Aunque la teoría de que la Historia se ríe del hombre es de Hegel, la cita que más se usa al respecto es la frase de Marx en el arranque de su 18 Brumario: «La Historia ocurre dos veces. La primera como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa«. Y eso es lo que nos está pasando en estos momentos en España o lo que va quedando de ella. El pulso que los independentistas catalanes le echaron al Estado hace cinco años, ante la pasividad del Gobierno de Mariano Rajoy, se repite de nuevo hoy, pero esta vez con la complicidad del Gobierno de Pedro Sánchez y Podemos.
Aún peor, el autoproclamado principal partido de la oposición, el PP, también se repite en sus errores: de aquella ignorancia y prepotencia de Rajoy y Sáenz de Santamaría del «no habrá referéndum porque no hay urnas» al lo verdaderamente importante «es sacar de las carreteras a todos los vehículos con más de 10 años de antigüedad» que acaba de anunciar Feijóo para que no se le acuse de no tener iniciativa ante el fraude de ley que es la revisión del delito de sedición y de malversación. ¿Cómo era aquello de más vale estar callado y parecer estúpido que hablar y serlo?
Para Feijóo mirar por el retrovisor sigue siendo más importante que encararse con los enemigos de España
Al PP de Pablo Casado le sentó muy mal la moción de censura orquestada por Santiago Abascal porque puso de relieve que estaba mucho más preocupado por la competencia de Vox que por las demoliciones del PSOE de Sánchez. Ahora que Abascal ha resucitado la posibilidad de una nueva moción de censura en colaboración con el PP, Feijóo ha reaccionado cual pusilánime, descartándola «porque ni Vox ni Ciudadanos le van a imponer la agenda política al PP». Esto es, que para él mirar por el retrovisor sigue siendo más importante que encararse con los enemigos de España. Ni oposición, ni principal.
Feijóo tiene un cálculo estratégico: no meterse en demasiados líos de aquí a las elecciones y esperar a que Sánchez caiga cual fruta madura. Cuando gane, que es lo que cree, se volverá magnánimo y le pedirá a un PSOE en pleno trauma de su derrota que se abstenga en su investidura para no tener que pactar con Vox. Y sólo si los socialistas se niegan y puede culpar al PSOE, recurrirá a los de Abascal para ser presidente del Gobierno. Si gana.
Pero Vox no puede contentarse con la negativa de Feijóo a presentar una nueva moción de censura. Primero, por responsabilidad ante una situación en la que el Gobierno está descosiendo de manera acelerada el tejido que conforma a España y el Estado de Derecho. Ante una situación pre-revolucionaria que puede acabar con la débil democracia española, Vox tiene la obligación de actuar.
Feijóo tiene un cálculo estratégico: no meterse en demasiados líos de aquí a las elecciones y esperar a que Sánchez caiga cual fruta madura
Pero también por razones de menor alcance. Es verdad, la anterior moción se perdió porque los números eran los que eran, pero no es menos verdad que Pablo Casado está fuera de juego y Abascal continúa. La figura de la moción de censura da cierto protagonismo a quien la defiende y los medios siempre cubren una actuación por lo que Vox también lograría romper ese cordón sanitario de silencio al que lo someten las grandes cadenas de televisión.
Es más, mientras Feijóo se centra en desmantelar el parque automovilístico nacional, Santiago Abascal se pondría en el centro del huracán político como el único líder que de verdad no se amilana ante el matón de Sánchez. Los votos, o si se gana o se pierde, no suele ser lo relevante cuando se presenta una moción de censura.
Aún más, Vox puede permitirse el lujo de ser generoso y no presentar a su presidente como candidato a reemplazar a Sánchez, sino buscar un líder indiscutible e indiscutido por su, como se dice ahora, transversalidad política, experiencia y visión de Estado. Eso sí, cualquier candidato debe llevar en su programa un único punto, tal y como el propio Abascal ha repetido en numerosas ocasiones: echar a Sánchez para convocar de manera inmediata elecciones generales y permitir que los españoles se expresen.
No habrá mejor oportunidad para clarificar quienes están en la oposición y quienes en el Ministerio de la Oposición. Las elecciones autonómicas y locales serán manipuladas en sus resultados para presentar a un Vox perdedor o estancado, sin atractivo para enfrentarse con éxito a Sánchez. Y esa lógica del voto útil se verá acentuada de cara a las generales, donde todos los medios tendrán como protagonistas al presidente del Gobierno, a la ultraizquierda que le apoya y a Feijóo, el opositor quejumbroso que no muerde.
Vox supo defender a los españoles del golpe independentista ante la pasmosa pasividad del PP y las instituciones. Sería un disparate que no volviera a hacerlo ahora que es de nuevo necesario.