Cuando se vincula la situación venezolana de la política autoritaria y depredadora del régimen a las vivencias particulares, se desarrolla una profunda insatisfacción que agota, surge la impotencia e inevitablemente se produce una profunda ira y nivel de angustia transformada en desesperanza inducida. Se tiene la percepción personal de no poder cambiar nada, la cual se potencia con la humillación que se siente al percibir salarios ínfimos provocados deliberadamente para destruir todo vestigio de dignidad y oposición a su modelo político.
El efecto se siente en carne propia y generaliza soliviantando los ánimos e induce a centenares y lógicas protestas públicas, ellas se focalizan en lo mediato, el salario y los beneficios sociales acompañados con un grito desesperado, que se paguen a tiempo, que se deroguen normas laborales sistemáticamente violadas. Esa realidad vivida tiene tal trascendencia que ha conducido a la precariedad y deterioro de vida producto de decisiones conscientes desarrolladas a través de un modelo ideológico que ha impuesto la eliminación de la clase media, que profundiza el desprecio por la clase popular y da protección e inmunidad a un pequeñísimo grupo de personas afectas y cómplices que han logrado capitalizar en beneficio propio grandes recursos, que ejercen el poder y contratos colectivos lo defienden a como dar lugar con un discurso y acciones mentirosas, no tanto por el poder mismo, sino conociendo que sus acciones son desvergonzadamente conocidas y saben que si pierden el poder igualmente perderán todos sus privilegios acumulados incluyendo su libertad.
Frente a todas estas circunstancias el tema permea y se ha extendiendo a otras esferas añadiendo factores complementarios con mayor o menor gravedad para la condición de vida y de supervivencia, incluso la de mantener decorosamente la ciudadanía. Se denuncia el mal trato, el desprecio, y los métodos de gobierno incluyendo la acción colaboracionista y aprovechadora de una oposición oportunista que cohabita en una gran simulación democrática.
La insatisfacción generalizada e incertidumbre se hace significativa cuando se percibe que el poder usurpado hace alianzas con otros poderes globales para desarrollar un modelo anti occidental en antipatriótica relación cuyas directrices están inscritas dentro de esquemas anticonstitucionales o foros que violan los principios fundamentales de la democracia y se sustentan en la violación de los derechos humanos basadas en políticas financieras corruptas, de protección al narcotráfico, lavado de dinero, creación de empresas ilegales y depravación. Estas acciones ilegales le permiten a países dictatoriales o autoritarios usar a Venezuela y a otros de la región como cabecera de playa con fines militares, protección al terrorismo, favorecimiento de intereses para la explotación de los recursos naturales e incluso inmiscuirse en la gobernanza interna y dominación en todos los estratos de la vida nacional y pretensión internacional.
Da ira ver como esa combinación oportunista permite que se invada al país ya no solo con presencia militar sino imponiendo los antinaturales esquemas de dirección y conducción de políticas antihumanitarias. Da rabia ver como se le regala el territorio en acuerdos inconstitucionales y violación de la soberanía al ceder a Irán el equivalente a la superficie de un país centroamericano o del Caribe cuyo fin último es sembrar un estado dentro de otro para favorecer el fundamentalismo como bandera, la apropiación de empresas petroleras, explotación de minas, bosques y redes comerciales, incluso de provincias enteras en una penetración sin precedentes.
Da mayor desasosiego observar como el país no reacciona masivamente ante tales violaciones que ignoran la Constitución, y de núcleos organizados que se dicen de oposición pero que no reaccionan ante tamaño disparate. De como el sector militar permite frente a su normativa soberana la apropiación de los territorios olvidando estamentos, propósitos y hasta el patriotismo que los obliga. Las instituciones en general, incluyendo las universitarias, no reaccionan y alguna que otra se limita a emitir un comunicado que nadie lee y sus autoridades voltean la cara vergonzosamente, todo da una gran frustración ciudadana.
Mientras tanto, por años, empresas públicas pasan a manos de gobiernos extranjeros. Es el caso cubano donde las grandes empresas nacionales han cambiado de mano; en efecto, empresas de transporte petrolero se convirtieron en empresas mixtas, igual pasó con diques y astilleros, redes hoteleras, líneas aéreas, empresas agrícolas y ganaderas; minas y explotaciones de recursos naturales, incluso, refinerías y empresas petroquímicas. Con el tiempo, la representación accionaria venezolana se revirtió a favor de los cubanos cobrando supuestas deudas donde el caso más patético fue la refinería de Cienfuegos. Nadie reaccionó, la denuncia fue coartada y los documentos probatorios de negligencia y traición fueron negados, ocultados y reprimidos sus actores.
La frustración es inmensa cuando miramos como la red del narcotráfico y sus ejércitos privados se apoderan de enormes extensiones en los estados fronterizos sobre los cuales gobiernan y que finalmente se posesionan de las autoridad civil y militar. Vemos que el soporte de este desaguisado se monta con mecanismos declarativos, inescrupulosos y entreguista de la soberanía.
Sin rubor se monta el teatro discursivo basado en la mentira y defensa de la democracia, excusas para el manejo de la opinión, el esquince y disimulo para continuar en el poder con unas supuestas e inútiles elecciones en una combinación interesada con los núcleos vario-pinta de agrupaciones partidistas cuyo papel es el de hacer el juego a la continuidad del régimen. Ellos igualmente se han aprovechado y son responsables de dar continuidad en el tiempo al poder actual y, que mediante formula negociada y convenida preservará su continuidad sin importar la ruina por mucho tiempo más del país.
Las contradicciones de la gobernanza aparecen con facilidad dentro del régimen, los títeres juegan cabriolas ante el peligro real que sus actos sean juzgados, execrados y encarcelados, por tanto hacen lo que tengan que hacer y dispuestos a pasar detrás de la cortina si el peligro les acecha, la fórmula de los nuevos y viejos actores están presentes en ambiciones y apetencias, incluso no es improbable que detentores del poder armado crean que llego el momento de cambiar de posta, obviamente siguiendo con el modelo oprobioso y con la seguridad que nadie dirá nada por aquello de la desesperanza aprendida y la visión corta o insensible que produce el hambre.
La situación venezolana ampliamente documentada, diseccionada, y revelada pone de manifiesto la ruina moral y económica, da fe de la entrega soberana a países que han logrado penetrar en América para fortalecer sus odiosos esquemas globales y de provocar la destrucción de las democracias occidentales, sin embargo, las fuerzas verdaderamente opositoras luchan por clarificar la visión distorsionada de la gente y de sus problemas focales; los esfuerzos de oponerse se pagan con la desgracia de ser sometidos a sentencias judiciales con apariencia de justicia en la cuales son duchos sus manipuladores. Funcionamos como marionetas en un gran escenario con espectadores ruines, sin cultura y bajo la mirada vigilante de esbirros declarados. Entender el asunto produce gran frustración ante la incomprensión y la denuncia inútil dentro y fuera de las fronteras de un país portátil.
Debemos comprender que la única forma de romper la inercia y el modelo actual no es precisamente por un voto condicionado en elecciones fraudulentas sustentadas en un sistema que nadie quiere revisar. Solo es a través de la movilización de las masas reclamando sus derechos que se puede ir avanzando. Se está marcando la pauta reclamando justicia, protección a los derechos laborales y la denuncia de falsos contratos colectivos, después vendrán otros factores que alimentarán la protesta hasta que se produzca la composición necesaria de fuerzas para el inevitable choque que reviente al sistema para que después de la gran tragedia surja una nueva vida en libertad.
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Por
Genaro Mosquera