miércoles, diciembre 25, 2024
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La crisis en Haití, un análisis

Desde ya hace más de un año el Primer Ministro Ariel Henry tomó control del Gobierno en Haití luego del trágico asesinato del presidente y amigo mío, Jovenel Moise. El Presidente Moise quería más que nada un cambio constitucional para permitirle a Haití salir adelante, y estaba organizando las elecciones, ya que su mandato estaba por terminarse en pocos meses. Había nombrado a Henry como su Primer Ministro para lograr estos cambios.

El Primer Ministro Henry ha intentado incansablemente mejorar las condiciones en Haití, pero es de conocimiento general que a mucha de la élite política en Haití no le interesa ni la estabilidad ni que haya un Primer Ministro que no controlan. Dada esta situación, las pandillas se convierten en entidades mercenarias, las cuales hacen el trabajo sucio de aquellos que más les pagan. Esta práctica se ha ido de las manos, y las pandillas se han convertido en terroristas mercenarios, que hacen lo que sea por financiar sus actividades ilícitas.

Yo conozco al Primer Ministro Henry y sé que esas palabras son verdaderas, sinceras y él aún tiene esa intención, pero sin la ayuda de la comunidad internacional será muy difícil salir de esta situación.

La élite política en Haití desde siempre ha sido el obstáculo del progreso en el país. A todos ellos les interesa más negociar cuotas de poder que lograr que Haití salga adelante.

Los del llamado Grupo Montana son muy cínicos en su negociaciones y no aparentan negociar en buena fe. Cada vez que se logra algún tipo de acuerdo para avanzar, exigen más y más condiciones, y cuando no se logran, es allí que se movilizan las pandillas para crear terror e intentar la caída del Gobierno.

Actualmente, gracias a la oposición terca, las calles de Puerto Príncipe que tanto he visitado, se han convertido en un campo de batalla urbana, donde las pandillas, armadas por las élites políticas, controlan, dominan, y hasta intimidan no solo a la policía nacional, si no a la población. La policía nacional de Haití no posee ni el equipo, el entrenamiento, ni los recursos para hacerle frente a estos grupos terroristas armados.

En lo que va de año, las pandillas han secuestrado a más de 1.500 personas, cobrado más de $31 millones en recompensas, y tienen el control del 75% de la capital. Todo esto es inédito, ya que Haití había avanzado mucho en los últimos 10 años con gobiernos que implementaron políticas públicas en beneficio a la población así como un control total de seguridad.

Lo que Haití necesita hoy día es una intervención militar extranjera, coordinada por las Naciones Unidas o la OEA, a quien el Gobierno ha pedido ayuda – por más que las dos instituciones tengan una historia difícil en el país, siempre han logrado apoyar a estabilizar la isla caribeña.

Las mismas élites políticas, que se esconden detrás de la supuesta “soberanía” se opondrán a tal intervención internacional, pero no debemos de oír esas voces, ya que solo se preocupan por sus intereses personales, cuotas de poder y no del país. Ellos quieren el control de las instituciones para hacer lo que hacían en Haití hasta antes del 2011, cuando el Presidente Michel Martelly fue electo y rompió la mafia del poder que existía en el País. Bajo esa administración, también había armonía en la isla de La Española, los Presidentes se veían con frecuencia y había diálogo permanente. A nadie le interesa más la estabilidad en Haití que al Gobierno y pueblo dominicano.

Son estas élites las que han llevado al país al borde del colapso, y no deberían tener ni voz ni espacio en la mesa de negociaciones.

Peor aún que toda esta situación, y como bien lo resalta el Senador Cassidy (R-LA) en una editorial en The Hill, la Administración Biden y su equipo no solo no han hecho nada por la situación en Haití, lo poco que han hecho no tiene ningún impacto. Es hora de que el equipo del Presidente Biden articule una política coherente y trabaje más de cerca con el Primer Ministro Henry.

A finales de septiembre, al margen de la Asamblea General de las Naciones Unidas, me impresionó ver cómo los asesores del Presidente Biden para América Latina alardeaban el nuevo “fondo” de seguridad para Haití, iniciativa lanzada en conjunto con Canadá, donde la Administración se comprometió a financiar $3 millones de dólares. Este monto no es siquiera suficiente para administrar dicho fondo. Pocos días después, se le otorgaron $625 millones al gobierno corrupto de Ucrania, para apoyar con la “seguridad” de ese país. Esto, además de ser un insulto, fue una burla no solo a Haití, si no al hemisferio, donde el equipo Biden mucho habla y poco hace. Este tipo de políticas ponen en peligro nuestra seguridad nacional.

La situación en Haití se está poniendo cada día más crítica, y son los Estados Unidos quien debería tomar el liderazgo de la situación, sin filtros políticos, y pensando en apoyar al pueblo haitiano que queda a menos de una hora y media de vuelo de Miami Beach. Es bueno también ver que la comunidad internacional le da el apoyo incondicional al Primer Ministro Henry, única figura legítima gobernando el país. Es solo apoyando al Primer Ministro a tomar control de la seguridad que Haití saldrá adelante nuevamente y podrán organizar elecciones, para retornar a la democracia que los haitianos merecen.

Fuente: Diario Las Américas

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