Las fotografías de este 7 de septiembre, día de la Independencia, con millones de ciudadanos volcados en las calles en apoyo a Jair Bolsonaro en las calles de Brasil, no mienten.
Las multitudes encarnaron la mejor encuesta y muestran que el presidente conservador va arriba en las preferencias de cara a su reelección en 2022, cuando se renovará también el senado, la cámara de diputados y las gubernaturas. En algunos cálculos, el ex militar tendría un apoyo de hasta el 80 % de la población, contra solo un 20 % de Lula da Silva.
La gente en las avenidas pedía la renuncia del ministro Alexandre de Morais, del Supremo Tribunal Federal (STF), quien la ha emprendido contra muchos líderes sociales, políticos y periodistas cercanos a Bolsonaro.
Las versiones de que los ministros del STF en realidad trabajan para facilitar la llegada de Lula da Silva al poder, una vez más, no son nada descabelladas, puesto que han ordenado la detención de bolsonaristas sin que haya realmente un solo crimen que perseguir. Son presos políticos, víctimas de la “dictadura de la toga”.
Entre los perseguidos está el periodista Oswaldo Eustaquio, la activista Sara Winter, el diputado Daniel Silveira, el líder del Partido Laborista Brasileño (PTB), Roberto Jefferson; así como también ahora el líder camionero Se Trovao.
Todos merecen el respaldo internacional y solidaridad, ya que son gente de bien y es la venganza política la que guía el criterio faccioso del STF.
Por sólo poner un par de ejemplos de cómo actúa la dictadura de la toga en Brasil, vemos el caso de Oswaldo Eustaquio, quien solo porque hizo un live, en el libre ejercicio de su libertad de expresión, nuevamente resultó perseguido por los ministros que aman la cultura de la cancelación y criminalización las críticas. Ignoran los derechos humanos más elementales.
Roberto Jefferson, dirigente del partido que Bolsonaro usará como plataforma para lanzarse a la presidencia el año que viene, el PTB, me envió una profunda carta desde la prisión donde se encuentra, encarnando claramente las consecuencias injustas e inaceptables de oponerse a las acciones de la izquierda.
«Nosotros somos soldados del Señor”, me escribió el día 1º de septiembre.
«Tortolero, estamos unidos en Cristo, para enfrentar ese movimiento cristofóbico que intenta destruir a la familia cristiana. Nuestra lucha es por los valores sagrados: Dios. Patria. Familia. Vida. Libertad. Nosotros somos soldados del Señor. Es grande la persecución a la cultura cristiana, pretenden destruir a la familia. Nosotros resistiremos. Nosotros lucharemos. Gran abrazo, Roberto Jefferson”.
Jefferson es un gran ser humano, un líder sabio que ha entendido que la religiosidad nunca debe ir por separado de la acción política –es decir, los valores trascendentes deben guiarnos en todo momento- y que el socialismo es sin duda enemigo de la cristiandad.
En este contexto político se llevó a cabo el 3 y 4 de septiembre el famoso CPAC (Conservative Political Action Conference) 2021 en Brasil.
Esa cumbre tradicional de los miembros del Partido Republicano de los Estados Unidos, pero no sólo de ellos, viajó al país del Cristo de Corcovado, la samba y el fútbol para verse enriquecida por oradores tanto cariocas, como Eduardo Bolsonaro, como norteamericanos, como Donald Trump Jr, y el CEO de GETTR, Jason Miller.
Por cierto, durante el CPAC, no se sumaron 30 mil personas más a esta red social, la mejor de todas -casa de la libertad de expresión y el combate real a la cancel-culture-, sino al final del día, 50 mil. Dicho sea de paso, en un par de semanas GETTR contará con traductor, y con opción para realizar live streamings, en unas 4 o 6 semanas más.
Miller, cuando ya se dirigía a Estados Unidos, fue detenido arbitraria e ilegalmente junto con su equipo, durante tres horas, en las que fue interrogado por autoridades enviadas, una vez más, por el STF.
No fueron acusados de nada ninguno de ellos, pero las malas intenciones de los ministros salieron a relucir al atacar a quienes promueven la libertad de expresión y el combate frontal a la cultura de la cancelación, que en Brasil, por desgracia, está tan vigente.
A Miller le dijeron que no estaba bajo arresto, pero le preguntaron y no les dio los nombres de quienes colaboran en su plataforma en Brasil, que ha sido un gran éxito, al sumar cerca de 250.000 usuarios en pocas semanas, incluyendo al propio presidente Bolsonaro y a sus hijos Eduardo y Flavio. Visto esto, todos los partidos conservadores del continente americano, deberían tomar nota y usar como punto de encuentro el poder de esta arma de la democracia.
Los personeros del STF intentaron que Miller la pasara mal y no regrese a Brasil. Pero es seguro que podrá estar de regreso en su momento.
El propio presidente Bolsonaro hizo referencia a la detención de Miller. «Somos cada vez más conservadores, y cada vez más respetuosos de nuestra ley y Constitución. Y ya no permitiremos que personas como Alexandre de Moraes continúen azotando nuestra democracia y faltándole el respeto a nuestra Constitución», aseguró el mandatario.
Y remató: «Tuvo todas las oportunidades para actuar con respeto para todos nosotros. Pero no actuó así, como todavía no lo hace. Acaba de interceptar a un ciudadano estadounidense para ser interrogado sobre actos antidemocráticos».
El mexicano Eduardo Verástegui, productor y actor de películas con profundo sentido humano y religioso, y quien vemos rezando el Rosario todas las noches y pidiendo por la paz en el mundo, también estuvo presente en el CPAC-Brasil.
Su discurso abordó temas sensibles: Lucha contra la trata de niños, a favor de la defensa del derecho a la vida, la familia y la libertad, y contra la expansión del socialismo en América Latina. Invitó también a la CPAC México 2022.
El Movimiento Cristiano Conservador Latinoamericano estuvo presente también en la CPAC-Brasil, con el Padre Kelmon Luis Souza y algunos miembros de su staff.
Las dos iniciativas conservadoras de mayor alcance en el continente americano y en el mundo hispano-hablante (o en la Iberosfera, como diría Santiago Abascal, líder de Vox), son el CPAC y la Carta de Madrid.
Estamos trabajando duro para que ambos proyectos puedan sostener un encuentro en México el próximo año. Léase, Santiago Abascal y Vox, en la CPAC-México, que esperamos sí pueda realizarse en un estado conservador, no en la Ciudad de México, donde gobierna la ultraizquierda abortista. También es imprescindible invitar a Donald Trump, a Jair Bolsonaro, y a los hijos de ambos. Y claro, a Jason Miller y los amigos de GETTR.
2022 es un año electoral en Brasil donde como dijimos líneas arriba se elegirán presidente, gobernadores, senadores, y diputados. En México hay elecciones en seis gubernaturas (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, y Tamaulipas). Y en Estados Unidos se celebran las elecciones intermedias, que con toda seguridad, perderá el Partido Demócrata.
Mis fuentes en Brasil me comentan sobre cómo se está cimentando la reelección de Bolsonaro. Este 7 de septiembre el presidente mostró gran músculo en las calles. Hasta la mainstream media progresista internacional tuvo que reconocer que Lula fue el gran perdedor, pues ni en las ciudades donde tradicionalmente se le ha apoyado las aglomeraciones bolsonaristas menguaron su poder.
La STF tiene como meta principal destituir a Jair Bolsonaro, para descarrilar su reelección. Le han inventado una larga serie de irregularidades que no cometió. Y que sumarían hasta 46 años en cárcel. Así opera la izquierda.
Bolsonaro aludió públicamente, sin decir su nombre, que Luiz Fux, el líder del poder judicial, debía poner orden en el STF. Y si no, tendría que hacer lo que no quería hacer. No se debe interpretar mal esto, porque el presidente podría dar amnistía a los presos políticos.
No obstante, si el STF actúa fuera del marco de la ley, por consigna e intereses políticos, algo debería cambiar. La gente en las calles coreaba: «Fuera, Alexandre».
Otro gran problema con Alexandre de Moraes –cercano a Lula Da Silva- es que el próximo año, año electoral, sería elegido como presidente del Tribunal Superior Electoral.
Un artilugio más que usa el socialismo en Brasil para buscar impedir la reelección de Jair Bolsonaro es imponer la votación electrónica, que podrían llegar a manipular (como se ha hecho en otros países, como Venezuela y Estados Unidos).
Lanzado por el Partido Liberal Social, Bolsonaro en 2018 obtuvo el favor del voto de 57 millones de personas, de un universo electoral de 120 millones de votantes y una población de 212 millones de personas. En 2022 será lanzado por el PTB, de Roberto Jefferson.
Trump obtuvo en 2020 cerca de 75 millones de votos. En México el socialista López Obrador en 2018 sólo llegó con 30 millones.
Brasil es el país con mayor número de católicos en el mundo: 172 millones, que son un 64% de su población.
Y si a ellos le sumamos los cristianos, alcanzamos un 87%. Sólo es superado por Estados Unidos en número, donde hay 252 millones de cristianos, el 75 % de su población.
¿No hay relación entre la prosperidad y el desarrollo y la religiosidad? Parece muy evidente, y lo es más cuando contrastamos esto con la pobreza de los países socialistas.
Hay quienes calculan que Jair Bolsonaro supo poner 10 millones de personas en las calles, en su apoyo. En Sao Paulo, ciudad que da nombre al nefasto “Foro” de la izquierda internacional, salieron a manifestarse a favor del presidente dos millones de cariocas. En Brasilia, un millón. En Río de Janeiro 500.000.
Lula da Silva y sus amigos del STF no pudieron impedir que en Sao Paulo la derecha mostrase su fuerza y cohesión. Y eso que es gobernada por Joao Doria, quien es señalado por haber hecho más tratos con China que con el gobierno federal de Bolsonaro. Derrota geopolítica para el PCCh. Ganó Jair Bolsonaro, y como rezó su slogan en la pasada campaña: “Brasil y Dios por encima de todos”.
Fuente: PanamPost