democracia, el libre mercado y las libertades económicas y civiles que van en contravía de los postulados comunistas en los que el Estado es el dueño de todo y controla y domina a la sociedad.

Hace poco, caminando por Buenos Aires, Argentina, veía una propaganda de un político de extrema izquierda que le decía a los argentinos que sus oponentes políticos les iban a quitar todos los “derechos” que Juan Domingo Perón les había dado.

Ese es el discurso, esa es la narrativa del comunismo en el mundo. Después de haberle quitado todo al pueblo, se venden como los que les van a restituir todo lo que les quitaron pero, para que eso pase, toca darle todo al Estado para que lo haga.

Los nazis, siempre han sido una minoría, una élite que ha usado su inmensa riqueza para financiar los esquemas de dominación evitando que la plebe, los mantecos, los ñeros, el populacho, el lumpen, se subleve. Por eso recurrían a los golpes de Estado pacificadores que lograran apaciguar el escenario de caos que crean ellos mismos para poder dar paso “legítimo” a sus gobiernos totalitarios.

La tecnología, hoy, les dio las herramientas para dar golpes de Estado electorales sin que puedan ser cuestionados porque invocan a la Constitución para blindar la forma espuria cómo se toman el poder. Las multitudes en las calles que se manifiestan en contra del régimen esclavista nazi, son reprimidas de forma brutal.

A pesar de ser una gran minoría, los nazis están en todas partes, ubicados de manera estratégica. Algunos en la política, en los burócratas, en las monarquías, en los bancos centrales, en la academia, otros en los medios de comunicación, en las redes sociales y varios en las empresas globales, en las oenegés, en las iglesias y en las comunidades religiosas.

Son los mismos que dicen odiar a Santiago Abascal, a Jair Bolsonaro, a Nayib Bukele, al presidente Javier Milei, al presidente Donald Trump o al presidente Álvaro Uribe porque proponen acabar con el modelo de dominación comunista y porque los acusan de ser “nazis de extrema derecha”, en aplicación de los principios de simplificación y de transposición, incluidos en la biblia de la propaganda nazi creada por Joseph Goebbels.

El triunfo arrasador del presidente Javier Milei en Argentina, plantea enormes retos para los dueños de la narrativa comunista en el mundo y su esquema de dominación impuesto desde 1941, año en que se creó el “nuevo orden”.

El sistema de dominio del nuevo orden estaba cimentado en el desconocimiento total de un modelo sin la intervención del Estado, sin pago de impuestos, aranceles, multas o licencias, con monedas nacionales respaldadas en oro y lleno de libertades. Así funcionaba el mundo, antes de la Segunda Guerra Mundial.

Escurrir el bulto es lo único que le queda a los comunistas, empezar a reubicar a sus amigos delincuentes, en el otro lado. Es clara y obvia, la decadencia del comunismo y su modelo de dominación social. La libertad avanza.

Fuente: Panampost

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