sábado, noviembre 16, 2024
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Gabriela Moreno: Gustavo Petro, «un comunista disfrazado de oveja progresista»

La forma más “realista” de entender, pero sobre todo de abordar al presidente electo de Colombia, el izquierdista Gustavo Petro, es calificándolo como un “comunista disfrazado de oveja progresista”, asegura Jorge Gómez Pardo, especialista en derecho penal internacional de la Universidad de Utrecht; Holanda, autor del libro Defensa de la Libertad y la Democracia: el centro político y los extremos explicados.
“El problema de Petro no es que sea de izquierda. El problema de Petro es que es populista y es, además, comunista disfrazado de oveja progresista que se vale del populismo para acceder al poder y que hará lo propio durante su gobierno cuando las circunstancias así se lo exijan”, afirma el abogado en entrevista con PanAm Post, mientras subraya que intentó evitar con su obra que Colombia cayera en la retórica del nuevo socialismo 2.0.
Para lograrlo, la nación necesita estar “conscientes de la realidad política, solo así podrá ser efectiva en la defensa de la libertad y de la democracia en Colombia”. Llegar a ello implica evitar “confundir progresismo con populismo, con extrema izquierda, e incluso con comunismo porque en el caso de Petro, no solo es populista sino que también es comunista”.

Lo más afectado

El triunfo del líder del Pacto Histórico dejó a la centralidad o al centro político en “una posición muy difícil, potencialmente la más difícil de su historia”. En su libro, precisa que el centro político es el liberalismo clásico y que hay un centro político en sentido amplio y un centro político en sentido estricto.
El centro político en sentido amplio, y que allí denominó centralidad, son los sistemas e instituciones que garantizan la libertad, la democracia acompañada de libertad y la propiedad privada. Es decir, la democracia liberal, el capitalismo y la economía de mercado.
Dentro de la centralidad explica que “caben todas las categorías, desde la derecha hasta la izquierda, siempre y cuando garanticen la libertad, la democracia acompañada de libertad y la propiedad privada, porque todas esas categorías aunque tienen profundas y respetables diferencias, en un contexto de verdaderos extremos como el que vive Colombia hoy, en últimas no son más que matices dentro de la centralidad”.
Al respecto, subraya que la centralidad es el opuesto a los extremos que, propiamente definidos, son las ideologías o sistemas que se oponen a la libertad, a la democracia acompañada de libertad y/o a la propiedad privada. En sus acepciones más intensas, a la izquierda están el socialismo y el comunismo, por un lado; y a la derecha el fascismo y el nazismo, por el otro. Y en ambos casos hay zonas grises autoritarias que también son extremistas porque se salen de la democracia liberal, y por lo tanto, de la centralidad.

Un hito

A su juicio, “desde el robo del plebiscito, en el que se asaltó a la democracia liberal colombiana en una forma inédita e inesperada al desconocerse autoritariamente la voluntad popular y al imponerse arbitrariamente el acuerdo del expresidente Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la centralidad nunca había estado tan amenazada. Potencialmente incluso más amenazada que en tiempos de la dictadura de Rojas Pinilla”.

Cree que es hora de tener memoria y recordar al expresidente Alberto Lleras Camargo, quien durante su mandato afirmó que “hay quienes conciben que Colombia podría gobernarse por la fuerza, pero nadie, ni un partido mayoritario, ni menos uno minoritario, ni grupo alguno de civiles o militares, ni todas las fuerzas armadas podrían jamás gobernar de esa manera a un país, cuya única, invariable y vigorosa tradición, a parte de su fe católica, es la libertad”. Ahora Gómez Pardo destaca que algunos de los autodenominados «centristas» colombianos no solo son más de izquierda que de centro, sino que incluso fueron extremistas. Ahora lo vuelven a ser.
Lo fueron al ser cómplices del robo del plebiscito —el conjunto de actos políticos y jurídicos más autoritarios y arbitrarios que ha sufrido Colombia en más de 50 años— y lo fueron ahora apoyando expresa o tácitamente a un neocomunista tan radical como es posible en pleno siglo XXI, tal como lo es Gustavo Petro, mientras sentencia que “el socialismo y el comunismo son en esencia lo mismo, y que lo que los diferencia es básicamente su grado de radicalismo, siendo ambas ideologías extremistas”.

Un surrealismo

El arribo de Gustavo Petro a la Casa de Nariño es una “situación surrealista”, considerando que hasta ahora la nación neogranadina no había elegido populistas, ni a comunistas ni a extremistas de ningún tipo. A ello se llegó por: el Covid, el daño injusto a la reputación del expresidente Álvaro Uribe Vélez y el desgaste normal de su figura luego de estar 20 años en la primera línea política, algunas narrativas ridículas que encasillaron a la centroderecha en general y al uribismo en particular como un “extremo” de derecha, señalándolos tácitamente de extrema derecha. Y esto al mismo tiempo que presentaron a Petro como un izquierdista progresista “normal”, e incluso de “centroizquierda”.
Un error que ahora con Petro mandando en Colombia, Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú, Luis Arce en Bolivia y Nicolás Maduro en Venezuela tiene a la “democracia debilitada”.
Apoyándose en el pensamiento de Hayek, resalta que una de las características del liberal clásico, es decir, del verdadero centro, es precisamente que no se acomoda al punto medio de una coyuntura sino que la lidera con la razón y con convicción.

Un encuentro clave

La reunión del expresidente Álvaro Uribe Vélez con Gustavo Petro va en esa línea. “Las señales que ha enviado el expresidente Uribe desde la elección de Petro no solo han sido inteligentes, sino también patrióticas” al destacar la muestra de un ánimo constructivo, que el Centro Democrático será un partido de oposición y que esa oposición será razonable y respetuosa, sobre la base de principios.
Es una apuesta clave porque “una cosa es reunirse con Petro pensando que es una oveja progresista o buscando ser parte de la coalición de gobierno, y otra muy distinta es reunirse con él sabiendo que es un lobo comunista para, sobre la base de principios y de la firmeza para defenderlos, buscar desde la oposición entendimientos mínimos razonables en beneficio de Colombia y de los colombianos” precisa Gómez.
Buscar el entendimiento y la unión de ese espacio político es crucial, al pronosticar que “toda la fluidez de comunicación que haya entre ellos dos será poca. Ahora Petro está muy calmado, pues goza de holgadas mayorías en el Congreso. Pero cuando las cosas se compliquen, especialmente si le da por poner en marcha propuestas absurdas, e incluso que puedan afectar la libertad y la democracia, o porque sencillamente lo necesite políticamente, todos esos depósitos en la cuenta bancaria de confianza entre el presidente Petro y el expresidente Uribe serán de la mayor importancia. El futuro económico y social del país, así como de la estabilidad política e institucional de la patria, aspectos que al final no son otra cosa que el futuro de Colombia y de los colombianos, pueden estar sustantivamente influenciados por la confianza que ellos dos logren construir”.

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