José Elías Romero Apis
Como llevo 25 años disfrutando todos los viernes de la hospitalidad de Excélsior, es que cada año escribo sobre el Viernes Santo. Por eso es que hace 12 años escribí para Librería Porrúa un libro titulado El proceso de Cristo, mismo que ha sido reeditado para su actualización en diversas ocasiones. El más reciente se encuentra en la imprenta y próximamente en la librería.
Nuevamente aclaro que ese libro no es histórico ni filosófico ni teológico. No soy historiador ni filósofo ni teólogo. Soy abogado y es un libro jurídico donde se analiza un proceso de hace dos mil años bajo la óptica de la ley actual. Allí vemos lo que serían 96 violaciones constitucionales y 54 delitos que se cometieron contra el acusado.
Esa centena de abusos e injusticias cometidos en contra de un solo hombre en apenas la mitad de un solo día son una parte infinitesimal de las miles o millones de injusticias que a diario se cometen en contra de miles o millones de seres humanos.
Porque todos los días son incontables los hombres que, en todas partes del planeta, son acusados sin motivo, son enjuiciados sin reglas y son sentenciados sin pruebas. Todos los días reaparecen los Caifás que persiguen a los que no la deben. Todos los días resurgen los Judas Iscariote que venden todo por monedas. Todos los días renacen los Poncio Pilatos que se acobardan ante el deber. Y todos los días reviven las crucifixiones de quienes no han hecho nada para merecerlas.
Por las razones que condenaron a Jesús de Nazaret en los inicios de nuestra era, los sistemas del siglo XXI también lo condenarían. Es liberalista en medio de la tiranía. Es líder en medio de vasallos. Es puro en un mundo sucio. Es valiente en medio de cobardes. Es creyente en medio de falsarios. Es desinteresado en un sistema de intereses complicados. Es franco en medio de hipócritas. Es leal en medio de traidores. Es inteligente en una sociedad no sólo brutal sino, además, embrutecida. En fin, es aventajado y avanzado en medio de un estanco de retraso mayor. El desafío de Jesús fue múltiple, global y total, planteado a su mundo y a su universo. Ése es el verdadero drama de la Pasión de Cristo. Que no es una historia de hace dos mil años, sino que se renueva en la vivencia cotidiana de nuestros días.
Por eso nos preguntamos, ¿qué tanto hemos cambiado en dos mil años? ¿Algo ha cambiado? ¿Algo cambiará en los próximos tres mil? La historia de Jesús ¿es del pasado, del presente, del provenir o de siempre? ¿No será que, parafraseando a Jesús Reyes Heroles, hemos logrado cambiar todo para conseguir que todo siga igual?
Es cierto que hoy tenemos mejores leyes, que hoy tenemos mejores procesos y que hoy tenemos mejores derechos. Hace 250 años no teníamos constituciones. Hoy sí las tenemos, aunque muchos gobernantes las usan como corona y muchos gobernados las usan como escondite. Hace 200 años no teníamos códigos procesales. Hoy sí los tenemos, aunque muchas autoridades los utilicen para elegir a los culpables y no para buscarlos.
No cabe duda de que hoy tenemos mejores sistemas jurídicos. Pero no estoy tan seguro de si hoy también nosotros somos mejores. Si hoy somos menos crueles, menos rateros y menos salvajes que hace 2000 años. Hoy somos más violentos que hace 50 años en violencia familiar, en violencia patrimonial y en violencia escolar.
En cuanto al Estado, el mundo vive hoy en el más bajo nivel de calidad política de 100 años. En Europa, la política se ha empobrecido. En Sudamérica, la política ha quebrado. En Estados Unidos y en México, la política vive al día. No hay gobernantes ni para ganar la guerra ni para ganar la paz. No hay líderes ni para construir ni para destruir. Es más, no hay caudillos para fundar un sistema ni cabecillas para derrocar un régimen.
Ésa es la posible enseñanza del Viernes Santo. Que la justicia a modo es peor que la injusticia. Que todos somos iguales ante las leyes, pero no todos somos iguales ante los jueces. Y que es totalmente falso que tener el poder es tener la razón.