jueves, septiembre 19, 2024
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Inmigración: ya está todo muy claro

JOSÉ JAVIER ESPARZA,

Los países europeos deben permitir la inmigración económica si quieren superar el reto del envejecimiento de la población y mejorar el crecimiento de forma duradera. Lo ha dicho Fabio Panetta, gobernador del Banco de Italia y miembro del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. Un tipo interesante, Panetta: tecnócrata financiero criado a los pechos de la inevitable London School of Economics, esa retorta donde el capitalismo se diluye en progresismo y viceversa. Dice Panetta que la opción por la inmigración es una respuesta racional desde el punto de vista económico. ¿Ha pensado Panetta en otros «puntos de vista»? Porque hay aspectos de cohesión social, cultural y política que, al parecer, quedan fuera del campo de visión de este caballero. Que el mundo del dinero ha apostado por la inmigración masiva en Europa es una evidencia desde hace mucho tiempo, muy particularmente desde la gran crisis migratoria de 2015, crisis provocada deliberadamente por los poderes económicos. Si alguien lo dudaba, ahí está Panetta para recordárnoslo.

En el mismo acto donde intervino Panetta (enseguida veremos qué acto ha sido), el ministro italiano de Exteriores y viceprimer ministro del gabinete Meloni, Antonio Tajani, abogaba por abrir las fronteras escolares europeas a más estudiantes africanos. Tajani es un tipo que en España cae muy simpático, y con razón, porque siempre se ha manifestado claramente contra el separatismo. Pero al margen de esto, que sin duda se le agradece, sus posiciones en materia migratoria son las mismas que las del binomio popularsocialista europeo, o sea, puertas abiertas y que vayan entrando, que al fondo hay sitio. ¿Por qué? Por las mismas razones de carácter económico que esgrime Panetta. Naturalmente, tanto el banquero como el político hablan de «inmigración legal» (imagínese el escándalo si abogaran por la inmigración ilegal), pero no sé si esto realmente tranquiliza a alguien: lo que de verdad están defendiendo es una apertura de criterios para que la inmigración ilegal sea legal si concurren factores económicos. Que la Unión Europea lleva años promoviendo de hecho la inmigración masiva es otra evidencia que sólo desde el más beato y cerril bruselismo puede negarse. Sus nocivos efectos sobre la Europa real, sobre las sociedades europeas de carne y hueso, les resulta enteramente indiferente. Ellos van a lo suyo, que es lo mismo a lo que va el mundo del dinero.

Y todavía en el mismo acto (sí, enseguida contamos de qué acto se trata), va y aparece, mire usted por dónde, el presidente de la Pontificia Academia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, y se manifiesta inequívocamente en idéntica dirección. Paglia es conocido por ser uno de los fundadores de la Comunidad de San Egidio, que, para los que lo ignoren, es algo así como la quintaesencia del progresismo vaticano y, en lo que concierne a España, nos obsequió con su desinteresada participación en aquella gran mascarada de la «entrega de armas» de ETA. También es una evidencia que, desde la llegada de Francisco al solio pontificio, la Iglesia se viene pronunciando muy activamente a favor de la inmigración masiva en Europa, como hacen el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Por expresarlo de un modo gráfico, la bendición papal sirve para envolver en incienso las necesidades económicas y políticas de los Panetta y los Tajani y demás cofrades de las elites globalistas (que, evidentemente, existen).

Panetta, Tajani y Paglia dijeron todas estas cosas en «un acto en Rímini, Italia», señaló nuestra prensa. Para ilustración de nuestros compañeros legos, informémosles de que el «acto de Rímini» era el encuentro anual del movimiento Comunión y Liberación, uno de los más señalados de la Iglesia católica y que, efectivamente, se viene celebrando todos los años en Rímini desde 1980. Me parece altamente significativo que este fuera el escenario de la prodigiosa convergencia de tan conspicuos personajes.

En fin, está todo claro: si hay inmigración masiva, es porque el poder lo quiere. Y como está todo así de claro, recordemos algunas cosas esenciales.

Sobre lo económico: la inmigración laboral tiene sentido cuando una economía está creciendo y necesita mano de obra adecuada, pero es muy difícil justificarla cuando nuestras economías crecen poco y muy fundamentalmente sobre la base de los dopajes con gasto público, en un entorno de paro juvenil elevadísimo y, por otro lado, con los mandos de la máquina en manos de Bruselas. ¿Quién va a sostener a toda esa masa de población recién llegada? ¿Para qué? ¿Para crear una especie de nuevo proletariado menos exigente que el autóctono? ¿Y a costa de qué? De momento, a costa de un paulatino empobrecimiento de la clase media europea.

Sobre lo demográfico: cierto que hay que «superar el reto del envejecimiento de la población», pero ¿qué y quién ha causado el envejecimiento de la población en Europa? ¿Llevamos medio siglo de políticas deliberadamente antinatalistas y ahora hay que luchar contra el envejecimiento con gente nacida en otra parte? ¿No sería más racional promover los nacimientos entre la población ya existente? ¿Es fascista parir cuando eres europeo y es progresista parir cuando eres africano?

Y sobre la cuestión de fondo: ¿dónde está escrito que el argumento económico haya de ser el único que entre en juego? Porque, además del razonamiento económico, caben otros. Una sociedad no se sostiene sólo sobre consideraciones de orden económico. Hay factores de carácter cultural, social, religioso, histórico y político que son más —sí, más— importantes a la hora de estructurar una sociedad equilibrada. Esta especie de reduccionismo mercantil de la existencia es sin duda uno de los síntomas más claros del envilecimiento de la Europa contemporánea. También cuando se envuelve en incienso.

Mientras tanto, un sirio apuñala en Solingen, un argelino quema una sinagoga en La Grand-Motte, España «acoge» en pocos meses a decenas de miles de inmigrantes ilegales que no hay dónde meter y, en Inglaterra, mandan a la cárcel a un chaval por ondear una bandera con la cruz de San Jorge frente a un centro islámico. Pero Panetta, Tajani y Paglia dicen que todo esto es «racional» y, aún más, deseable y hasta santo. Sí, está todo muy claro.

Fuente: La gaceta de la Iberosfera

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