NINOSKA PÉREZ CASTELLÓN,
“No hay éxito personal en el exilio que se compare con la satisfacción del deber cumplido en pro del rescate de la patria esclavizada.” -Néstor Carbonell Cortina
No es hasta que uno adquiere años o madurez que comienza a pensar en dejar un legado. Mucho más si eres un cubano exiliado o te tocó nacer fuera de Cuba. La pregunta repica una y otra vez. ¿Cómo pudo un accidente histórico cambiar la vida de tantos cubanos? ¿Qué les hizo abandonar esa isla verde bañada por aguas ensangrentadas que 65 años después sigue azotada por la fuerza de la dictadura más longeva del hemisferio? ¿Qué hemos hecho para preservar nuestras raíces? ¿Cuánto saben las nuevas generaciones de la tierra de sus antepasados?
Siempre pienso en el momento en que cada cubano se vio obligado a tomar la decisión de abandonar la patria después de haberlo perdido todo y comenzar de cero. Un nuevo país, un idioma desconocido, títulos que no tenían valor y trabajar en lo que fuese para alimentar a sus familias. El arduo reto de comenzar de nuevo.
Vimos con ojos de espanto como caían los hombres ante el paredón de fusilamiento, se llenaban las cárceles, las turbas saqueaban nuestros hogares y cerraban nuestras escuelas, la pesadilla es imborrable. A pesar de que un nuevo país nos acogió con brazos abiertos, no puedo dejar de sentirme como la pequeña planta que fue arrancada de cuajo y se vio obligada a echar raíces en otra tierra, fértil pero extraña. ¿Quiénes somos? Seres que hemos nacido en Cuba, o fuera de ella y ya algunos llevamos la mayor parte de nuestras vidas lejos de ella, pero no la olvidamos. Hombres y mujeres que a pesar de haber logrado “el sueño americano” en algún rincón de nuestros corazones seguiremos siendo aquel refugiado cargado de añoranzas y temores ante un futuro incierto.
Así aprendimos que caerse no constituye un fracaso, el éxito es levantarte de nuevo y echar a andar. La comunidad cubana en Estados Unidos no tardó mucho tiempo en demostrar su potencial, pero si mucho sudor, trabajo y alguna que otra lágrima, producto del dolor por la patria lejana, la Cuba que duele. Cuando eres un exiliado, se puede nublar la vista, se puede estrujar el corazón, pero se redoblan los esfuerzos.
Siempre pienso que la generación de nuestros padres y abuelos fue excepcional.
Algunos regresaron a pelear con las armas en las manos, otros luchaban con su voz o su pluma, otros con el simple hecho de trabajar, darle un buen ejemplo y educación a sus hijos y convertirlos en el reflejo de lo que podía haber sido Cuba si hubiésemos tenido libertad.
Ahora nuestra responsabilidad es preservar esa patria que se pierde día a día. Ese terruño convertido en infierno, que 65 años después todavía vemos a sus hijos arriesgar sus vidas por huir. El tiempo les dio la razón a nuestros padres, no podemos dejar de honrar lo que nos legaron.
A Benjamín León Jr. le tocó vivirlo. Desde joven al dejar su querido Holguín y llegar a Miami, todo lo que hizo fue trabajar. La familia León no tardo en abrirse camino y a los pocos años ya estaban involucrados en el negocio de la salud, ofreciendo atención a los exiliados por una mínima cuota que les garantizaba cuidado médico sin ser carga pública. Sin saberlo entonces, sentaban lo que serían las bases para una gran contribución al cuidado de la salud en nuestra comunidad.
Como visionario y pionero en el campo, Benjamín creó, elaboró y perfeccionó la excelencia en el cuidado médico para personas de la tercera edad, fiel al lema que refleja la filosofía de los Centros Médicos León: “Atención personal en todo momento”. Fuera del campo de la salud, también ha tenido múltiples e impresionantes logros empresariales. Lo tiene todo, pero le falta Cuba.
Al menos preservar la Cuba que le legaron sus antepasados y por eso su generosa contribución de 10 millones de dólares para construir la sede de Casa Cuba en la Universidad Internacional de la Florida. Un centro académico para preservar la riqueza de la herencia cubana para futuras generaciones.
El régimen de La Habana y los apologistas de la dictadura podrán distorsionar nuestra historia desacreditando el exilio. Pero habrá un centro académico para combatir la infamia, para satisfacer esa terca necesidad que tenemos como exiliados de dejar huellas. No solamente para los nuestros, pero para el mundo que se ha dejado confundir. Nos arrebataron el futuro, supimos reconstruirlo, pero hay que rescatar para la historia el pasado.
En la ceremonia ofrecida por el presidente de FIU, Kenneth Jessell en su residencia, Benjamín comenzó su discurso con las palabras de Andy García; “Y Cuba qué?” Su generosa donación como dijo Rey Rodríguez es “La luz al final del túnel” para iniciar la construcción del edificio que será la sede de Casa Cuba.
Luz que hará realidad un sueño que Benjamín no ha dejado morir. Luz que dejará constancia que, aunque nos arrebataron el futuro, supimos reconstruirlo, vencer obstáculos y mostrarle al mundo que un pueblo errante que lo perdió todo supo recuperar sus fuerzas, aplastar la adversidad, armarse de coraje y no darse por vencido. Nuestros descendientes no tendrán que aceptar la satanización del exilio y encontrarán respuestas para combatir las mentiras provenientes del régimen de La Habana. Ya sea lo que diga un académico a favor de la dictadura, una película que nos denigre, un medio de prensa que nos descalifique o un político que colabore con los victimarios de nuestro pueblo. Ya ellos tendrán un lugar donde revivir su historia. Casa Cuba quedara para la posteridad y ahí encontrarán la constancia de un exilio que no dejo de amar a Cuba y la supo preservar para futuras generaciones.
Majestuoso legado que deja un joven exiliado que llegó sin sus padres, con las manos vacías, y apenas 16 años. Un exiliado a quien la tenacidad le prohibió rendirse y pudo crear un imperio. Un alma cubana que ha sabido devolver a su comunidad con creces las bendiciones que su fe en Dios, sus esfuerzos y este gran país le proporcionaron.
Más que agradecer a Benjamín León, Jr. hay que felicitar a Cuba. A la Cuba imperecedera que buscamos en los versos de Martí. La Cuba que reconocemos en la belleza del azul que la rodea y la majestuosidad del verde que cubre sus montañas. La Cuba nuestra que llegó al exilio en el colibrí imaginario que trajo Willy Chirino en su maleta. La Cuba solemne que encontramos al visitar la Virgen de la Caridad del Cobre en la Ermita. La Cuba eterna, la de la estrella solitaria, la que no morirá mientras viva en nuestros corazones y en la generosidad de quienes se aferran a rescatarla.