MIAMI.- Una constante en varios países es que los ‘dueños del poder’ pongan a otra persona en las esferas de gobierno para demostrar un simulado apego a los postulados de la democracia, tal como sucede en Cuba, en donde el dictador Miguel Díaz-Canel no mueve un lápiz sin la venia de Raúl Castro.
Con la renuncia de Evo Morales en 2019 y la llegada de Luis Arce a la jefatura de Estado, que es miembro del partido fundado por el gobernante dimitente, todo mostraba en la arena política que sería el dirigente cocalero quien tendría la sartén por el mango.
El periodista y escritor Israel Mérida, autor del libro Manual para hundir un país, presentado recientemente en Miami, aseguró que entre Morales y Arce se registra en estos momentos una “fuerte pelea” por el poder y que el titular de la presidencia boliviana hoy ya no responde a los designios de Morales.
-¿A qué ha venido esta vez a Miami?
Estamos con un nuevo libro. Se llama Manual para hundir un país, que resume el año de gestión de un gobierno transitorio, a cargo de Jeanine Áñez, que tuvimos tras la salida de Evo Morales en 2019. Como yo le hago seguimiento periodístico desde el año 2005 a toda la vida política del país, no podía dejar ese pequeño espacio en la historia de Bolivia y ahí se hace este resumen que viene en 12 capítulos, donde se narra, analiza y principalmente se trata de proyectar esa gestión que desde nuestro punto de vista fue absolutamente desastrosa y que, además, fue el desperdicio de un momento histórico para la nación boliviana.
-¿Desde qué perspectiva aborda el tema alusivo a Jeanine Áñez?
No hay el derecho a la duda en Bolivia; eres culpable mientras no demuestres lo contrario. Tienes que defenderte, además, no en libertad, sino con medidas sustitutivas. El poder judicial hoy deja mucho que desear. Lo digo en el libro: está judicializada la política y se ha politizado la justicia. Esto es sumamente peligroso para cualquier ciudadano. Áñez se convirtió en un símbolo para el Movimiento al Socialismo (MAS), que tenía que tener un ejemplo, una cabeza para exhibirla y hacer saber al resto de los bolivianos de que, si a una expresidenta se le está dando este trato inhumano, cualquier boliviano puede ser preso y víctima de peores condiciones. Eso es lo que más o menos intenta dejar de corolario el libro. Cuando uno quiere arruinar un país y hundirlo, aquí está todo lo que no se debería hacer.
-Dimite Evo Morales, se da una transición, Áñez llega al poder y ahora es una presa política. ¿Sigue Morales manejando los hilos del poder en Bolivia?
Lo intenta. Cuando Evo Morales sale de Bolivia, se vienen las elecciones y pone a Luis Arce, que fue su ministro de Economía, tratando de dar a entender que esos momentos de bonanza económica que tuvimos se iban a repetir con el ingreso de Arce, quien encontró un gobierno totalmente destrozado, una crisis política, social y económica producto de la pandemia [de coronavirus] principalmente, que fue lo que golpeó muchísimo en el país. Cuando entra Luis Arce se percibe que es una carta por delante y por detrás estaría Evo Morales, por ser un proyecto político, con un líder hegemónico que es Evo. Hoy Luis Arce ya no quiere soltar la silla. El que quiere gobernar el país se llama Luis Arce, y esto trajo consigo una pelea interna con Evo Morales, que regresó campante a Bolivia y que intenta manejar los destinos del Estado y ya hoy queda en absoluta evidencia que Arce le está poniendo un alto y que los problemas internos son terribles. Hay una pelea entre la corriente de Luis Arce y la que lidera Evo Morales. Es una pelea que trasciende lo político y el poder por la administración del Estado y del gobierno, y tendría intereses económicos e incluso creo que hasta intereses económicos subterráneos. Aquí nacen dos nuevas corrientes. Una es la del vicepresidente Choquehuanca, que es la que refleja un poco esa visión indigenista e ideológica con la que se crea el instrumento político y que hoy es la mínima, pero que tiene alguna presencia, y otra corriente dentro del MAS, que es la de aquellos colaboradores vinculados a Morales en sus anteriores períodos, que han quedado al margen y que intentan ser la bisagra entre el MAS y algunos sectores de oposición, que son funcionales al partido de gobierno. Ahora son cuatro corrientes que están en una disputa total en Bolivia. Es realmente lamentable que los problemas internos de un partido político sean en estos momentos la agenda de un país. El MAS estornuda y el país se resfría. No tenemos una oposición que vaya de frente y que marque una agenda. En esa disyuntiva, Morales ha perdido muchísimo poder. Esta disputa se tiene que dilucidar a la brevedad posible, porque en el 2025 estaremos nuevamente en elecciones.
-En Cuba vemos al dictador Miguel Díaz-Canel que tiene detrás la pupila de Raúl Castro. En Argentina, Alberto Fernández está a la sombra Cristina Fernández de Kirchner. Según su criterio, ¿Evo Morales no tiene ya ese liderazgo de otros representantes de la izquierda en la región?
El liderazgo lo sigue teniendo. La trascendencia política en la interna del MÁS, ya no. No quiere decir esto que haya desaparecido, tiene una presencia importante, un poder interno, una presencia política en el país, pero hoy tiene a un presidente gobernando, que llega a través de su instrumento político, que en su totalidad ya no responde a él.
-¿Tendrá el divorcio entre Luis Arce y Evo Morales alguna repercusión importante en las elecciones de 2025?
Tiene que haber un ganador, es una pelea interna. Esto es como en una familia, el marido y la mujer que se pelean la custodia de los hijos. Si sale como ganador Evo Morales vamos a tener un país absolutamente polarizado, un país entre quienes lo odian porque Morales despierta odio o amor. No hay medias aguas con él. Pero si el ganador de esa contienda llega a ser Luis Arce, las cosas serían al parecer más mesuradas. Tendremos seguramente el voto duro del MAS apoyándolo y eso le da un mayor margen de cintura, incluso como visión o propuesta electoral. Ahora hay que tener en cuenta un tercer escenario, que todavía no visualizo, y es que ambos vayan como candidatos, por separado. Esto desencadenaría un punto en contra de la oposición que siempre pierde las elecciones porque no tiene la capacidad de presentar un solo candidato. El día que la oposición en Bolivia presente una sola propuesta, gana las elecciones a pesar de que hay un órgano electoral que no da garantías. En ese contexto, si van por separado Arce y Morales se atomiza el voto duro y el gran ganador sería la oposición unida, porque encontraría mayores posibilidades de derrotar al adversario histórico.