“¡Che gorilla, che gorilla, no te lo decimos más…si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar!”, se escuchaba desde las tribunas del Diego Armando Maradona en La Plata. Una vez más, la amenaza difusa del kirchnerismo en la víspera de lo que podría ser la primera gran condena contra la vicepresidente. Pero la canción-advertencia no fue la única. También se oyó la proclama que ella fomenta permanentemente y escucha con cara de desentendida: “Presidenta, Cristina presidenta…Cristina presidenta” Como directora de orquesta con batuta, CFK marcó los tiempos, pidió silencios, dejó cantar y se hizo la víctima una vez más. Pero lo más curioso fue la nueva bandera que pretende asociar a su espacio político: el de la seguridad.
La excusa para el acto fue un nuevo aniversario del retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina. Pero, típico del peronismo, CFK utilizó la presentación para hablar de su propia agenda exclusivamente. Hasta se animó a decir que, sin ella, el justicialismo estaría “separado y desarticulado”, además de ser “inocuo”. Las menciones al peronismo original fueron las clásicas, predecibles y nada más. La vicepresidente utilizó el acto para posicionarse contra los dirigentes de la oposición que aparecen mejor posicionados en las encuestas recientes.
Por primera vez, confrontó mano a mano con Javier Milei. Sin nombrarlo, CFK hizo referencia a las ofertas “nuevas” de la política argentina, advirtiendo que las mismas no tendrían nada de novedosas desde su punto de vista. En sintonía con su discurso usual, asoció al diputado libertario con Carlos Menem y Domingo Cavallo y criticó las reformas de la década del noventa, que Milei reivindica. Pero lo curioso fue la cuestión vinculada a la inseguridad, seguramente pensando en algún escenario que la tenga a Patricia Bullrich como eventual rival.
En la clave insólita que suele hablar últimamente, donde no se distingue si es oficialismo u oposición, Kirchner lamentó la tragedia de la inseguridad que se vive en todo el país y aseguró que se trata de una deuda pendiente de “todos los partidos políticos”. Dedicándole varios minutos de su discurso, CFK pidió implementar medidas eficientes contra la delincuencia y dejar atrás “el debate berreta de garantismo contra mano dura”. Hasta pidió que la gendarmería (a la que le echaba la culpa de la falsa desaparición forzosa de Santiago Maldonado) se haga presente para combatir el crimen.
Su nuevo “caballito de batalla” está a contramano de su histórico discurso y sus políticas públicas, que empeoraron considerablemente la cuestión de la inseguridad que padece Argentina. No hay que retrotraerse demasiado en el tiempo para recordar las aberraciones que se hicieron en este ámbito. Recientemente, en medio de la pandemia del coronavirus, su gobierno (del que no se hace cargo) liberó a los presos por razones de salubridad. Como era de esperar, muchos de ellos volvieron a delinquir inmediatamente, generando nuevas víctimas por todos lados.
Aunque trate de posicionarse como la oferta política para solucionar la falta de seguridad, difícilmente consiga oídos dispuestos a escuchar sus propuestas en este sentido. La inseguridad es uno de los temas de mayor preocupación en Argentina, pero, lejos de ser una posibilidad para solucionarlo, CFK es para el electorado una de las principales responsables de este flagelo.