viernes, septiembre 20, 2024
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FUERZA CÍVICA, DEGENERACIÓN POLÍTICA Y NUEVA PEDAGOGÍA POLÍTICA.

Dr. Frank López.

¿Se han dado cuenta ustedes que María Corina Machado ha ido doblegando a todo un régimen, armado hasta los dientes y apoyado por delincuentes, sin alzar la voz y sin proferir una sola vulgaridad? ¿Lo han visto? ¿Y han visto que también Edmundo González, sin levantar la voz y sin proferir una sola vulgaridad, ha logrado una asombrosa aceptación, no sólo entre la clase profesional sino además entre los sectores populares más incrédulos? Pues eso no es casual, esa fuerza interior que exhibe MCM y el señor Urrutia, con la que han ido inspirando a la población y doblegando poco a poco al régimen, no es un misterio, antes por lo contrario, es una fuerza que todos podemos cultivar, es algo harto conocido desde la antigüedad griega. La descubrieron los primeros metafísicos, fue investigada por la Escuela de los Cínicos y también por los Estóicos.

CARACTERÍSTICAS Y EFECTOS DE ESTA FUERZA EN LA SOCIEDAD.

Esta es, nada más y nada menos que, la fuerza interior que sostiene la vida de cada uno de nosotros y que al someterla a la fuerza de contención de la concupiscencia, que impide su desenfreno, se convierte en fuerza ciudadana que tiene el poder de transformar a las personas comunes y corrientes en ciudadanos. Esta es, pues, la fuerza que define nuestro carácter (Aristóteles) y esta es también la fuerza donde reside el poder que vemos en líderes como MCM.
Pero esta fuerza ciudadana que, como hemos dicho, se cultiva a través del ejercicio de la fuerza inercial de los buenos hábitos, que los griegos llamaron virtudes y que Nietzsche llamó “la vis inertiae” de los buenos hábitos, esta fuerza ciudadana, repito, al agruparse socialmente y adquirir dirección y sentido por medio de una estrategia, se convierte en una poderosa “fuerza cívica”: la que hoy vemos abrirse paso en las calles venezolanas con MCM y EGU a la cabeza.
Es esta fuerza cívica la que, por nacer de los buenos hábitos, tiene en su ser la capacidad sociológica de crear las costumbres y definir el carácter de las naciones, como sostuvo Aristóteles. Por esta razón estamos hoy maravillados de observar un nuevo carácter que está surgiendo del fondo profundo de una población por largo tiempo sometida a la humillación y a la miseria.
Pero adicionalmente, es también esta fuerza cívica, la que crea la ley jurídica, porque, al ser la ley el comportamiento de la población (Platón, Aristóteles, Kant, Hegel) y al ser, este comportamiento habitual de la población, lo que conocemos por costumbres, entonces, esta fuerza cívica, al estar sacudiendo a la población venezolana de las indeseables costumbres que se nos habían impuesto por largo tiempo, está creando hoy las condiciones de posibilidad para el surgimiento de nuevas leyes y para el surgimiento de un nuevo estado de derecho que – si este proceso nos lleva hasta el final- terminará sepultando la arbitrariedad del Socialismo del Siglo XXI devenida en “marco jurídico”: es oportuno decir en este punto, que tal como se ve, a despecho de los formalistas jurídicos, está fuerza es el verdadero poder constituyente de las repúblicas.

LAS INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS QUE REVELARON ESTA FUERZA.

La verdad es que la existencia de esta fuerza ciudadana había sido imperceptible para muchos hasta que se tropezó con la aguda mirada de los grandes sabios de la antigüedad: con Sócrates y su discípulo Platón, con Aristóteles, con Antístenes y con Zenón de Citio. Y a partir de entonces, ya durante la baja Edad Media, fue objeto de reflexión filosófica de Tomas de Aquino. Manteniéndose como objeto de investigación durante la ilustración en la filosofía kantiana del Derecho, particularmente en su “Metafísica de las Costumbres”, y en “La filosofía del Derecho” de Hegel.
Como se observa, una línea de argumentación que se ha mantenido por muchos siglos y que infructuosamente intentaron los contractualistas del siglo XVII (Hobbes), con la neutralidad axiológica moderna, que abarcó hasta el formalismo jurídico de Hans Kelsen y H.L.A., Hart, para quienes el Derecho no guarda ninguna relación con el contenido moral sino con sus puras formas.
Hoy podemos mirar, cómo en la restitución de las democracias modernas, casi extinguidas por los regímenes políticos aliados con el crimen organizado, aquella idea del Derecho descubierta por los sabios de la antigüedad, no sólo sigue siendo particularmente evidente, sino, además, incontrovertible en el Derecho Consuetudinario, en el que las buenas costumbres se vuelven regla jurídica.
En todo caso, las investigaciones filosóficas que dieron lugar al descubrimiento de esta fuerza cívica y de sus extraordinarios efectos sobre la construcción social y jurídica de la realidad son sumamente abundantes en la literatura de la antigüedad: la hallamos en el siglo V a. C. en la Escuela filosófica Socrática-Platónica y en la Escuela Aristotélica del siglo IV a.C. Al igual que en la Escuela de los Cínicos fundada por Antístenes, discípulo de Sócrates. Y también en la Escuela Estoica del siglo I d.C., fundada por Zenón de Citio.
De modo que la genealogía de este proceso filosófico de descubrimiento de esta fuerza cívica y de sus efectos sobre la restauración del orden republicano puede leerse en los diálogos platónicos del siglo IV a.C.; en la literatura aristotélica del siglo IV a.C., como “La Política” y la “Ética Nicomaquea”; en obras cínicas como los “Diálogos de Antístene” del siglo IV a.C;, las “Diatribas de Crates de Tebas” del siglo III a.C.; y también en los escritos de Diógenes Laercios del siglo III a.C.; al igual que en las obras de la Escuela Estoica de Zenón de Citio como “Control de las Pasiones”.
Una literatura que nos revela la longevidad de un programa de investigación filosófico que siguió abierto hasta la Escuela Estoica romana del siglo I a.C, cuando aparecen publicadas valiosas obras como: el “Manual de Epiceto”, escrito por Epíceto; o como las “Cartas a Lucillo”; o un libro de obligada lectura como “De la vida bienaventurada”, escritas por Séneca.
Textos en los que, los grandes pensadores de la antigüedad dejaron un abundante registro de esta gran sabiduría hoy casi olvidada por una civilización eminentemente técnica, en la que el hombre abandonó el cultivo de su fuerza interior como medio de relacionamiento con el mundo, para optar por un tipo de relación técnica basada sólo en fuerzas exteriores, en la fuerza física-técnica. Lo cual nos convirtió en una civilización de la técnica, que se representa a sí misma con la máxima de Arquímedes: “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo.”
En fin, un programa de investigación filosófico que se extendió por cuatro siglos y cuyos aportes fueron tan determinantes para nuestra civilización occidental, porque, del mismo modo como en el siglo XVIII Newton descubrió las fuerzas que operan en la naturaleza y de cuyo dominio salió el mundo industrial moderno, asi, igualmente, estos sabios de la antigüedad, descubrieron la fuerza cívica que opera en la sociedad y de cuyo dominio salió nuestra civilización ocidental.

LA FUERZA CIUDADANA EN MCM, EGU Y EL NUEVO MODO DE HACER POLÍTICA. .

Esta es pues la fuerza ciudadana que le ha dado el poder a MCM y a permitido la gran aceptación del candidato EGU. La misma fuerza que mostró MCM cuando, sin odio y sin bajar la mirada, es decir, con la fuerza interior de la virtud de la valentía, le dijo ladrón al presidente Chávez en su propia cara: algo que nadie jamás se atrevió a decirle. La misma fuerza que le ha permitido imponerse al régimen y a sus contradictores de la oposición, ya que ha sido mediante la fuerza intelectual de la virtud de la prudencia, es decir, del correcto discernimiento, del que se ha valido para tomar las mejores decisiones y conducir acertadamente, en cada adversidad, a la ciudadanía hacia su libertad. Una fuerza ciudadana que hemos podido apreciar cuando fue inhabilitada, cuando pretendieron sabotear las primarias, cuando
impidieron la postulación de la doctora Corina Yoris y todos pensában que había sido derrotada por una maniobra de Rosales, pero además cuando intentaron impedir la inhabilitación de la tarjeta de la MUD y cuando
intentaron impedir la postulación de EGU y no pudieron. En todas estas adversidades, y en todos los múltiples ataques de sus contradictores de la misma oposición, que cobardemente claudicaban sin resistir las imposiciones del régimen, las fuerzas morales de la fortaleza, la valentía y la templanza, la mantuvieron moralmente firme, con la serenidad que da la templanza.
Pero también ha sido esta misma fuerza ciudadana la que le ha permitido mantener intacta su coherencia y su integridad moral en los múltiples y duros momentos de prueba, donde la firmeza de sus decisiones le han elevado su estatura política de incuestionable lideresa política, salvándose de ceder a las innumerables y constantes presiones que han chocado y se han estrellado reiteradamente contra esta fuerza de su firmeza.
Sin embargo, esta fuerza ciudadana no sólo le ha servido para demoler con serenidad estos grandes obstáculos que insistentemente le ha puesto el régimen, y para vencer intelectualmente a los líderes de la oposición que, con explicaciones de todo corte, buscaron insistentemente sacarla de la contienda. sino, además, para sembrar la virtud espiritual de la esperanza entre la ciudadanía que, confiada en su fuerza, la sigue cada vez con mayor entusiasmo.
En suma, ha sido la fuerza de las virtudes morales, intelectuales y espirituales, la que le ha permitido: mantener su coherencia intelectual, su esperanzador entusiasmo y su honestidad a toda prueba. Y le ha posibilitado además, convertirse en una inspiración espiritual y moral para los millones de seguidores que han sido empoderados también por esta extraordinaria fuerza.
Es pues, esta misma fuerza que todos llevamos en nuestro interior, que fue descubierta por los sabios de la antigüedad y que había sido adormecida en los venezolanos por los partidos tradicionales y el Socialismo del siglo XXI, la que exhibe y ha estado activando MCM en cada uno de las persona comunes y corrientes que hoy se plantan firmes frente a sus otrora verdugos.
LA PEDAGOGÍA DE LA NUEVA FORMA DE LA POLÍTICA.

Ya hemos dicho que la fuerza ciudadana se ejercita mediante la práctica de los buenos hábitos o virtudes. Sin embargo, desde la antigüedad, los filósofos se formularon la siguiente pregunta: ¿Pueden ser enseñadas las virtudes? O lo que es lo mismo: ¿Puede ser transmitida la fuerza cívica mediante la enseñanza?
La respuesta de los primeros metafísicos a esta pregunta abarcó más de cuatro siglos de investigación y discusión. Ya: en el “Menón,” uno de los diálogos platónicos, Sócrates le argumenta a Menón que las virtudes no pueden ser enseñadas directamente, es decir, de forma tradicional, sino que pueden aprenderse mediante el ejercicio del diálogo, la autoreflexión y el conocimiento de sí. Mientras que en la “República”, sin embargo, Platón concluía que las virtudes pueden ser enseñadas mediante la educación en virtudes. No obstante, fue Aristóteles, en este sentido, quien mejor despejó esta duda cuando, en varios textos como “La Política”, “La Retórica” y la “Ética Nicomaquea”, el estagirita argumentó que, así como todas las cosas en los seres vivos, las virtudes permanecen en potencia en las personas y sólo se manifiestan en actos mediante la educación. Concluyendo que las virtudes morales se aprenden mediante la costumbre, es decir, la enseñanza del hábito en el tiempo, mientras que las intelectuales requieren de la enseñanza y la experiencia. Una conclusión que el filósofo demostró con la educación de Alejandro Magno: el más joven, más grande y brillante estratega militar de todos los tiempos.
De modo que, para los primeros metafísicos, las virtudes pueden ser enseñadas, sólo que, mientras que las virtudes morales -como la justicia, la firmeza, la templanza, etc.,- solo pueden ser enseñadas con el ejemplo y con el tiempo, las virtudes intelectuales -como la intuición, la prudencia, la filosofía, el arte y la sabiduría- requieren del cultivo de la razón y la experiencia.
En este sentido, consciente o no, MCM ha desarrollado una pedagogía en la transmisión de las virtudes o de la fuerza ciudadana a la población venezolana: educa en las virtudes morales mediante su ejemplo de valentía, de templanza, de firmeza, de justicia; al tiempo que transmite el valor de las virtudes intelectuales mediante su prudente retórica, rica de sensatas propuestas de soluciones a los grandes males que vive el país. Del mismo modo como se empeña incansablemente en enseñarle a sus seguidores su convicción de que… “Está lucha no es una lucha cualquiera, es una lucha espiritual, es una lucha del bien contra el mal”. Y corrijo yo: ciertamente, no es una lucha cualquiera, pero además de ser una lucha moral, del bien contra el mal, es también una lucha intelectual, de la verdad contra la mentira, y también una lucha espiritual, de la esperanza, la fe y el amor contra la desesperanza, la resignación y el odio fratricida.
Ha sido este proceso pedagogico, “incrustado” en la columna vertebral de sus actos políticos, el que ha permitido que personas comunes y corrientes, mediante esta enseñanza de la fuerza de las virtudes, se empoderen y se transformen en ciudadanos. Y son estas personas comunes y corrientes, como las Hernández, transformadas en ciudadanas, quienes, sin vulgaridades y sin bajarle la mirada a los funcionarios, se plantan con carácter frente al régimen. Gente cuya fuerza ciudadana las ha sacado del anonimato, al convertirlas en: más determinadas, más autónomas, con una firmeza que infunde respeto y la admiración de sus conciudadanos.
De modo que, lo que hemos estado viviendo en cada rincón de Venezuela, ha resultado un extraordinario fenómeno sociopolítico y educativo, en el que, las personas otrora vulnerables y desvalidas, anuladas por la humillación y ahora empoderadas por este proceso sociopolítico y educativo, se están reencontrado consigo mismas a través del reencuentro con su dignidad que habían perdido.
Un fenómeno en el que, las personas otrora desesperanzadas y desmoralizadas, temerosas y confundidas por las predicas socialistas, hoy, empoderadas por la fuerza espiritual de la virtud de la esperanza y de la fe, y por la fuerza moral e intelectual, colman las calles, avenidas y carreteras, movilizándose valientemente, alzando sus voces con la determinación de vivir con dignidad: sin el yugo miserable de los bonos, ni de las humillantes limosnas de las cajas Clap que los había convertido en pordioseros, en discapacitados sociales. Una degeneración humana, producto de haber perdido su fuerza ciudadana y,por tanto, su condición de ciudadano.
Sin dudas, estamos viviendo un extraordinario fenómeno que nos ilustra. Que nos revela el modo cómo personas comunes y corrientes, en el aprendizaje y el ejercicio de sus virtudes, se van transformando en ciudadanos que, orgullosos, van saliendo del anonimato social, económico y político en el que han vivido, para perfilarse como honestos trabajadores, juiciosos estudiantes, honrados emprendedores, en fin: como los hombres y mujeres libres de una república democrática.
Pero este fenómeno que vivimos revela un dato adicional. Nos muestra además, cómo estos ciudadanos, transformados por la enseñanza y el ejercicio de sus virtudes morales, intelectuales y, particularmente de sus virtudes espirituales (como la caridad o el amor fraternal ), están devolviéndole a sus conciudadanos los sentimientos de confraternidad y solidaridad, que la lógica degenerativa del régimen le había suprimido mediante el odio y la división inoculadas desde esta lógica perversa, que opera fabricando súbditos subhumanos.
De modo que este proceso, al tiempo que va haciendo que la ciudadanía se vaya reencontrando con la fuerza de los sentimientos empáticos, al mismo tiempo va restituyendo la dignidad ciudadana y restableciendo los vínculos de hermandad y de amistad, que van haciendo que la sociedad vaya reconstruyendo sus nexos amistosos (Aristóteles) y regenerando su tejido social.
Esta es pues, la fuerza ciudadana que vemos en MCM y también en EGU y que ha sido activada hoy en Venezuela. La fuerza que ha hecho de estos líderes unos ciudadanos equilibrados: sin los temblores que produce la cobardía, que nos lleva a subordinarnos, y sin el odio ciego que produce la temeridad, que nos lanza irracionalmente al precipicio del peligro, profiriendo vulgaridades para darnos falsos ánimo .
Y esta es la pedagogía de esta nueva forma de hacer política que estos nuevos líderes han introducido hoy en el proceso político venezolano y cuya dinámica no sólo busca la salidas de un gobierno, sino, y esto es lo más relevante, la regeneración del tejido democrático de una sociedad extraviada en la barbarie.
MCM ESTÁ REVOLUCIONANDO LA VIEJA FORMA DE HACER POLÍTICA. ESTÁ CAMBIANDO EL TABLERO DEL JUEGO POLÍTICO.

Como vemos, MCM ha cambiado la forma de hacer política y la forma de ser político. Una nueva forma de hacer política a la que le es correlativa una nueva pedagogía política, que se distancia enormemente de la forma tradicional, burocrática, practicada por socialistas y opositores. Una nueva forma cuya esencia descansa en la práctica, la enseñanza y el ejercicio de la fuerza de las virtudes. Que hace que la práctica política sea, en ese sentido, una práctica de crecimiento de la fuerza moral, intelectual y espiritual de los ciudadanos. Y no la tradicional práctica de degeneración cívica a la que, inexorablemente, debía conducirnos y nos condujo, la política tradicional, toda vez que su lógica no se orientaba a hacer crecer la fuerza cívica que adecenta la sociedad, sino al ejercicio maquiavélico de: las “zancadillas”, los acuerdos espurios por debajo de la mesa, las maniobras que llaman estrategias, la demagogia como forma normal de engañar sin cargos de conciencia, la hipocresía, el interés individual, y, en definitiva, el desenfreno de las pasiones que conducen al disfrute concupiscente de los recursos públicos para la satisfacción desmedida de los apetitos, al odio y la violencia. Es decir, una vieja forma de hacer política que ha degenerado a los políticos, desprestigiado la política y degradado la sociedad. Digamos con claridad, que nos ha degradado a todos: a docentes, alumnos, médicos, enfermeros, pacientes, militares y policías de todos los rangos, empresarios, comerciantes, sindicatos y sindicalistas, gobernantes, y al resto de los estamentos sociales de un país que una vez estuvo poblado de más gente trabajadora, estudiosa, honrada y honorables, que truhanes y delincuentes.
Y fue esta vieja forma de hacer política la que degeneró, en menos de una década, a las nuevas generaciones de líderes salidos de las universidades con la ilusión de rescatar al país. Fue esta vieja forma de hacer política, la que borró la diferencia entre los políticos de izquierda y los de derecha, entre los de oposición y los del gobierno, igualándolos en la degeneración.
Una forma que no podía sino hundir, tanto a los partidos de oposición como de gobierno, en el mismo desprestigio. Que hizo fracasar a la descentralización, a la salida de Chávez en 2001, a la Coordinadora Democrática, a la Mesa de la Unidad Democrática, al parlamento del 2015, al G-4, al Gobierno interino y la que nos condujo a la decadencia de la democracia y al extremo de la degeneración: el Socialismo del Siglo XXI.
De manera pues, que lo que estamos viviendo hoy es el extraordinario espectáculo del cambio de la forma de ser político y de hacer la política. De una nueva forma que no requiere que el político “tenga burdel”, como se le exigía a los jóvenes políticos. Un nuevo modelo de ejercicio político que está probando que no es cierto que hay que gritar vulgaridades para conectarse con el pueblo. Y lo más incontrovertible: que se puede arrinconar a un régimen tiránico sin levantar la voz ni proferir vulgaridades.
No se requiere ser.muy inteligente para comprender, que sólo profundizando esta reforma de la vieja política, podremos seguir transitando con éxito hacia una apertura democrática bajo el liderazgo de una verdadera y sana sociedad civil.
Por todo lo anterior, en estos días cercanos al 28-7, días de mayor forcejeo del poder, necesitamos, nosotros y todos nuestros miembros, testigos de mesas, colaboradores en la logística y los que defenderemos el triunfo, activarnos en esta nueva política: ejercitar la fuerza de nuestras virtudes intelectuales, para tener convicciones sólidas frente a la ilusión demoníaca del Socialismo del Siglo XXI; ejercitar la fuerza de nuestras virtudes morales, para no dejarnos desmoralizar con facilidad por un régimen que lo va a intentar todo por debilitarnos, desmovilizados y convertirnos en discapacitados sociales; ejercitar la fuerza de nuestras virtudes espirituales, para no desesperanzarnos y mantenernos con mucha fe que vamos a salir de esta tragedia en la que metimos a nuestros hijos y a nuestros nietos.

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