«Filoetarra». Hay que decirlo más. El problema es que, a fuerza de no llamarlos por su nombre, los filoetarras andan por ahí dando lecciones de democracia. A golpe de silencio -el de los cementerios y el de la corrección política- se han ido quitando las manchas de sangre. Tanto se repitió aquello de que ETA estaba vencida que se colaron en las instituciones. Se insistía, lo recuerdo, en que lo importante era que dejaran de matar y que todas las ideas podían defenderse pacíficamente. Al final, se premiaba dejar de matar, lo que no deja de ser una forma como otras tantas de ceder al chantaje de unos asesinos.
A golpe de silencio -el de los cementerios y el de la corrección política- se han ido quitando las manchas de sangre
Ahora están en el Congreso y en el Senado, en parlamentos autonómicos y en ayuntamientos. Llenan las calles de los pueblos y las ciudades del País Vasco y Navarra para celebrar la puesta en libertad de los etarras. Negocian con el PSOE concesiones en beneficio de los asesinos, los secuestradores, los cobradores del impuesto revolucionario, los informadores; en fin, de los terroristas. De la mano de los demás nacionalistas, van socavando la unidad nacional con pequeñas medidas que presentan como el desarrollo de los estatutos de autonomía; por ejemplo, la expulsión de la Guardia Civil de Navarra. En ocasiones, la osadía llega hasta el punto de cuestionar las actuaciones de esos mismos guardias civiles. Se apresuran a investigar lo sucedido en las fronteras y en alta mar, pero no mueven un dedo para esclarecer los más de 370 crímenes de ETA sin resolver.
En realidad, el adjetivo no es nuevo. En 2011, Carlos Salvador, diputado de Unión del Pueblo Navarro, interpelaba al ministerio del Interior: «¿Qué tiene pensado hacer su Gobierno para buscar acuerdos entre partidos afines e impedir la extensión de este fenómeno filoetarra? ¿Qué tipo de pedagogía política debemos fomentar entre los demócratas para combatir estas ideologías del odio?». En 2018, el Sr. García Hernández, diputado del Grupo Parlamentario Popular, decía: «Mi mano, siempre tendida. Yo estoy aquí para servir a España y a los españoles, no quiero otra cosa. Si de verdad tienen sentido del Estado, explíquenme qué hacen pactando con Podemos, con los independentistas y con los filoetarras. A lo mejor el sentido de Estado es distinto y al PSOE se le empieza a caer alguna letra de sus siglas. Pero mi mano tendida siempre, como siempre la han tenido y como siempre la van a tener». El Sr. García Hernández sabrá qué hace al tender la mano a un partido entregado a la desmembración de España -ya lo estaba en 2018- pero, desde luego, empleó los términos adecuados.
Algunos se hacen cruces por «las formas», pero se apresuran a soslayar los fondos. En eso de las formas, no deja de haber algo de excusa de mal pagador. Las formas merecen una causa más justa que convertirse en la última defensa de los mediocres, los cobardes y los golfos. A los diputados, afiliados y simpatizantes de VOX los han golpeado, apedreado e insultado. Se ha predicado contra ellos la guerra santa progresista. Se han pedido cordones sanitarios. Se les ha mandado callar. Han sufrido el silencio cómplice de aquellos con quienes tantas cosas compartían. Nadie se preocupó nunca de las formas que se tenían con ellos, pero ahora todos se ponen nerviosos cuando empiezan a llamar a las cosas por su nombre.
Es preciso decirla porque rompe el engaño de que ETA estaba vencida. Los filoetarras están ahí y hay que decirlo más
Mi mayor problema no es con el uso del adjetivo, sino con la presencia de los filoetarras en las instituciones y, ya puestos, en las calles y en las plazas. Lo que me indigna, si vamos a las formas, son los homenajes a los etarras y los acercamientos y los beneficios y toda esa retahíla de concesiones que delatan la rendición del Estado y la flaqueza del Gobierno. Admito que la palabra me duele, pero no porque sea dura, sino porque revela a dónde nos ha llevado la cobardía y la debilidad frente a ETA.
Tal vez por eso creo que hay que utilizar más la palabra «filoetarra». Sí, hay que insistir hasta que nos duela. Debemos repetirla hasta que la indignación, y la tristeza y la rabia se hagan insoportables. Es preciso decirla porque rompe el engaño de que ETA estaba vencida. Los filoetarras están ahí y hay que decirlo más.