La organización y manejo de las relaciones exteriores de la Argentina se encuentran claramente asentados en nuestra Constitución, tanto desde lo referido a quienes tendrán a su cargo la conducción de las relaciones exteriores como a las condiciones de participación del Estado argentino en esta área. La Constitución ya esboza una política internacional y los principios establecidos en la defensa de los derechos humanos, libertad comercial y las instituciones republicanas en la misma, son aplicables a la política exterior, además indicando un procedimiento para la toma de las decisiones internacionales con control parlamentario.
Un antecedente poderoso y de vigencia sobre la política exterior argentina según su constitución la dio Juan Bautista Alberdi, señalando que el criterio central de esta política debe ser la defensa del interés nacional: ‘’El objeto de la política exterior consiste en las reglas, en la legislación, en los actos dirigidos a desarrollar y agrandar más la afluencia de los capitales, de las poblaciones, del comercio, hacia los países nacientes y despoblados de la América del Sur”. Cuando Alberdi señalaba que la política exterior debe ser ‘’la llave de riqueza y prosperidad, para vencer el desierto, el atraso material y la pobreza’’, nos está explicando que el interés nacional y los objetivos, a los que hace alusión en su análisis, son equivalentes al principio de supervivencia como nación. De anclarnos a las corrientes de inversión global depende nuestra existencia como país. Alberdi, remarca el concepto de riqueza y entiende que la ‘’ejecución de la Constitución en esta parte, es la que más interesa a los destinos actuales y futuros de la República Argentina’’. La riqueza importa a la prosperidad de la Nación y a la existencia del poder, ya que ‘’sin rentas no hay gobierno; sin gobierno, sin población, sin capitales, no hay Estado’’.
También, ocupa un lugar importante en los fundamentos constitucionales de la política exterior Argentina, la capacidad e idoneidad de la representación diplomática que buscara defender y posicionar los intereses argentinos descriptos ante el mundo. El peligro de la utilización de cargos referidos a esta área para favores partidarios capitalizables electoralmente aparecía en las advertencias de Alberdi. Como si estuviese advirtiendo sobre las designaciones de Felipe Solá o el caso de Santiago Cafiero, en el manejo de las relaciones exteriores de la Argentina, personas sin ningún tipo de respaldo académico, señalaba: “Las legaciones (embajadas) son destinos de ambiciosos o canonjías de caudillejos envejecidos; o favores hechos a fatuos que viven del humo de las cortes. Rara vez son dados a hombres inteligentes y patriotas’’. Describía que ‘’la diplomacia en Sud América, no es ciencia ni profesión. Debería ser unas de las partes más cuidadas de la enseñanza del derecho público”.
Una diplomacia en consonancia con nuestros principios constitucionales implica observar fuertemente las banderas del kirchnerismo en materia internacional. El posicionamiento de la Argentina kirchnerista bajo el eje castrochavista, el cual implico el retiro de la denuncia presentada en la Corte Penal Internacional por violaciones a los derechos humanos en Venezuela, siendo el exilio la única salida para sus habitantes. La ONU estima en más de 6,5 millones el número de migrantes venezolanos, niveles similares a los de cualquier guerra civil. La inicial abstención de votar en la OEA una condena contra Nicaragua, país en el cual la pareja presidencial ha perseguido brutalmente a sus opositores, la afirmación realizada por Alberto Fernandez sobre el desconocimiento de lo que sucede en Cuba, o cuando abiertamente ofreció a Vladímir Putin, en vísperas de su invasión a Ucrania, a la Argentina como puerta de entrada a Latinoamérica, forman parte de ese decálogo tétrico.
Teniendo en cuenta lo expuesto, aparece como alineado al mandato constitucional alberdiano la decisión inmediata del gobierno del presidente Milei de no ingresar a los BRICS, ya que la pretensión de colocar a la República Argentina como miembro aparece en este contexto de hoy, como una especia de ‘deja vu’ del ‘’Movimientos de los No Alineados’’. En los BRICS, lo que prevalece, son posicionamientos geopolíticos o neutralismos ambiguos, como en el caso de la guerra ruso-ucraniana. Rusia abriga su invasión a Ucrania como una cruzada ‘’antioccidental’’ y ha transgredido todas las normas de convivencia de paz construidas desde la Segunda Guerra Mundial. En los casos de China y la India, ambos en su condición de potencias militar y nuclear, juegan su posicionamiento político, en aguas conflictivas de la seguridad internacional, totalmente ajenas a nuestra realidad. La posibilidad de un potencial aumento comercial en temas de agroalimentos, servicios o energéticos es nula ya que los instrumentos, como son los tratados de libre comercio, para que eso se materialice no existen en los BRICS. Por último, el ingreso de la Argentina se realizaría junto a países como Irán, cuyos funcionarios están acusados por los atentados terroristas contra la embajada de Israel y la mutual AMIA en Buenos Aires.
En síntesis, podríamos decir que la administración entrante encontró a la Argentina bajo una ‘’acefalía diplomática’’, no porque se encuentre sin nombramientos efectivos, sino porque quienes la dirigieron carecieron de todo tipo de conocimientos sobre los fundamentos constitucionales de la política exterior argentina. Como advertía Alberdi, ‘’al legislador, al hombre de Estado…sólo toca estudiar los principios económicos adoptados por la Constitución, para tomarlos por guía obligatoria en todos los trabajos de legislación orgánica y reglamentaria. Ellos no pueden seguir otros principios, ni otra doctrina económica que los adoptados ya en la Constitución, si han de poner en planta esa Constitución, y no otra que no existe.’’ La búsqueda de una política exterior bajo las ideas alberdiana es una gran noticia.