La socióloga Silvia Pedraza subraya: “Se fueron cuando la revolución sacudió el viejo orden social con medidas como la nacionalización de la industria estadounidense y la aplicación de la ley de reforma agraria, así como el rompimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con Estados Unidos”.
El éxodo de Camarioca en 1965 marcó una nueva etapa en el fenómeno de la emigración. Numerosas embarcaciones partieron desde el pequeño puerto matancero rumbo a Miami.
Pedraza sostiene en su artículo Las olas migratorias: “Recogieron miles de parientes para traerlos a EE.UU. Debido a la crisis y a la simpatía del presidente Lyndon B. Johnson por los cubanos, a los que percibía como víctimas del comunismo, Washington y el gobierno cubano negociaron la salida de los cubanos a través de un puente aéreo. Los llamados Vuelos de la Libertad estuvieron transportando cubanos diariamente hasta 1974.”
Durante ese lapso se estableció el Programa de Refugiados Cubanos y entró en vigor la Ley de Ajuste Cubano, medidas que facilitaron los desplazamientos venideros. Según cifras oficiales más de 250.000 cubanos lograron salir de la isla 1965 y 1974.
La tercera oleada fue en 1980, caótica, diseñada por la dictadura con precisión quirúrgica para librarse de una parte de la población descontenta y aprovechar la ocasión para incluir individuos indeseados. Desde el puerto cubano llegaron entonces a EEUU unos 125.000 cubanos.
El clímax de los años 1990, ante la desaparición del campo socialista y, por ende, el sustento económico, a base de regalías, que mantuvo a flote la ineficiencia e incapacidad del régimen castrista se tradujo en descontento popular.
Los cubanos se lanzaron al mar en rudimentarias embarcaciones, arriesgando sus vidas de disímiles maneras para escapar. En el verano de 1994, durante la denominada crisis de los balseros, unas 34.000 personas lograron huir, aunque las cifras nunca serán exactas pues no existe una contabilidad sobre aquellos que tristemente perecieron en la travesía y dejaron sus anhelos de libertad en el Estrecho de la Florida.
El caos forzó a un nuevo acuerdo migratorio entre Washington y La Habana, con los cuales se otorgarían 20.000 visas cada año y se implementó la política ‘’de pies secos y pies mojados» .
Luego llegaron los llamados ‘bombos’, el incremento de las reclamaciones, la nueva modalidad del ‘balsero terrestre’, que atravesaba fronteras procedentes de Ecuador, Colombia y otros países de Latinoamérica hasta que el entonces presidente Barack Obama decidió poner fin a pies secos, pies mojados en el 2017, como parte de su plan de acercamiento con el gobierno cubano para materializar un cambio en la isla que no sucedió.
Hoy, abrumados por la crítica situación económica actual, el incremento en el índice de represión, la ausencia de libertades fundamentales y la incertidumbre que plantea la pandemia de coronavirus, los cubanos reviven los fantasmas del periodo especial y se encuentran en ese Dejá Vu que comentamos antes.
“La historia se repite. Ese es uno de los errores de la historia”, sentenció Charles Robert Darwin, el naturalista inglés.
En Cuba, al menos, nada ha cambiado para bien y en el medio de todo se encuentra la familia cubana, sus fracturas y divisiones. Muchos piensan que el presidente Joe Biden reactivará los pies secos pies mojados. Sin embargo, es necesario recordar que él era el vicepresidente cuando la práctica se eliminó, y al parecer su tendencia es continuar el acercamiento en busca de cambios en la isla.
La llegada de Biden a la Casa Blanca, unido a los mecanismos de desinformación del régimen cubano en contra de Donald Trump pudieron haber contribuido a fomentar la idea de un escape más fácil. Ahora, un elemento para tener en cuenta es que todos los grandes éxodos antes mencionados han ocurrido durante presidencias demócratas.
El escenario no es halagüeño. De los 71.021 solicitantes de asilo que esperaban en México por el procesamiento de sus solicitudes de ingreso a EEUU alrededor del 16% eran cubanos, según datos federales de inmigración. Existe una cifra similar, aunque mayor cercana a los 79.000 casos de inmigración abiertos en el Centro Nacional de Visas a la espera del funcionamiento de la embajada estadounidense en La Habana.
Cerca de 200 balseros cubanos han sido detenidos por la Guardia Costera en lo que va del año fiscal 2021, lo que presupone un aumento de casi el 400% en comparación con el año anterior.
Muchos se preguntan qué pasaría si miles de cubanos se lanzan al mar para alcanzar territorio de los EEUU sin los privilegios de antaño. ¿Cuál sería la posición de la actual administración? ¿Hará concesiones al gobernante cubano designado Miguel Díaz Canel para que alivie presión? o se hará el de la vista gorda para dejarle la papa caliente a Biden.
Los congresistas de Florida Mario Díaz-Balart y María Elvira Salazar presentaron un proyecto de ley para sentar las bases de un nuevo programa de reunificación familiar de los cubanos. No obstante, el Gobierno cubano rechazó la oferta, como era de esperar.
El abogado de inmigración Santiago Alpízar en conversación con DIARIO LAS AMERICAS sostiene que “ese programa (Reunificación Familiar Cubano) está concebido con un procedimiento establecido, incluso muchas personas que participaron en él pagaron por los trámites. Una de las órdenes que emitió el presidente Biden tendía a establecer un puente para la reunificación de las familias y pidió al Departamento de Seguridad Nacional y a inmigración que implementaran este tipo de políticas…este programa trajo muy buenos resultados porque lo que hace es canalizar las 20.000 visas que por acuerdo migratorio se le han estado concediendo a los cubanos y debido a la cancelación temporal de este programa ya no se están otorgando desde hace varios años. Esto facilitaría nuevamente el flujo migratorio adecuado y mesurado desde Cuba a los EEUU a través de puentes más seguros y cercanos”.
Biden puede reinstaurar el programa de un plumazo, pero no lo ha hecho.
Al parecer el manojo de sentimientos compartidos en torno al descontento, la escalada represiva de la dictadura comunista, el desabastecimiento, la escasez y la disminución de las remesas desde el exterior en medio de la llamada tarea de ordenamiento podría estar cocinando, al menos en teoría, la posibilidad de una nueva ola migratoria, aun sin conocerse las vías.
¿Qué sucedería si la olla toma presión y no tiene por donde liberarla? El opositor Gorki Águila recordó la frase: “Lo bueno que tiene esto, es lo malo que está poniendo”.
Fuente: Diario las Américas