Es sabido que en la Asamblea Constituyente de Francia, se preguntaba ¿Cuánto podía concederse al Rey? Había triunfado la Revolución, llevándose por delante a la monarquía. “Viva la República”, estruendosos gritos. La iglesia contra la pared. La Nación y los derechos humanos, en el escenario.
La compaginación de los intereses en juego condujo a que aquellos que abogaban por la continuidad de la monarquía se colocaran en la Asamblea del lado derecho y los fervorosos de la revolución en el opuesto. La “British Broadcasting Corporation” pone de relieve que por unas sillas surgen a partir de ese encuentro “la izquierda y la derecha”, las dos principales tendencias políticas que han tratado de regirnos. La humanidad no deja, por tanto, de tener sus extrañezas.
El Siglo XXI, el de las sacudidas, iniciadas ya en el XX, revela, sin embargo, que la apreciación de la BBC no ha sido tan absoluta, pues las dos tendencias no han marchado por caminos definitorios, más bien pellizcados por quienes han asumido el role de liderarlas, por lo que no puede negarse que hoy se mueven en un ambiente sacudido por latigazos de confusión y hasta de anarquía. El desenfado con la política, tal vez, haya estado ya presente en Aristóteles al concebir al gobierno de una sola persona como la monarquía, al de pocas, la aristocracia y la república, al de muchas.
Pero más en las degradaciones de cada una de ellas, “la tiranía, la aristocracia y la demagogia”. Hace referencias, por supuesto, a “la corrupción de la democracia”. Pareciera mentira, pero en todas esas manifestaciones han tenido influencia, lo que mucho después de la época aristotélica ocurriera, la dualidad entre “izquierda y derecha”, que engendrara Francia en 1789.
Es pertinente, por tanto, observar que, por lo menos, dos apreciaciones vinculadas a esa dualidad, más que facilitar, complican las definiciones, la de Donald Trump, en lo que respecta a EE. UU. y la otra un poco más allá, en Colombia, con Gustavo Petro. El primero, presidente hasta comienzos del 2021 y el segundo en la Jefatura del Estado desde el 7 de agosto de 2022.
Donald, a quien sustituyera el demócrata Joe Biden, acaba, en efecto, de manifestar, desde su lujosa mansión de Mar-a-Lago, que competirá nuevamente por la presidencia en el 2024 “para derrocar a la izquierda”, a la cual califica como “extremadamente dañina para su país y el resto del mundo”. El recién electo primer magistrado de Colombia acaba de expresar que “rechazar la democracia liberal lleva a la dictadura”, puntualizando que así ha ocurrido en América Latina. Es de admitir que Petro hace, además, referencia a la democracia tipificada por que el derecho a gobernar se obtiene a través del éxito en elecciones regulares y competitivas, realizadas sobre la base de la igualdad política (“una persona, un voto”).
Asimismo, que “los regímenes democráticos propenden a combinar un gobierno limitado por un compromiso “democrático”, lo cual demanda participación popular y elecciones. Esto es cómo para preguntarse, ¿Es Petro Petro?, pues, si hay alguien con un lugar ganado en “la sinistra” es, precisamente, el primer magistrado en Bogotá. No así en el caso de Trump, con respecto a quién se impone más bien ratificar “Trump es Trump”.
The media, plena de observaciones, más leídas mientras más irónicas sean, potenciadas por la poca credibilidad en los políticos, sujetos activos en medio de la “derecha y la izquierda”. Pablo Ximénez, de El País, hace referencia a que “los políticos caminan tan de prisa, sin darse cuenta de que han perdido el pie. Son como coyotes corriendo detrás del correcaminos hasta que se salen por el precipicio. Pero lo particular es que siguen corriendo en el aire y solamente caen al vacío cuando se paran y miran hacia abajo”. Cómo estas advertencias, unas cuantas otras abundan.
Preguntarse hoy, cómo se pretende, si “la derecha y la izquierda” son antagónicas es sumergirse en el mundo de las dificultades. Se anota, inclusive, que hoy lo que define a una en un país, puede disentir con la de otro. Inclusive, hasta en épocas pasadas, la burguesía fue revolucionaria y luego conservadora, así como el liberalismo, progresista, o sea, de izquierda. Una mixtura, como de ir y venir. Un poco como que dependiera del “aire que sople”.
El académico Giovanni Sartori apunta que las palabras “derecha e izquierda” adquirieron una relativa vigencia con la denominada Revolución Estudiantil de l968. La eficacia, admite, ha sido cíclica, como lo revela el hecho de que “todo aquello que convenía a la política soviética era de “izquierdas” y en el mundo capitalista de “derechas”. Prosiguen en la política de masas. Son como una brújula. Nos orientan. Y con una identificación que nos ancla en algo.
La incertidumbre, sin embargo, no puede negarse, que ha inducido a profundidades, como, por ejemplo, a preguntarse ¿Cuál es la real izquierda de la izquierda? Válido, también, en lo concerniente a “la derecha”. Para Sartori, la izquierda es altruismo, hacer bien a los demás, mientras que la derecha es egoísmo, atender al bien de uno mismo. No obstante, las apreciaciones, lamentablemente, pasan, como anota el “Maestro”, por las consecuencias imprevistas de nuestras acciones, capaces de desbordar las intenciones, induciendo a que se sostenga de que el egoísmo puede generar, también, resultados de interés colectivo. Cita Sartori a la “Teoría del mercado”, la de la “mano invisible” de Adam Smith.
Luis XVI fue guillotinado, así como María Antonieta, su emblemática esposa. No vivieron las peripecias de “la izquierda y la derecha”. No sabemos si las habrán presagiado. Es difícil imaginarlo. Pero quién quita que estén en el otro mundo expresándose cada vez que se encuentran “Izquierda, derecha, izquierda”. Comentarios, bienvenidos.