El anuncio de Abbott, que vino acompañado de medidas similares en los estados vecinos del sur como Mississippi y Alabama, fue fuertemente criticado por autoridades sanitarias de Estados Unidos y por el propio jefe de la Casa Blanca, quien calificó de «neandertales» dichas ideas.
Tal y como hiciera a principios de esta semana en una rueda de prensa celebrada en un restaurante de la ciudad de Lubbock, Abbott argumentó que la decisión se ha tomado tras analizar «los datos» que muestran un descenso de los ingresos hospitalarios y al avance del programa de vacunación entre la población de riesgo.
«Todas las cifras se están moviendo en la dirección correcta. Los números son los adecuados para que la gente pueda volver al trabajo, abrir y volver a la normalidad, especialmente para nuestros chicos y las escuelas», defendió para la estación de televisión KTRK, de ABC.
El gobernador republicano aclaró que seguirán «instando a las personas a que sigan usando las mascarillas», y que «si las empresas no se sienten seguras reabriendo no se les debería exigir hacerlo».
Sobe las palabras de Biden y las del principal epidemiólogo de la Casa Blanca, Anthony Fauci, que calificó como «bastante arriesgada» esta nueva laxitud en las medidas, Abbott solventó el asunto afirmando que «nunca habrá un acuerdo unánime al respecto».
El mismo día en el que Abbott anunciaba esto, el gobernador de Mississippi, Tate Reeves, comunicó que también se levantaría la prohibición de circular sin mascarillas y que los comercios y empresas podrían «operar a plena capacidad sin reglas impuestas por el estado».
Días después la también republicana gobernadora de Alabama, Kay Ivey, anunció que prorrogaría un mes más la obligatoriedad de utilizar mascarillas con el objetivo de dar más tiempo a las empresas para que hagan sus propios ajustes antes de que se levante la medida, la cual, dijo, ha estado vigente durante una «generosa cantidad de tiempo».
Fuente: Diario las Américas