viernes, octubre 18, 2024
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Gabriel Boric y la estafa comunista ante la extinta socialdemocracia

Los medios masivos en todo el mundo parecen que tienen el mismo staff de edición. A la hora de presentar a José Antonio Kast lo hacen como el candidato de “extrema derecha”. Sin embargo, cuando introducen a Gabriel Boric, no se hace referencia a ningún extremo. Simplemente es el abanderado de “la izquierda”. No hace falta analizar demasiado como para darse cuenta que el extremo está representado en el hombre de la coalición “Apruebo dignidad”.
Un fundamento en este sentido es el de las intenciones de romper con el sistema que tiene Boric. Aunque el candidato ponga el foco en las supuestas desigualdades del sistema, y proponga “repararlo” para mejor, lo cierto es que sus intenciones son muy diferentes. Desarticular absolutamente todo para comenzar a construir su proyecto igualitarista (que iguala para abajo, claro).

Claro que Chile tiene desafíos. Pero todas las correcciones que tenga que hacer son dentro del sistema. El país tiene la calificación de deuda externa más favorable del continente americano, es la economía más desarrollada de la región luego de Estados Unidos y Canadá. En América Latina su desarrollo es el más dinámico y cuenta con una competitividad envidiable para todos sus vecinos. Boric, hasta antes de ayer, celebraba la dictadura chavista en Venezuela. Y si alguien tiene alguna duda sobre cuál sería el rumbo de su gestión, puede escuchar al embajador kirchnerista en Chile, Rafael Bielsa, que ataca duramente al candidato Kast.
El voto en el balotaje es como la comida en el avión en un asiento de económica: “Pasta or chicken”. Es lógico que mucha gente no se sienta identificada en un 100% con los candidatos de las segundas vueltas, pero puede que esta elección chilena sea una de las que menos tengan que ser pensadas. Un candidato propone seguir en un sistema que ha otorgado muchos más éxitos que fracasos y el otro quiere romper todo, como muchas variantes de la izquierda en la región.
Los procesos de estabilidad institucional de occidente luego de la Segunda Guerra Mundial, que oscilaban entre centro-izquierdas y centro-derechas responsables, que no sacaban los pies del plato y fortalecían las instituciones de los países en cada elección, duraron poco en América Latina. Hasta ahora, Chile y Uruguay fueron dos de los países de la región que caminaron en este sentido, luego de la tardía recuperación democrática en la región.
Más allá de las críticas que uno puede hacerles a las gestiones de Michelle Bachelet, Pepe Mujica o Tabaré Vazquez, sus gestiones no tuvieron la finalidad de romper el sistema y entregaron el mando a sus sucesores, ya sea del mismo partido o de la oposición. Lo mismo hizo la centro-derecha lavada de Mauricio Macri o Sebastián Piñera. Pero la influencia de Cuba, Venezuela y el Foro de San Pablo terminó por extinguir a una socialdemocracia, para reemplazarla por propuestas populistas, que llegan al Gobierno para dinamitar absolutamente todo.
Gabriel Boric representa esto. José Antonio Kast, más allá de lo que uno pueda cuestionarle o criticarle, aunque se lo señala como el candidato del “pinochetismo”, es al menos garantía que no utilizará el Estado para convertirlo en su propia estructura partidaria, para buscar perpetuarse en el poder. Si Chile tiene la suerte de que sea electo, en las próximas elecciones se podrá votar por otra propuesta, ya sea dentro de las opciones de centroderecha, o de una socialdemocracia que no tenga fantasías y deseos de establecer una dictadura comunista.
Chile tuvo la suerte con la que no contó Argentina, que cada vez que la moneda giró en el aire, para nosotros cayó del lado equivocado, como en 2003 con la llegada del kirchnerismo (que se podía haber evitado fácilmente). En la historia moderna, el país vecino cuenta con al menos tres episodios absolutamente trascendentes que contribuyeron de forma determinante para que Chile sea lo que es hoy.
La primera tiene que ver con la visión de un grupo de empresarios, que becaron con dinero del propio bolsillo a un grupo de jóvenes para que vayan a estudiar a Chicago, con la finalidad de preparar una propuesta de reformas para el país. La segunda tiene que ver con la valentía de las personas allegadas a Augusto Pinochet, que tuvieron el coraje de decirle al militar que su plan económico inicial estaba condenado al fracaso. Muchos piensan que, desde un primer momento, el gobierno de facto tenía como agenda el plan económico que implemento. Esto no es cierto. En sintonía con el pensamiento fascista tradicional, Pinochet tenía en mente recomponer la propiedad privada en Chile, pero en el marco de un modelo estatista y dirigista.

Tuvo la lucidez de reconocer que había un plan superador y aceptó la propuesta alternativa. Algo raro para la mentalidad de un militar. Finalmente, los chilenos contaron con la fortuna de una socialdemocracia responsable, que transitó los últimos pasos de consolidación del modelo económico exitoso, ya en los primeros años de democracia. Los roles de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y la primera presidencia de Bachelet, fueron fundamentales en este sentido.
Hoy los chilenos pueden tirar todo por la borda. Por su bien y por el de la región, esperemos que no lo hagan.
Fuente: PanamPost

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