A pesar del crecimiento del uso de los medios electrónicos de pago, potenciado por la pandemia, muchos argentinos todavía quieren ver billetes a la hora de pagar o de aceptar dinero. En la Argentina, el país del “solo efectivo”, un 60% de los comerciantes lo considera el medio de pago más conveniente y gran parte de las transacciones, en particular las de la economía informal, se siguen realizando por esa vía.
Un estudio privado compara los hábitos en la Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay a la hora de echar mano a la billetera, sea ésta de las de cuero, que se llevan en el bolsillo, o digital, de las que se llevan en el celular. El sondeo al que accedió Infobae, realizado por la empresa de investigación de mercado Oh! Panel, tomó una muestra de 2.400 casos de distintas edades, lugares y profesiones, y presentó resultados sobre la percepción de los consumidores sobre los distintos medios de pago.
Según el 94% de los encuestados, los pequeños comercios precisan de los pagos en efectivo para su normal funcionamiento (Oh! Panel)
Según el 94% de los encuestados, los pequeños comercios precisan de los pagos en efectivo para su normal funcionamiento. Además, “la encuesta revela que, en Argentina, un gran porcentaje de transacciones cotidianas se realizan en efectivo, como las compras en comercios de cercanía (81%), el pago de servicios (25%), la compra de indumentaria (27%) o las cargas de combustible (36%)”, resaltó el informe.
Asimismo, consultados acerca del rol que tiene el dinero en efectivo en el desarrollo del país, un 41% de los encuestados en la Argentina asegura que colabora mucho y otro 41%, que colabora algo con ese objetivo. No obstante, el informe muestra que entre los 4 países consultados, los argentinos “se posicionan como el público menos optimista en cuanto al aporte del efectivo para el desarrollo de la economía”. En cuanto a si se encuentran de acuerdo con la afirmación “Una economía sin efectivo dejaría afuera del sistema a algún sector importante de la población”, en la Argentina un 39% acordó en forma total y un 30% en forma parcial. Si bien es un registro elevado, es el más bajo de los cuatro países analizados.“El uso del efectivo no desaparecerá aún cuando aumente el uso de medios de pago digitales. En varios países, incluso de bancarización elevada, como España, el uso de efectivo “chico” para las compras diarias sigue siendo común y extendido”, contó a Infobae el economista Luis Secco.
En varios países, incluso de bancarización elevada, como España, el uso de efectivo “chico” para las compras diarias sigue siendo común y extendido (Luis Secco)
Consideró el economista que el reemplazo del efectivo por dinero electrónico podría significar exclusión financiera. “Hay que tener en cuenta la alta informalidad y la enorme población de bajos ingresos en Argentina; ahí es difícil que el dinero billete desaparezca, porque la bancarización es muy baja”, explicó.
Por otra parte, Secco recordó: “si bien la tecnología y el uso de teléfonos inteligentes permitieron un incremento importante de la disponibilidad y el uso de medios de pago electrónicos, incluso para compras presenciales, el efectivo sigue siendo el medio de pago excluyente de la economía informal y, tal como quedó en evidencia en 2001, el punto de contacto entre la economía formal y la informal. No se puede pasar por alto que, lamentablemente, el tamaño de la economía informal viene creciendo producto de la cuarentena”.
El economista también destacó que en este terreno influyen dos brechas: una digital, que obliga al efectivo a aquellos sin acceso a buena conectividad, y otra generacional, dado que muchas personas mayores no utilizan los medios de pago electrónico.Influyen dos brechas: una digital, que obliga al efectivo a aquellos sin acceso a buena conectividad, y otra generacional, dado que muchas personas mayores no utilizan los medios de pago electrónico (Secco)
En este sentido, la decisión del Gobierno de devolver el 15% del importe de las compras hechas con tarjeta de débito a aquellos jubilados con la mínima y beneficiarios de la AUH, tuvo una utilización llamativamente baja. Entre marzo y agosto, la AFIP había anunciado que contaba con partidas presupuestarias de $30.000 millones para beneficiar a 7,1 millones de beneficiarios. Solamente reintegró $2.000 millones, menos del 7%. La brecha generacional y la falta de difusión de la medida impidieron su éxito.
El avance de la tecnología de los medios de pago digitales requerirá de cambios por parte de las entidades financieras y del Estado, en especial si se quiere llegar a los sectores de la economía en negro. “El camino a seguir es el de la descentralización, la reducción de la informalidad y la baja de la presión impositiva. Sin esto, muchos seguirán optando por el efectivo por ser la opción más económica”, dijo a Infobae Laura Iglesias, CEO de Evolution Invest, una empresa de tecnología aplicada a las finanzas.
“Lo que ofrece el dinero en efectivo es el manejo directo. Uno paga y se termina la cadena. El consumidor sabe que al pagar con tarjeta paga un porcentaje más caro y el comerciante no solo pierde un porcentaje, sino que encima cobra a 30 días. Con el efectivo nadie pierde ni tiene que esperar para tener el dinero. Es más barato, permite obtener mejores precios y le da la gente la sensación de ser dueña de su dinero por tenerlo en la mano”, concluyó la empresaria.
Lo que ofrece el dinero en efectivo es el manejo directo. Uno paga y se termina la cadena. El consumidor sabe que al pagar con tarjeta paga un porcentaje más caro y el comerciante no solo pierde un porcentaje, sino que encima cobra a 30 días (Laura Iglesias)
No puede dejarse de lado que muchas de estas conductas, tanto de los consumidores como de los comerciantes e incluso del estado, podría sufrir modificaciones a causa de la pandemia de coronavirus.
Una investigación reciente de la empresa Prisma Medios de Pago determinó que en la cuarentena se registró un alza en la utilización de las tarjetas de débito y se disparó el uso de la las tarjetas prepagas, en particular por el impulso de la tarjeta AlimentAR, una herramienta clave para la bancarización de los sectores más vulnerables de la población.