Arturo Murillo, ex ministro de Jeanine Áñez, tiene información que cabe en tres terabites sobre las conexiones de Evo Morales con el narcotráfico y ahora está a punto de entregársela a la justicia de Estados Unidos.
La semana pasada, desde una cárcel en Miami, Murillo admitió haber cometido el delito de soborno y lavado de dinero en un banco, lo que le convierte en un testigo protegido de la justicia de ese país.
La noticia puso muy nervioso a Morales. Dijo en una entrevista de radio que todo eso era muy sospechoso, dando a entender que Murillo podría entregar información delicada, que le perjudique.
¿Qué puede temer el dirigente de las seis federaciones de cocaleros del Chapare y ex presidente de Bolivia de lo que pueda contar Murillo a los jueces norteamericanos?
La pregunta ha sido respondida por el propio Morales: “A los antiimperialistas que defienden la patria grande, si no los acusan de corrupción, es de narcotráfico”.
Sabe el cocalero que Murillo entregará documentos para acusarlo de haber estado, o estar todavía, vinculado con la actividad de transformación de la coca que se produce en la región de la que es dirigente vitalicio.
Antes de ser ministro, Murillo había sido propietario de un hotel en Chapare, que fue incendiado por los cocaleros de Morales, dando lugar a esta rivalidad que ahora llega hasta los tribunales de justicia de EEUU.
En esa región no rigen las leyes de Bolivia sobre la propiedad privada. Nadie puede ni vender ni comprar un bien inmueble en Chapare sin el consentimiento del “sindicato” correspondiente. Y todos los sindicatos, reunidos en federaciones, responden a Morales. Una dictadura que el cocalero quiso extender a toda Bolivia.