CARACAS.- La crisis postelectoral en Venezuela requiere de la conjugación de los métodos políticos y diplomáticos con elementos violentos o la amenaza real del uso de la fuerza para empujar al régimen de Nicolás Maduro a un escenario de negociación, que permita una transición pacífica y democrática en el país suramericano.
A poco más de dos meses de las elecciones presidenciales, en las que resultó electo con más de siete millones de votos el diplomático Edmundo González Urrutia para el período presidencial 2025-2031, la cúpula chavista ha optado por una brutal represión para atornillarse en el poder.
“Hay una represión bestial, eso era previsible. Nadie esperó que al día siguiente de las elecciones, Maduro entregara graciosamente el poder”, señala el analista político y experto en negociaciones y resolución de conflictos, Juan Antonio Blanco, en entrevista con DIARIO LAS AMÉRICAS.
Debilidades de la dictadura
Para el analista, el escenario actual de Venezuela nacional e internacionalmente está mucho más claro que dos meses atrás, cuando sólo existía una “luz de esperanza en medio de las tinieblas”, representada en Machado, quien se encontraba recorriendo el territorio venezolano, promoviendo la candidatura opositora.
Hoy en día, continúa, se ha confirmado la tesis de la líder venezolana de que una unidad lo “más amplia posible” es capaz de “derrotar electoralmente” al régimen de Maduro. También se ha dejado en evidencia las “debilidades” dentro del chavismo en relación a sus propios militares —sostén de la dictadura—, quienes colaboraron con la oposición para que este tuviera las actas electorales que demuestran el triunfo de González Urrutia.
Indica, igualmente, que el exilio del presidente electo, aunque forzado y bajo coacción, fue lo acertado porque permite tenerlo a buen resguardo para que pueda asumir la Presidencia de Venezuela el 10 de enero de 2025, mientras que Machado se mantiene al frente, “con todo el coraje que siempre la ha caracterizado”, liderando el proceso para llegar al cambio de gobierno.
“María Corina tiene larga trayectoria en la lucha contra la dictadura y está resuelta a llevarlo en la forma que sea (…) El presidente electo es un hombre decente y demócrata, es un diplomático. No es un hombre activista de masas, él está acostumbrado a hablar en el cónclave diplomático, con buena forma. Esa es su capacidad. No todos pueden ser activistas, ni todos pueden ser diplomáticos, tienen que conjugarse unos con los otros, porque la lucha va a tener todas esas diferentes facetas”, explica.
Reglas del juego
En este punto de la lucha democrática venezolana, el experto en negociación considera que las reglas del juego serán “las que impongan los opresores”, a pesar de las corrientes que en los últimos años han hecho de las declaraciones de no violencia “una profesión de fe”, en la que así se tenga que seguir bajo una tiranía se comportan de manera no violenta.
“Las reglas del juego son las que imponen los opresores y si los opresores nos obligan a recurrir a métodos violentos para sacarlos del poder, habrá que recurrir a métodos violentos en algún momento porque ese es el lenguaje que al final ellos entienden”, sostiene Blanco.
No obstante, señala que la lucha democrática no puede dividirse en los extremos de violencia y no violencia. A su juicio, es un proceso continuo, en que deben implementarse métodos no violentos, como se hizo en el caso venezolano al participar en los pasados comicios, con elementos violentos o la amenaza real del uso de la fuerza, que permita que la situación se pueda resolver “por la vía no violenta”.
Estos han sido escenarios que se han presentado en la historia, por ejemplo, en la disolución de la Unión Soviética en 1991, y en el fin del apartheid en Sudáfrica, en donde se combinaron la amenaza latente del uso de la fuerza y la presión del mundo a través del “boicot generalizado”, que los aisló de los eventos internacionales de toda naturaleza.
“No es un problema de esa dicotomía entre los no violentos y los favorables a la violencia, es que una negociación no se logra en ninguna parte si no combina ambas cosas (…) Llega un momento en que la presión de todas las fuerzas los obliga a buscar una salida no violenta a la solución”, explica.
Conjugar la política y la fuerza
En el caso de Venezuela, señala, no es Maduro solamente el que debe entregar el poder, sino la dictadura de Cuba, los grupos guerrilleros colombianos Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Irán, China y Rusia. “Son demasiadas fuerzas que están detrás, simbolizadas por Maduro, que son reacias a entregar el poder sin derramar sangre”, apunta.
Considera que las sanciones son insuficientes, en vista de que los jerarcas del régimen reciben recursos del mercado ilícito, de transacciones con criminales y el tráfico de drogas: “A Diosdado y Maduro no les interesa viajar a Walt Disney, en Florida. Lo que les interesa es tener su capital a buen resguardo, en un lugar donde no puedan confiscárselo, y el mundo para ellos todavía sigue siendo lo suficientemente amplio como para que puedan viajar a otras partes con seguridad”.
En este sentido, indica que lo único que haría que Maduro y sus secuaces cambien de opinión es que capturen a uno o a muchos de ellos y se “resquebrajen” las Fuerzas Armadas. “Cuando un régimen siente que puede lanzar los tanques a la calle, masacrar a la población y eso no tiene ninguna consecuencia, se sienten envalentonados e invulnerables a cualquier tipo de cuestionamiento de esa autoridad”, indica.
Aunque no ocurra una intervención directa, como con el dictador panameño Manuel Antonio Noriega, Blanco estima que pudieran darle al régimen un “golpe quirúrgico” a la unidad militar que manda los tanques a la calles, como ordenó el expresidente y candidato presidencial Donald Trump a la base rusa en Siria en 2017. “Ese es el único lenguaje que estos tipos entienden”, sostiene.
En lugar de iniciativas que buscan deponer a Maduro como la de Ya Casi Venezuela, impulsada por el exmilitar y empresario estadounidense Eric Prince, el analista estima que debería aportarse a instancias como la Corte Penal Internacional (CPI), que aplicando la Convención de Palermo emita órdenes de captura contra jerarcas del régimen.
“Lo legítimo es lograr una instancia internacional que puede ser la CPI, o una coalición de países que están dispuestos a juntar sus fuerzas para sacar del poder a esta gente”, señala, al mencionar que esta coalición también pudiera poner a disposición de la CPI un equipo militar para hacer efectiva la captura de los chavistas.
“Lo que nosotros tenemos que ver es el uso sin complejo y sabio de cómo se combinan todas las formas de lucha para llegar al objetivo final, que es sacudirse esta sanguinaria dictadura mafiosa de Diosdado, los hermanitos Rodríguez y Maduro”, sentencia.
María Cristina Hernández