Mookie Tenembaum,
El terrorismo internacional es una amenaza constante que afecta todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en lugar de combatirlo de manera efectiva, nos hemos acostumbrado a convivir con él, lo que tiene consecuencias económicas y sociales. Uno de los ejemplos más alarmantes es el control que ejercen grupos terroristas, con el respaldo de Irán, sobre rutas comerciales críticas como el estrecho de Ormuz y el Canal de Suez.
Estos puntos son dos de las rutas marítimas más importantes del mundo. El primero, ubicado entre Omán e Irán, es una vía crucial para el transporte de petróleo desde el golfo Pérsico hacia mercados globales.
Un 20% del petróleo mundial pasa por este estrecho. Por otro lado, el Canal de Suez en Egipto conecta el mar Mediterráneo con el mar Rojo, permitiendo una ruta marítima directa entre Europa y Asia sin la necesidad de rodear África.
La influencia de Irán y sus grupos terroristas afiliados, como los hutíes en Yemen, llevaron a un aumento de la inseguridad en estas rutas. En lugar de tomar medidas decisivas para erradicar esta amenaza, muchas compañías navieras optaron por rutas más largas y costosas alrededor de África para evitar el peligro. Esta decisión, aunque comprensible desde un punto de vista de seguridad, tiene un costo económico enorme.
Cada vez que se incrementan los costos de transporte, ese aumento se refleja en el precio final de los productos que consumimos. Desde combustibles hasta bienes de consumo, todos pagamos un «impuesto del terrorismo» cada vez que compramos algo. Es un rescate continuo que Occidente paga debido a la inacción ante la amenaza terrorista.
Lo más alarmante es la falta de acción decisiva por parte de las potencias occidentales. En lugar de enfrentarse directamente a los grupos terroristas y a sus patrocinadores, se optó por una política de contención y negociación. Esta estrategia no solo perpetúa el problema, sino que lo agrava. No hubo intentos serios de invadir y controlar las zonas dominadas por estos grupos, ni de imponer sanciones contundentes a los países que los respaldan, como Irán.
En la historia, hay numerosos ejemplos de cómo se puede y se debe enfrentar a quienes amenazan la estabilidad global. Un ejemplo es el bloqueo naval que Estados Unidos impuso a Cuba durante la Crisis de los Misiles en 1962. Esta acción decisiva llevó a la retirada de los misiles soviéticos de la isla. De manera similar, se debería considerar el bloqueo de los puertos iraníes para impedir sus exportaciones e importaciones, forzándolos a buscar rutas más caras y menos eficientes por tierra.
La falta de acción tiene consecuencias que van más allá del incremento en los precios. Cada día que permitimos que Irán y sus aliados terroristas controlen estas rutas, les damos más poder para impulsar su agenda ideológica a través del miedo y la violencia. No estamos hablando sólo de una amenaza económica, sino de una amenaza a nuestra forma de vida y nuestras libertades.
Es crucial que Occidente tome una postura firme y unificada contra el terrorismo patrocinado por Irán. Es necesario implementar sanciones económicas severas y considerar acciones militares para recuperar el control de las rutas estratégicas. No se trata solo de proteger intereses económicos, sino de salvaguardar la seguridad y la libertad global.
Para enfrentar esta situación de manera efectiva es imperativo aplicar una medida concreta y contundente: el bloqueo total de los puertos de Irán. Hasta que Irán no levante el bloqueo del estrecho de Ormuz y cese su apoyo a los hutíes en Yemén, Occidente debe prohibir la entrada y salida de barcos en puertos iraníes. Esta sanción directa obligará a Irán a enfrentar las mismas dificultades que ellos imponen al mundo, enseñándoles que sus acciones tienen consecuencias reales.
Si no actuamos ahora, la situación solo empeorará. Hoy es el estrecho de Ormuz y el Canal de Suez, mañana podría ser el estrecho de Gibraltar o incluso el Canal de Panamá. Irán ya tiene una influencia significativa en Venezuela, lo que facilitará un control indirecto sobre el canal. La inacción frente a estas amenazas sólo invita a más agresiones y extorsiones.
Es momento de que Occidente deje de ser rehén de un grupo de extremistas y tome las riendas de su propio destino. La seguridad global y la estabilidad económica dependen de nuestra capacidad para enfrentar y derrotar al terrorismo. No podemos permitir que Irán dicte las reglas del juego. Debemos actuar con firmeza y decisión para garantizar un futuro seguro y próspero para todos. El bloqueo de los puertos iraníes hasta que cesen sus acciones hostiles es un primer paso crucial en esta dirección.
Las cosas como son.