domingo, septiembre 22, 2024
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ILEGITIMIDAD DEL PODER

Genaro Mosquera,


Ante la sentencia o más bien, resolución emitida el 22 de agosto (TSJ) el único
camino posible es la resistencia con todas las herramientas disponibles, entre
ellas la protesta continua, la denuncia permanente, la desobediencia civil, la
paralización del país y las huelgas generalizadas que le otorgan legitimidad
acompañada del apoyo internacional fuerte y decidido a defender la democracia.
Me atrevería usando la metodología de redes globales tan eficientemente usada el
28J hacer una consulta digital a 12 millones de ciudadanos la ratificación de que el
régimen es ilegitimo y es una dictadura producto de un golpe de estado, y,
demostrar al mundo que el mismo no cuenta sino con un grupete de delincuentes,
que controlan un país que fue una lumbrera en el continente ya hace más de
veinticinco años


Nadie duda que la Soberanía reside en el pueblo y, se hace representativa al
transferir su decisión voluntaria a una representación formal en dos pasos claves,
la primera mediante selección de sus lideres en consulta primaria, libre y
transparente, y la segunda, mediante el ejercicio legal del voto en igualdad de
condiciones, transparente y en un proceso absolutamente consensuado, masivo y
sin interferencias de los poderes públicos.


El Estado de derecho y soberanía no desaparece, no se puede borrar, no se
puede ignorar y el pueblo lo sabe, sus dirigentes la canalizan y el resultado está
inscrito en la democracia, traza las líneas opositoras con inteligencia hasta agotar
y arrinconar a los lideres oficiales y, finalmente echarlos del poder, dar paso a la
verdad y a la voluntad de la nación en el ejercicio de su soberanía. El pueblo es
soberano y hay que respetar su voluntad.


Obviamente nada de esto ha respetado el régimen venezolano, incluyendo las
violaciones constitucionales y, los estamentos electorales legales cuyo objetivo
para ellos es preservar el poder con el apoyo de las armas de la propia República
del cual se apoderaron destinado a proteger sus intereses particulares, vinculados
a la clara y demostrada corrupción. Como si fuera poco, entregaron la soberanía al
régimen comunista cubano quien se da el lujo de administrar el sistema de
identidad venezolano, que, por cierto, la lista Tascón es elemental ante el control
de todos los expedientes privados de cada ciudadano venezolano y, que, por
efecto directo, permitió el diseño de acciones electorales fraudulentas en el
pasado.
Esa acción fue desmantelada cuando la inteligencia opositora pudo adelantarse
con una estrategia digital y de control del voto lo cual permitió ponerlos al

descubierto con la demostración fehaciente de lo que ocurrió en cada mesa de
votación, con la intervención de un poderoso sistema o comandos ciudadanos
cuya estructura permitió conocer con precisión el resultado final. Acaba también
con las denuncias interesadas derivadas de un supuesto hackeo, de la
interrupción de la transmisión de datos, por cierto, tardía cuando ya se tenía más
del 85 por ciento de la votación, interrupción por cierto que algunos estadísticos
calcularon mediante modelos de correlación (R) cuyo resultado antes de la
interrupción ya eran determinantes e irreversibles. Igualmente, otros estudios y
aplicaciones de modelos estadísticos independientes, nacionales e internacionales
corroboraron la ausencia de errores o manipulación de resultados por parte de la
oposición, frente a la vulgar falsificación del régimen.


No han podido torcer los resultados con los sistemas que implementaron en el
pasado, las nuevas tecnologías hicieron la diferencia para demostrar los
resultados reales de las elecciones. Pese a ello, intentan arrebatar el triunfo
legitimo en un intento de validación ilegal pero están equivocados al montar un
evento que no resiste comprobación ni la presión popular e internacional.
El régimen ante tales circunstancias hace uso de la delación, persecución, cárcel,
torturas, desapariciones y el uso de las armas para ejercer el poder político, usa la
falsificación electoral como defensa narrativa para intentar legitimarse, pero este
último concepto para hacerlo efectivo es muy cuesta arriba para un régimen
absolutamente ilegitimo.


Surge como consecuencia una línea muy marcada, obediencia al miedo inducido
por la fuerza contra una resistencia legítima, derecho adquirido no negociable.
Bobbio Hobbes (defensor de la obediencia absoluta), ante tal circunstancia diría
“el régimen dictatorial es enemigo del pueblo”.

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