México debe utilizar la Inversión Extranjera Directa (IED) como un trampolín de resiliencia para salir de la crisis provocada por el coronavirus y para hacer valer el lugar que ocupa a nivel mundial. El Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC), el distanciamiento comercial entre Estados Unidos y China, y el reacomodo económico que trajo la pandemia, han generado un ambiente propicio para que México aproveche las condiciones que atraigan importantes flujos de la nación asiática.
La IED es una herramienta gubernamental que nos ayudará a salir de la crisis y dejar atrás el “ya merito” que, por siglos, no hemos podido superar. No por falta de voluntad de los ciudadanos, estoy seguro que tampoco ha sido la falta de voluntad del gobierno en turno, sino por la falta de visión, determinación y acción de este último.
Nuestro futuro a mediano plazo nos presenta, al menos, dos escenarios. El primero: la pandemia agrava la situación económica de México, que se hunde en los vicios de un “país en desarrollo”, aumentan la desigualdad, la corrupción, la inseguridad y la impunidad. El segundo escenario, es lograr que nuestro país salga pronto de la crisis económica que se ha visto profundizada por el coronavirus y, mejor aún, que por fin ocupe el lugar que le corresponde, aquel al que se llega cuando la mayoría de la población vive de manera digna, en donde la población tiene la posibilidad de satisfacer sus necesidades esenciales y en donde no se deja a nadie atrás.
Aunque es un reto para nuestro país atraer inversión extranjera, estamos en el momento oportuno para generar una mayor apertura económica que nos ayude a aumentar el flujo hacia México. Aunque el país se vuelve una opción factible ante el éxodo de las inversiones estadounidenses provenientes de China, hay otras naciones muy competitivas que podrían arrebatarnos esa oportunidad.
El consenso es que la IED es benéfica para todas las economías, contribuyen y aceleran la recuperación económica y el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Prácticamente, todos los países buscan atraerla. El éxito entonces, radica en el “cómo” y en el “qué” se requiere hacer para atraerla y no solamente en la voluntad y deseo de que llegue como por “arte de magia”.
El gobierno de México y en particular la Secretaría de Economía tienen que establecer reglas claras que construyan y mejoren continuamente un “ambiente favorable de inversión”.
El gobierno y su administración juegan un papel relevante en la captación de grandes flujos provenientes de otros países cuando es eficiente, transparente, sin corrupción y con trámites burocráticos ágiles, con un sistema de seguridad social sólido, con políticas de gobiernos locales apropiadas y acordes al esfuerzo nacional. También, deben considerarse estímulos fiscales, así como una infraestructura que favorezca un transporte eficiente y seguro.
Aunque lo anterior es importante, hay algo que debe ser prioritario, resolver los problemas graves de inseguridad que, en algunos casos, alejan a inversionistas y, en otros, expulsan a los que ya se encontraban en nuestro territorio.
Por eso, las autoridades y el Poder Legislativo debemos trabajar de forma coordinada para establecer el andamiaje legal que facilite, atraiga y genere las condiciones que nos ayuden a alcanzar los niveles económicos estables para la recuperación y transformación socioeconómica.
Fuente: Forbes México