Editorial La gaceta de la Iberosfera,
Anda muy desubicado el Partido Popular desde la noche del pasado domingo. Algo normal, por otra parte, en una formación que dos semanas antes de las elecciones ya vendía la piel de un oso al que perseguía por Toledo en vez de donde los plantígrados suelen estar: peñas arriba. Para más información sobre la cuestión, recomendamos leer al clásico montañés don José María Pereda y, quizá, las fábulas de La Fontaine.
Entendemos, por supuesto, la desubicación e incluso el desnorte del Partido Popular. Cualquier alma sensible puede comprender la difícil digestión de la amarga realidad después de haber pasado semanas repartiéndose ministerios y otros sillones. Semper infidelis.
Incluso podemos llegar a disculpar la ausencia de reconocimiento del daño que han causado con su campaña contradictoria en la que ofrecían acabar con el sanchismo pidiendo los votos del socialismo y garantizando que no pactarían con los deplorables de Vox, el único partido dispuesto a tenderles la mano.
Aceptamos, por lo tanto, que el Partido Popular y su todavía líder anden tambaleantes y desorientados, igual que un boxeador grogui al que han metido una paliza formidable en el decimosegundo asalto y que ha perdido a los puntos tras flotar como una mariposa los once asaltos anteriores.
Es una dura derrota, sobre todo cuando la estrecha amistad peligrosa del todavía líder del PP con los sacudenogales del PNV parece haberse enfriado hasta los -273 grados kelvin. El cero absoluto, igual que los escaños que va a recibir del nacionalismo vasco.
Pero lo que no debemos admitir es que en medio de este aturdimiento, ciertas baronías regionales del PP y alguna que otra fundación de su órbita se hayan lanzado al desagradecimiento, acción y efecto de desagradecer, falta grave de educación, propia sólo de personas pequeñas y mezquinas.
Además del expresidente Aznar, valedor del corrupto socialista Lula da Silva y que hubiera querido votar a Joe Biden, la ingratitud domina hoy a los dos presidentes regionales del PP que gobiernan Andalucía y Madrid con mayorías absolutas. Los dos deben sus primeras presidencias a la generosidad de Vox. Generosidad jamás correspondida, incluso traicionada; pero, hasta hace poco, al menos no desagradecida.
El presidente andaluz, Juanma Moreno, el mismo que mintió a lo socialdemócrata en la jornada de reflexión acerca del partido de Santiago Abascal señalándolo como «un poquito homófobo», se quitó ayer la corbata en el Parlamento andaluz para desagradecer a Vox que sus diputados le hubieran hecho presidente asegurando que «son el mayor aliado de Pedro Sánchez». Increíble en un PP que deshoja la margarita de la Gran Coalición, pero ingrato.
La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, no es desagradecida de palabra, pero sí de obra, pensamiento y acción. Su mayoría absoluta, de momento, además de para liquidar a cualquiera que pudiera hacerle sombra en el Consejo de Gobierno y de organizar una purga formidable —esta sí— de liberales, la ha utilizado para torpedear las posibilidades de que los diputados de Vox puedan cumplir con su cometido de control del Gobierno en el Pleno y entorpecer su labor legislativa reduciendo su representación en las comisiones. No tenía por qué hacerlo. Estos gestos desagradecidos no compensan otros apenas decorativos.
Resulta lamentable que los dos únicos presidentes regionales del PP que lo fueron gracias a Vox y que hoy ya no necesitan a la formación patriótica, se lancen de esta manera, de palabra o de obra, a la demolición y derogación de quienes tanto les dieron a cambio de tan poco. Pero más que triste, que lo es, revela la ambición extrema de estos dos barones por colocarse en un buen puesto de salida en la sucesión del todavía líder del PP presentándose como los aniquiladores de Vox.
Si esa es la táctica, que lo es, la desaconsejamos con viveza. A los hechos recientes de la pésima campaña electoral del PP y a la prueba del millón largo de votos ganados por la formación de Abascal con respeto a las autonómicas del pasado 28 de mayo nos remitimos.
Tratar de derogar a Vox sólo conduce a la frustración. Para cualquier duda sobre esta afirmación, consulten con Guardiola, López Miras o el líder del PP. Con el todavía líder del PP.